Emilia ya es TT en twitter. Parece que aún queda conciencia en España. Que una madre de tres niñas (TRES), de nueve, siete y dos añitos, pueda ir a la cárcel cinco años después de un delito que cometió (nadie lo pone en duda), y que ese delito sea nada menos que la ‘horripilante’ y ‘sanguinaria’ acción (entiendase en ‘modo ironía on’) que utilizar una tarjeta de crédito que se encontró abandonada en la calle para comprar pañales y comida para sus criaturas, es, sencillamente, digno de una república babanera y de una justicia plenamente injusta.
Nadie niega que Emilia tenga que pagar por lo que hizo. Ni siquiera ella misma. Pero la principal misión de la prisión, como defienden todos los juristas, es castigar a alguien por una conducta delictiva, pero sobre todo, y esto lo recoge incluso nuestra Constitución, rehabilitar a esa persona y resinsertarla en la sociedad. ¿¿Qué rehabilitación cabe en alguien que todo lo que hace en la vida, como millones de personas, es tratar de ganarse el pan para alimentar a sus pequeñas? ¿¿Que narices de reinserción hay que buscar de una persona que es madre de tres criaturas y que puede pagar un lustro después por un error que cometió en su vida??
No solo eso. Es que hasta la ‘víctima’ del uso fraudulento de la tarjeta ha perdonado a Emilia. ¿¿Dónde queda entonces el motivo de la condena penal, que no es otro que tratar de reparar el daño causado a la víctima?? manda huevos, como dijo aquel…
Se me rompe el alma cada vez que leo la pregunta que le hace una de sus hijas cuando le llega algo de que mami puede acabar entre rejas. “¿Allí te podrás duchar, mamá?”. La institución de los juicios con jurado se puso en marcha para dejar clara una cosa: la Justicia emana del pueblo. Pero esta Justicia que se empeña en dejar en la calle a ladrones de guante blanco, andarse con tiento cuando se da aquello de “con Palacio hemos topado” o que no piensa ni un instante en enchironar a banqueros de cuello almidonado y gemelos en muñeca responsables de quiebras financieras, estafas vergonzantes con preferentes y un infierno de deshaucios en la calle, esa Justicia cada vez es menos humana, menos del pueblo y menos cercana a todos los españoles, incapaz de mover un dedo por una madre que lo único que ha hecho ha sido pelear por el pan de sus hijas.
El Ministerio de Justicia y el ilustre (y no dudo que humano) señor Ruíz-Gallardón tienen ejemplos a los que aferrarse. No hace falta remontarse mucho tiempo atrás para recordar el indulto al kamikaze de Alzira, que segó una vida. Un indulto con una conducta tremendamente grave de por medio. O la historia de Olga Cardo, la joven de Mislata que peleó por su indulto en 2002, tras recibir una orden de ingreso en prisión, con dos niñas a su cargo, por un delito juvenil que cometió en 1996: viajar con unos amigos en un coche en cuya guantera había 56 pastillas de éxtasis. O el caso de la ‘madre coraje’ de Benejúzar, la mujer que enloqueció al ver en libertad a ‘El Pincelito’, el hombre que violó a su hija, y al que causó la muerte prendiéndole fuego. Hasta tres casos de indulto por razones considerablemente más graves.
En Change.org ya existe una página en la que firmar por el indulto de Emilia. Es justo. Es humano.
Emilia ya es TT en Twitter. Hagamos que corra como la pólvora el hashtag #indultoaEmilia