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Arturo Checa

Chips & Tuits

I will kill Obama

O lo que es lo mismo, yo mataré a Obama. Es un titular de enganche como otro cualquiera. Una declaración de intenciones, para ver si a los chavales de la CIA les da por lanzarme el anzuelo. O lo que es lo mismo, por escudriñar hasta en el modelo y color de mi ropa interior.

No sé si la combinación de las anteriores palabras activará el algoritmo, buscadores o a los ingenieros espía de la CIA. En cualquier caso, dejen de preocuparse, sabios de Langsley. Me pilla muy lejos su santa patria. Y hace tiempo que caducó la licencia de armas de mi época juvenil. Es simplemente un recurso periodístico. Una forma de enganchar a esos otros buscadores de Google. Una forma de iniciar la exposición de este post.

Con el que simplemente quiero decir que yo quiero ser espiado. Que no entiendo la polémica surgida en todo el globo, en el que expertos de la privacidad humana se echan las manos a la cabeza por el hecho de que haya salido a la luz que Obama y la CIA escudriñan hasta nuestros billetes de bonobus. El gigante Google y el no menos mastodóntico Apple ya han confesado que evitaron morder la mano que les da de comer y facilitaron datos solicitados por EE UU.

¿A alquien le sorprende? Es más… ¿a quién le importa? Me soprende la polvareda que se ha montado con todo esto. En primer lugar, porque vivimos en la civilización del ‘todo es público’. En la época en la que todo el mundo cuelga (colgamos) hasta el sabor del cortado que se toma nada más amanecer. La época en la que el exhibicionismo en las redes sociales ha alcanzado tal punto que a todo el mundo le gusta (nos gusta) mostrar hasta el dedo gordo de nuestro pie bañándose en la playa de turno, embellecido con el Instagram de turno. Vivimos en un mundo en el que todo quisqui difunde (difundimos) dónde está de vacaciones, cuáles son sus problemas en el trabajo, sus temores más íntimos, la discusión de turno con su pareja, el móvil que se acaba de comprar (y hasta el número si se tercia, ¿eh, Paula Vázquez?), su último ligue, sus notas académicas…

Vivimos en un mundo convertido en escaparate 2.0. En un universo de pasen y vean con un simple clic. ¿A quién le preocupa entonces la CIA? ¿Qué sentido tiene en ese caso rasgarse la vestiduras cuando la pornografía social y vital está a la orden del día? Simplemente, es lo que toca, lo que las conveniencias sociales nos exigen. Pero, sencillamente, no importa una mierda. Porque, quien más quien menos, se exhibe a diario, voluntaria o involutariamente, en la red.

Y como segundo motivo: yo quiero ser espiado. Al final, es como el debate de las cámaras de grabación en la vía pública. Objetivos que buscan grabar conductas delictivas y que los peatones comunes e inocentes miran con desconfianza, con denuncia de que invaden su intimidad, de que vulneran su privacidad. Y digo yo, ¿qué tiene que temer el que no tiene nada que temer? Es decir, ¿qué importa a quien lleva una vida recta y legal que le escudriñen más o menos en su vida privada? A mí, personalmente, en absoluto. Si con ello se evita un nuevo 11-M, 11.S, tiroteo en Estados Unidos o nueva masacre en el nombre del fatanismo, bienvenida sea la CIA y el escudriñante Obama.

Atentamente, señores de Langsley: mis calzoncillos son todo suyos…

Por Arturo Checa

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