“Rectificar es de sabios”
La semana tenía pinta de ser la del resurgir de la telebasura, la de la vuelta a los cavernosos senderos de todo vale por la audiencia, del regreso a los pantanosos terrenos de ensalzar el morbo por encima del dolor de las víctimas y con viles asesinos de por medio. Y lo ha sido, en parte. Porque Emilio Muñoz, el asesino de Anabel Segura, tuvo sus momentos de gloria en Cuatro. Pero finalmente ha quedado convertida en la semana de rasgarse las vestiduras, de la Ética con mayúsculas alzada a los altares televisivos por encima incluso de la Diosa Audiencia y la semana de “quién se ha creído usted que soy yo sino una profesional tremendamente íntegra y cómo se atreve a acusarme de esas cosas“.
La presión social, de las redes sociales y de los medios de comunicación han hecho que finalmente ni Ana Rosa Quintana ni Susana Griso se atrevieran a sacar en antena (a día de hoy…) al ‘premio gordo’, al más deseado en lo que a ‘share’ se refiere, al vil asesino Miguel Ricart. Pero que no se engañen: el cuento iba a ser muy distinto de lo que se ha contado y de lo que se ha hecho parecer. Al menos, teniendo en cuenta lo que yo, en persona, viví a las puertas de la cárcel de Herrera y en el seguimiento a Ricart desde Ciudad Real hasta Linares. Y eso es lo que aquí voy a contar. Ni quiero ser un ejemplo para nadie ni dar lecciones a nadie. No soy quién para ello. Sólo hago lo que me gusta: contar las historias que vivo.
Y esta empezó el miércoles a las puertas de Herrera de la Mancha, el día en el que comenzó el goteo de asesinos en libertad por la caída de la doctrina Parot. Primero Emilio Muñoz, el secuestrador y homicida de Anabel Segura. Luego Valentín Tejero, el inquietante asesino y violador de la niña Olga Sangrador. Y por último, el asesino de las niñas de Alcàsser, Miguel Ricart. Y allí mismo se desató el movimiento de fichas de las productoras y televisiones para llevar a sus espacios de ‘prime time’ el ‘plato fuerte carcelario’. Porque aunque ahora se nieguen, los hubo y muchos.
Ya se contó en Ana Rosa espera a Ricart: el ‘cortejo’ de dos reporteras de Cuarzo al asesino de Anabel Segura era el preludio de lo que podía suceder, entre invitaciones a cigarrillos, a tomar un refresco o a sentarse en el cálido asiento trasero de cuero de su coche con climatizador (el viernes, hasta una grúa tuvo que ir a su rescate al agotar la batería por exceso de uso de la calefacción…). Pero a media tarde del domingo, Mediaset (dueña de Tele 5 y Cuatro) salía al paso del tumulto formado en internet y redes sociales acerca de una posible entrevista a Ricart, así como de las “especulaciones” (que de especulaciones tenían poco, como luego se ha demostrado) al respecto…
La firma televisiva aseguraba que los canales se iban a “limitar a informar sobre la salida de Miguel Ricart” y que “en ningún caso” se iban a dar “minutos de gloria televisivos a un asesino temido y repudiado”. Pero ni una ni otra cosa han resultado ser ciertas. La ‘seducción informativa’ con la que las dos miembros de Cuarzo (productora de Ana Rosa Quintana) se emplearon con Emilio Muñoz fue de todo menos “información”. De hecho, ni lo filmaron, ni le grabaron declaraciones ni tomaron notas. Y apenas unas horas después, se consumaba la mayor de las falsedades. Pese a que Mediaset prometió “no dar minutos de gloria” a un asesino, Emilio Muñoz acabó apareciendo en ‘The Wall’, el nuevo programa de Cuatro.
Pero es que tampoco tras la puesta en libertad del asesino de Alcàsser las dos ‘chicas Ana Rosa’ “se limitaron a informar sobre la salida de Miguel Ricart”. Cuando el exrecluso se bajó en la estación de Baeza-Linares, no tardaron en seguir allí su acoso. Y finalmente se prestaron hasta a llevar al asesino hasta Madrid. Periodistas convertidas en chóferes del sujeto que participó en las muertes de Míriam, Toñi y Desirée. Según Ana Rosa Quintana, su objetivo jamás fue llevarlo a un plató ni sonsacarle unas declaraciones sino realizar “un programa de investigación”. Sea como fuere, dista mucho de lo que Mediaset prometió en su nota.
Y algo muy parecido sucedió con Antena 3. El fin de semana, a bombo y platillo, el canal anunciaba una entrevista “exclusiva” con Ricart. Primera falsedad, porque Las Provincias ya había ofrecido el sábado sus primeras declaraciones en libertad.
Pero todo cambió entre el domingo y el lunes. Mientras la presión hacia Tele 5 y Ana Rosa se hacía mayor, Antena 3 ofrecía en sus telediarios el sábado y el domingo un extenso avance de lo que se podría ver el lunes en ‘Espejo’. En el vídeo, Sergi Ferrer, habitual reportero de calle del programa, persigue a Ricart hasta lograr sus declaraciones. Pero OJO, que hay trampa. ‘El Rubio’ en ningún momento es consciente de que se le está grabando. De hecho, se retira la braga y la capucha que durante toda la tarde cubrió su rostro y habla sin mirar en ningún momento a cámara. O lo que es lo mismo, una entrevista ROBADA. Porque el uso de esta técnica, o el de la cámara oculta, puede ser lícita si se trata de desenmascarar un delito o el tema tiene suficiente cariz de denuncia social. Pero utilizarla para robar un testimonio a un individuo, por muy asesino que sea, parece de todo menos ético. Y, finalmente, la entrevista no ha visto la luz. Según Antena 3, por “motivos de estilo editorial”, pero a uno se le queda la duda de qué hubiera pasado sin tamaña presión social y sin los poco ortodoxos métodos del reportero.
No me extenderé más, o acabaré pareciendo un pedante o un ‘maestrillo’ intentando dar lecciones. Sólo pretendo transmitir que lo mejor es siempre ir con la sinceridad por delante. Si nos equivocamos, reconocerlo. Y si hay que rectificar, no hay nada más de sabios. Pero no tratar de vender milongas ni cortinas de humo éticas. La opinión pública y los ciudadanos de a pie nos quejamos a menudo de las pocas responsabilidades que asumen los políticos y de las excusas que ponen sobre la mesa para reconocer algún error. Si nosotros, ciudadanos o medios de comunicación, no predicamos con el ejemplo, esa lacra jamás cambiará.