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Arturo Checa

Chips & Tuits

Y Évole volvió a ser 'El Follonero'

Para mí Jordi Évole es uno de los mejores periodistas que existen en la actualidad. Hablo en presente. Creo que lo sigue siendo. Pero considero que ha cometido un soberano error con la emisión del falso documental sobre el 23-F. Técnicamente hablando, ‘Operación Palace’ es un producto impecable, una soberana obra de ficción y un producto de entretenimiento magno, a parte de lograr un tsunami en redes sociales, con dos días seguidos logrando trending topics en twitter y 450.000 menciones en  esta plataforma, además de lograr un récord absoluto de audiencia en ‘Salvados’ con casi un 25% de share y cinco millones de espectadores…. Lo que me lleva a preguntarme, ¿cuánto había en el espacio de ‘innovador experimento televisivo’ y cuánto de desaforada apuesta para tumbar el estreno de Risto Mejide en Cuatro y su entrevista a Zapatero?).

Partamos de ello, de su impecable faceta técnica y visual. Pero el formato en el que fue vendido, su embalaje y la forma con la que se jugó con algo con lo que nunca hay que jugar, como es la credibilidad del periodismo (que bastante diezmada anda últimamente), y con un hecho que acongojó y atemorizó a muchos españoles, como es el 23-F, por mucho que uno quiera escudarse en el legítimo revisionismo de la historia y en iniciar un debate maduro quitando hierro a tiempos pasados, pese a todo ello, estimado compañero Évole (licenciado en Comunicación Audiovisual, pero no en Periodismo, y quizás por eso es un maestro en la faceta de presentación y visual pero quizás no tanto en el contenido), creo que te has equivocado soberanamente. O como dice el dicho popular, “para ese viaje no es menester alforjas“.

Su entrevista a Pérez Reverte, magistral.

Ahí van mis argumentos:

1.- Jordi Évole no es Orson Welles. Muchos comentarios en twitter compararon ‘Operacion Palace’ con la genial puesta en escena del maestro Orson Welles y su ‘invasión radiofónica’ de ‘La guerra de los mundos’, que hizo creer a miles de americanos que los alienígenas habían llegado. Muchos hasta se echaron a la calle. Pero hay una tremenda diferencia. El director norteamericano vivía de la ficción, mientras que Évole vive (o al menos lo hacía hasta este domingo) de la realidad. Welles no tenía ningún tipo de compromiso con su audiencia más allá de entretener, hacer creer como verdadero lo que no es más que un montaje y sumir al espectador en sensaciones, mundos paralelos y ficciones. El periodista catalán tiene un compromiso de realidad, credibilidad, contraste de la información, uso de varias fuentes y uso EXCLUSIVO de la verdad con su audiencia, bases del periodismo actual. El compromiso de todos los periodistas.

Programar en el mismo espacio habitual de ‘Salvados’ un documental ficticio es una estafa al espectador, como si alguien compra una entrada de la Superbowl y al entrar al estadio descubre que lo que hay es una carrera de caballos, para al finalizar la misma descubrir un mensaje en las pantallas gigantes en la que le dicen. “Oiga, esto era un experimento para hacerle ver lo muy importante que es la Superbowl y lo que usted la echaría de menos si no existiera”. Oiga, que yo venía aquí a ver Salvados, el programa en el que mejor se pregunta en la actualidad en la televisión, el programa que dejó en el aire todas las preguntas sin respuesta a Juan Cotino por el accidente del metro, el programa en el que se cuentan historias con rostros de seres humanos, sin trampa ni notas burocráticas de por medio…, en resumen el programa DE PERIODISMO, no de ficción ni de películas fantasiosas.

  2. –Mentir en periodismo es lo fácil. ¿Montar una patraña sobre el 23-F para demostrar lo sencillo que es publicar una mentira o una media verdad en los medios de comunicación. No repetiré lo de las alforjas… Pero no hay nada más sencillo que mentir en periodismo. Lo complicado es lo que miles de periodistas intentamos hacer a diario. Informar con veracidad de hechos reales y saltando las zancadillas interesadas de los gabinetes de prensa-censura que nos quieren vender ‘su verdad’ o intentar que no se publique lo que no les interesa que se conozca. Lo complicado es limpiar de detalles sesgados o malintencionados una información, contrastando con más de una fuente y limando la desinformación. Por eso, me parece loable que la moraleja que quiere sacar Évole de todo esto sea ‘no se fien de todo lo que les cuentan y duden hasta de su sombra informativamente hablando’, pero INSISTO. Ello es algo que no creo que hiciera falta demostrar con tanta parafernalia. Por desgracia existe demasiado. Otra vez de vuelta a las alforjas… A no ser que ‘la burra’ que realmente se estuviera montando fuera la de la brutal audiencia (ha sido el programa más visto de las historia de La Sexta, fútbol a parte) y el KO a Risto Mejide.

