Los socios del Ateneo Mercantil se reúnen, casi a diario, para afinar su técnica con la baraja
No hace falta ser Pau Gasol o Kobe Bryant para hacer canastas espectaculares. Ni tampoco es necesario medir más de dos metros de altura o llevar entre las manos ningún balón específico.
Para María Teresa García, María Antonia Mertínez, Vicky Pérez, Eloina Colubi y Elvira Redal tan sólo hace falta contar con buena concentración, un poco de picardía y una habilidad especial con los naipes.
Sí, han leído bien. Digo con los naipes porque la canasta, además de ser uno de los elementos imprescindibles en un partido de baloncesto, es también un juego de cartas. Un hobbie para 179 parejas que se reúnen, prácticamente a diario, en el Ateneo Mercantil de Valencia con la finalidad de mejorar su táctica.
Y así lo hacen. Concentrados en sus jugadas, frente a frente y por parejas, sobre decenas de mesas con tapete verde. Sólo el ruido de algún coche por la carretera es capaz de interrumpir el ambiente.
Ayer, con el único objetivo de descubrir este mundo, me desplacé hasta el edificio de la plaza del Ayuntamiento. Allí me esperaban grupos y grupos de jugadores y un desafío: Salir del edificio sabiendo cómo se juega.
Así que, saco mi libreta y me apunto las normas básicas.
Mi guías fueron las organizadoras de las partidas, Lola Bermell y Pepa Aspas, y a ellas tuve la tentación de comentarles que una de mis aficiones domingueras: es una buena partida de brisca, con apuesta resulta mucho más interesante. ¡Un lujo siempre que se gane, claro! No soy buena perdedora y suelo torcer el morro muy pronto (algo que siempre me recriminan).
Pero comprendo que hay que renovarse y pretendo aprender nuevos retos: Bridge, canasta y póker.
El Ateneo por dentro es un hervidero de actividades para los socios. Charlan, juegan, consultan libros en su biblioteca, toman un refresco… Una ciudad dentro de otra.
De la canasta se organizan torneos y el próximo será en Fallas. Para ese momento, los socios preparan sus tácticas y depuran sus estrategias. Hay que salir ganador, y ninguno va a escatimar en esfuerzos para conseguirlo. El juego, originario de Uruguay según dicen algunos, se practica desde hace ya algún tiempo en la ciudad. Aquí hay afición, y eso se nota. Según me comenta Pepa, en esta institución se juega desde hace 15 años.
Casi nada. Toda una vida entre descartes, manos y parejas.