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Arturo Checa

Chips & Tuits

Ana Rosa espera a Ricart

“Espero que ninguna televisión llevé a este
asesino al plató ni mucho menos le pague”

(Rosa Folch, madre de Desirée, niña
asesinada en Alcàsser)

“Hola, soy del programa de Ana Rosa…”.

En las últimas semanas, muchos hashtags han inundado Twitter de indignación por la anulación de la ‘doctrina Parot’. Trending Topics en contra de la liberacion de etarras, clamando por la salida a la calle de asesinos no arrepentidos y recordando la memoria de tantas y tantas víctimas. En este post hablaremos sobre el terreno de otro hashtag tantas veces presente: #TELEBASURA

Puertas de la cárcel de máxima seguridad de Herrera de la Mancha, Ciudad Real. Miércoles pasado. La anterior frase la pronuncia una joven que viste falda con abertura delantera en medio de un ambiente gélido, mientras una veintena de periodistas pululan por la zona cubiertos por chaquetas nórdicas, pijamas bajo el pantalón, guantes y forros polares. El destinatario de la frase, Emilio Muñoz, el secuestrador y asesino de Anabel Segura, la joven a la que en 1992 raptaron él y su cómplice cuando hacía footing por La Moraleja (Madrid). Terminó ahorcada. Un crimen por dinero.

El asesino de Anabel Segura.

Emilio Muñoz acaba de quedar libre por la caída de la ‘doctrina Parot’. En unos instantes lo hará Juan Manuel Valentín Tejero, el asesino y violador de la niña Olga Sangrador. Puedo dar fe de que sólo estar a su lado es suficiente para notar sus vibraciones de maldad, su actitud chulesca, su nula humanidad y su repulsiva ausencia de arrepentimiento. Esa mismo miércoles se habló incluso de la posible salida de Miguel Ricart, aunque el recurso de la Abogacía del Estado acabó retrasando su cuenta atrás para el viernes. Al final, ni rastro de ‘El Rubio’.

Valentín Tejero, asesino de la niña Olga.

La joven de la falda con la abertura delantera dice ser periodista. Pero no toma notas como hacemos los reporteros de la prensa escrita que por allí andamos. No empuña cámara de fotos como los compañeros fotógrafos. No lleva al hombro cámara alguna de televisión como otros colegas. Tampoco luce micrófono o grabadora con el que registrar palabra alguna. No parece importarle lo más mínimo lo que el excarcelado quiera decir.

Hasta que, poco a poco, la chica de Ana Rosa (Quintana, para más señas) empieza a lucir sus ‘argumentos’. Y sus intenciones. Sin parar de sonreír a Emilio Muñoz, primero le ofrece un cigarro, al tiempo que le brinda un gesto cariñoso acariciando su brazo. Poco después, le obsequia con otro pitillo. Y con otra ración de sonrisas cariñosas. Sus ‘armas’ avanzarán más o menos una hora después. Cuando la joven se acerca con Emilio Muñoz hasta un lujoso Ford con asientos de cuero. Dentro, otra ‘chica Ana Rosa’. La única función de esta parece ser la de guardar el pomposo turismo. Del interior del coche, la joven de la falda con la abertura delante saca un bote de Coca-Cola que le brinda al asesino de Anabel.

Anabel Segura.

Sus ‘armas’ de seducción aún llegarán más allá. Alrededor de una hora después, es el propio Emilio Muñoz el que se acerca hasta el lujoso Ford. Habla un instante con las ocupantes y entra en el asiento trasero, de cuero, mullido y calentito, un tesoro asiático en medio de la gélida entrada de Herrera de la Mancha. Allí permanecerá varios minutos, entre risas y más cigarrillos. Para la veintena de reporteros congregados frente a la cárcel, el gesto no pasa desapercibido. Para muchos de ellos, miembros de productoras nacionales o de canales como Tele 5, Cuatro, Antena 3 o La Sexta, las misteriosas periodistas no son desconocidas…

“Esto es lo que se mueve en este mundillo. Es lamentable, pero es lo que hay. Son cazadoras de platós

Lo cuenta uno de los periodistas. Al final, cuando parece que las ‘chicas Ana Rosa’ se van a marchar con su presa, aparecen los hijos de Emilio Muñoz, que acuden a la cárcel en busca de su padre. El asesino confeso se baja, no sin antes sonreír de nuevo a sus recientes amigas, y se marcha con sus familiares.

La niña Olga y su verdugo.

¿Fraguaría en todo caso el contacto? ¿Acabaremos viendo a Emilio Muñoz convertido en carne de cañón de plató, en otra exhibición de morbo sin tacto alguno con los familiares de la víctima? No sería la primera vez en televisión, ni tampoco la primera en la que el propio programa de Ana Rosa Quintana protagoniza un momento televisivo cercano a lo delictivo: el ‘secuestro-entrevista’ de la mujer de Santiago del Valle, el asesino de la niña Mari Luz, ya fue un descenso al vertedero de las inmundicias audiovisuales.

Las ‘cazadoras de platós’ continuaron frente a la prisión cuando salió Juan Andrés Valentín Tejero, escoria humana, asesino y violador de la niña Olga Sangrador. Un monstruo que jamás se ha arrepentido y que salió de la trena con aires chulescos hacia la prensa. Incluso amenazantes. Un peligro andante que ya está ahí fuera. Con él, las ‘chicas Ana Rosa’ (del propio programa o de alguna productora que trabaja para él) no pudieron usar sus ‘armas’. Huidizo, grosero y esquivo, el asesino voló del lugar en un taxi apenas unos minutos después.

Ricart, triple asesino y violador.

El coche y la pareja aún se quedaron un rato más en Herrera. Faltaba una pieza, quizás la más jugosa. Miguel Ricart, el mismo que ha asegurado que algún día irá a un plató. Ojalá nunca se consuma la infamia. Ojalá las ‘cazadoras de platós’ jamás logren su objetivo. Pero sepan que esa realidad existe, esta ahí fuera y hace casi tanto daño como los crímenes que estos desalmados cometieron.

Por Arturo Checa

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