  3.- Jugar con el maltrecho periodismo… Porque lo está, tanto en cifras de difusión como respecto a la crisis de credibilidad del periodismo. Y, como siempre, el que lo acaba pagando es el mensajero. El periodista. Por ello, maldito el flaco favor que Évole le ha hecho al periodismo, que bastante maltrecho está como para ir haciendo experimentos. El próximo, querido compañero, mejor con gaseosa. O lo que es lo mismo: hacer el programa en otra franja horaria (aunque se nos ‘joda’ el invento de la audiencia), con otro formato y avisando ANTES de que lo que se va a ver es falso. Sí, sí, ANTES. Así lo hizo el propio Wells, lo que no impidió que la gente que cogió el serial a medias se echara a la calle. Y aquello era ficción, y aún así se avisó antes. si hablamos de hacerlo con el PERIODISMO de por medio, con la “verdad” de por medio, razón de más… Porque no sólo se hace daño el periodismo. Yo creo que al propio Évole puede acabar pasándole factura. Sirva una fábula: esto es como si un piloto de Moto GP decide jugarse el tipo en cada curva, apurando la frenada, acelerando al máximo en cada pasada, acercándose a los rivales hasta casi rozarlos… Si uno es buen piloto, como Évole considero que es buen periodista, puede apurar lo que quiera en su profesión. El problema es cuando la moto (el periodismo, la profesión…) no está bien afinada, le chirrían a veces los frenos o le traquetea un tornillo. Con la crisis que desgraciadamente envuelve al periodismo, apurar en una curva puede acabar con un trompazo informativo por muy buen profesional que uno sea…

4.- El 23-F no fue un chiste. El argumento de demostrar la madurez de los españoles, de la capacidad de ‘relativizar’ episodios históricos pasados o de ‘reírnos’ con hechos ya ocurridos, aunque estos fueran tensos o preocupantes para muchos, pues qué quieres que te diga, compañero Évole, tampoco me convence. Ya puestos, maduremos o relativicemos con documentales falsos… ¿por qué no sobre las negociaciones con ETA, o sobre el obstruccionismo en los colegios catalanes para practicar el castellano, o los ERES de Andalucía? Lo que pretendo decir es que hay temas en los los que la gente lo pasa mal, sufre y tiene congoja, como ocurrió en el 23-F. Y lo sé por propia experiencia.

 

Yo sólo tenía seis añitos. Pero llevo marcado a fuego el miedo que mi madre me transmitía a través de su mano agarrada a la mía, mientras corríamos por una calle camino de casa, tras dejar la de un familiar, y su cara buscando ver aparecer por alguna esquina los tanques que decían que traqueteaban por Valencia. Yo sólo llevaba el disgusto en el cuerpo por los dibujos que habían interumpido con todo el follón. Pero hoy conservo el regusto de inquietud de mi madre. Y de mi padre. Y de mi madre esperando a mi padre, policía aquel entonces de la Brigada de Información, y según el bando de Milans del Bosch, “personal civil militarizado” en aquellos momentos. Él mismo lo recuerda con sus palabras…

A las 4,30 estaba en la Brigada y sintonizo la radio. Se escuchan disparos y una voz: “Todos al suelo”. Inmediatamente pensé: me he equivocado de emisora. Esto debe ser alguna novela. Pero al sintonizar el resto de emisoras todas daban “la misma novela”. A partir de ese momento salimos en un coche camuflado para recorrer el centro de Valencia y especialmente Capitanía. Previamente habia hablado con mamá para confirmar que todos estabais bien. Era un Golpe de Estado.

A partir de ese momento en las radios de Valencia sólo se oía música militar y las proclamas del Capitán General Milans del Bosch ordenando el toque de queda y que todo quedaba sometido a la jurisdicción penal militar. Las calles se vaciaron. Había mucho silencio. Caras mirando al suelo y andando de prisa. Nadie paseaba. Al anochecer los carros de combate bajaron por la Gran Vía Fernando el Católico y tomaron posiciones en sitios estratégicos: entre ellos la esquina de la Jefatura Superior de Policía. Nuestros Jefes también estaban aturdidos. No sabían qué hacer. Sobre las diez de la noche nos mandaron a casa, para estar pendientes de órdenes, que no llegaron. La noche la pasamos en casa con unos amigos… hasta que muy de madrugada fue el discurso del Rey. Todo volvía a la  normalidad… 

Pasamos mucha preocupación… No sé si miedo, porque todo fue muy rápido. Teníamos familia e hijos y el futuro, no tan lejano del triste pasado que nos contaron nuestros padres, se nos aparecía nuevamente muy negro.

El debate 'postfarsa', lo mejor.

Miedo. Preocupación. Futuro negro. Y pocas ganas de bromas, querido Évole. Quizás será por esa ‘espinita’ que llevo clavada de niño, de aquella inquietud que me resurge borrosamente cuando recuerdo aquella fecha, pero a mí no me hizo ninguna gracia la farsa del documental. Nadie murió. Nadie resultó herido. Pero la inquietud de mucha gente, con una época tan negra pasada entonces tan cercana, es algo para tenerle más respeto. ‘El Follonero’ tenía mucha gracia. Évole es un gran periodista. Pero cruzar los dos géneros no puede acabar generando más que un esperpento.

Por Arturo Checa

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