El título de este post puede hacer que más de uno se eche a reír. Sobre todo cuando Apple no deja de multiplicar año tras año sus beneficios o cuando está a punto de reventar de nuevo el mercado con la irrupción del iPhone 5. Aunque, también es cierto que, datos como la ‘derrota’ sufrida a manos de Samsung y su Galaxy S II el pasado mes de agosto en Estados Unidos, debería servir como suficiente aviso como para que los chicos de Cupertino no se confien…
Pero el título y contenido de este post no responde a un sesudo análisis de datos macroeconómicos por mi parte. No teman, soy de letras puras. No. La razón de este post es que ando leyendo (bueno, de hecho ando en ello desde hace… meses, pero compatibilizar lecturas, biberones, tetinas y lloros nocturnos es muuuuuy complicado) la magistral biografía de Walter Issacson: Steve Jobs. Me parece un libro sublime, en el que desgrana no solo cómo era la personalidad de Steve Jobs, sino también cómo impregnó absolutamente la compañía de sus genialidades, demonios internos, virtudes y defectos. Steve Jobs es Apple; y Apple es Steve Jobs.
Y la pregunta ¿tiene Apple futuro sin Jobs?, cuya respuesta de perogrullo parece que es sí, me ha surgido al leer este párrafo que ahora os reproduzco. Nos situamos en 1997, cuando Jobs recupera el poder absoluto en la compañía después de su marcha de la misma, fruto de su perfeccionismo enfermizo y su enfrentamiento con media compañía por su trato dictatorial e inhumano hacia muchos empleados. El párrafo dice tal que así:
Durante el primer año tras su regreso, Jobs despidió a más de tres mil trabajadores, lo que tuvo un efecto desastroso en el balance general de la compañía. Durante el año fiscal que acabó cuando Jobs se convirtió en el consejero delegado interino en septiembre de 1997, Apple había perdido 1.040 millones de dólares. «Estábamos a menos de noventa días de la bancarrota», recordaba. En la conferencia Macworld de San Francisco celebrada en enero de 1998, Jobs subió al escenario en el que Amelio había realizado su desastrosa presentación un año atrás. Exhibía una poblada barba, jersey negro y vaqueros mientras presentaba la nueva estrategia comercial. Entonces, por primera vez, acabó su presentación con un epílogo que iba a convertir en su seña de identidad: «Ah, y una cosa más…». En esta ocasión, la «cosa más» era: «Pensad en los beneficios». Cuando pronunció aquellas palabras, la multitud estalló en aplausos. Tras dos años de inmensas pérdidas, Apple había acabado el trimestre con unos beneficios de 45 millones. Durante el año fiscal de 1998, acabó por lograr unas ganancias de 309 millones de dólares. Jobs había vuelto, y Apple también.
Resumiendo: que solo el regreso de Steve Jobs a Apple hizo que la compañía pasara, únicamente en un año, de arrojar unas pérdidas de 1.040 millones a lograr unas beneficios de 309. Cierto es que por aquel entonces Apple se encontraba todavía en la época antediluviana de los iPhone, iPads, iPods y demás ‘imaravillas’ de la compañía de la manzana mordida. Sus aparatejos reventaron luego el mercado, lo siguen haciendo y seguramente lo harán de nuevo con el iPhone5. Pero, con esas cifras del párrafo del libro de Issacson en la mano, que demuestran lo muy ligado que está Apple al espíritu y forma de ver las cosas de su fundador, yo ciertamente me sigo preguntando:
¿Tiene Apple futuro sin Jobs?