La última ha sido matar al bueno de Jose Luis Uribarri. Hace dos madrugadas, la red del pajarito hervía con mensajes
de condolencia por el fallecimiento de la voz de Eurovisión, aunque él siguiera grave tras sufrir su hemorragia cerebral. Lo cierto es que el patinazo no ha sido patrimonio único de Twitter. Varios digitales de medios de comunicación mataron a Uribarri para ‘resucitarlo’ poco después tras comprobar la metida de pata. Y esta ha sido solo la última, en una de las quincenas más negras que se recuerdan en lo que a difusión de bulos por Twitter se refiere.
Todo empezó con el falso peligro que el incendio de Cortes de Pallás suponía para la central nuclear de Cofrentes. Siguió con la inexistente donación de la prima de la Eurocopa por parte de Iniesta a los afectados por los incendios de la Comunidad Valenciana (para no perderse esta ‘Historia de un bulo’ de @rafamerino). Continuó con la foto de la falsa Andrea Fabra haciendo una peineta a los ciudadanos, tras el (este sí verdadero) ya famoso, denigrante e insultante #quesejodan en el Congreso de todos los españoles. Otra más fue la falsa carta de José Luis Sampedro a Mariano Rajoy (‘Querido Señor Presidente: es usted un hijo de puta’)…. Y la última, la muerte y resurrección del bueno de Uribarri.
Es el veneno de Twitter. En cierto modo me alegra. Me alegra por aquellos que defienden que Twitter es periodismo, por aquellos que defienden a ultranza el periodismo ciudadano y pronostican un día sí y al siguiente también el fin del Periodismo, me alegra por aquellos que se jactan satisfechos de no comprar ya ni un diario en papel, de no consultar ni siquiera los digitales, porque se sienten informados a través de Twitter.
Twitter nunca ha sido ni será periodismo. Es una gran herramienta para periodistas y ciudadanos en general, pero es también campo abierto para rumores, bulos, dimes y diretes elevados en un suspiro de 140 caracteres a los altares de noticias. Falsas informaciones tornadas en titulares irrefutables con el simple movimiento de un dedo y el clic de un RT.
Adoro Twitter. Creo que es una gran herramienta para estar en contacto con aquello con late en la calle, para detectar en cuestión de segundos las tendencias que vienen pegando fuerte o para tener una ventana abierta por la que mirar y ver que pasa en tiempo casi real en Siria, Washington, Pekin o incluso el fondo del mar. Pero no soporto a quienes lo consideran una nueva forma de periodismo, la victoria definitiva del cuestionable periodismo ciudadano sobre el Periodismo con mayúsculas, ese que exige informarse, verificar y contrastar, sin dictaduras de 140 caracteres ni retuits instantáneos.
No quisiera que el veneno de Twitter acabara costándole la vida a la red, que fuera como el escorpión que, acosado en un círculo de fuego, acaba con su perdición clavándose él mismo su mortífero aguijón. Twitter es hoy en día necesario y lo seguirá siendo. Pero no es ni será Periodismo. Y #sinperiodistasnohayPeriodismo.