Todo en la vida tiene un origen. Empezar a correr puede estar motivado por miles de razones: perder peso, estar en forma, disfrutar del deporte con amigos … todas son buenas. Muchas personas me preguntan: ¿qué tengo que hacer para empezar a correr? A mí me encanta que lo hagan, y por ello les animo a que comiencen como es debido, con paciencia, perseverancia y peleando contra nuestro cuerpo, que al no estar adaptado todavía a este trabajo físico, intenta frenarnos. Siempre les doy algunos consejos, pero lo más importante es la continuidad. Nunca hay que rendirse, ser corredor es ser un luchador y esto te lo enseña el running desde el primer segundo.
Así lo ve David, vídeo homenaje Circuito de Diputación (Oscar Montón)
Aunque realmente la razón en sí no es lo importante, para ser un buen runner hay que tener unas cualidades. No me refiero a las condiciones físicas, aunque claramente éstas ayudan si hablamos de un nivel de rendimiento alto. Para ser un corredor hay que tener sobre todo capacidad de sufrimiento y espíritu de superación. Siempre hacia delante, un kilómetro más, un minuto menos …
Hay estudios que demuestran que la velocidad es genética, que la estructura de nuestras células musculares y su capacidad de contracción-elongación varía en función de la persona, pero realmente, si este don no va acompañado de la actitud correcta, no es posible llegar demasiado lejos.
Soy una gran defensora del atletismo popular. Es el que conozco, me apasiona y espero disfrutar por muchos años. Además, creo que los corredores populares somos especiales, porque ponemos el alma en cada kilómetro, no importa tener molestias, estar lesionado o haber pasado mala noche … Corremos por nosotros, por nuestros familiares, por una promesa, por amor … somos unos sentimentales y por ello me siento tan identificada.
En mi caso quedaría muy poético decir que empecé por amor, pero la realidad es que mi inicio estuvo más motivado por el remordimiento de conciencia. Yo siempre he hecho deporte, mis padres desde pequeña me lo inculcaron, quizá porque mi padre fue un gran nadador frustrado (mis abuelos no tenían medios económicos para subvencionar su formación y acabó siendo buzo), con una gran capacidad pulmonar pese a su tabaquismo. Mi madre nunca hizo deporte, pero siempre se ha preocupado porque tuviéramos buenos hábitos. Todas nosotras desde bien pequeñas acudíamos a clases de danza, nos encantaba y lo practicamos durante varios años. Luego en el instituto probé otros deportes como patinaje, voleibol y más tarde, ya en la facultad, jugué al baloncesto. Hasta que finalmente, tras un par de años de sequía deportiva, conocí a David y empecé a correr.
Él ha sido siempre deportista, podría haber sido una promesa del tenis, ya que llegó a participar incluso en competiciones autonómicas. El hecho de pertenecer a una familia numerosa y la inversión económica que se necesitaba en aquellos tiempos para su práctica, limitaron su evolución, por lo que se vio obligado a decantarse por uno más mayoritario y que requiere menos recursos, el fútbol. No es que fuera un jugador destacado (dos de sus hermanos, Christian y Jonatan, demostrarían más aptitudes para ello), pero esa pasión que pone en todo lo que se propone, lo hacía un alumno aventajado que contaba con muchos minutos en el campo. Afortunadamente, durante su etapa de futbolista, tuvo la suerte de dar con un entrenador de atletismo como míster, Juan Olivares, que le hizo despertar el gusanillo por la carrera a pie, llevándole a practicarlo años después como método de recuperación de su estado de forma.
Cada mañana se despertaba a las 7:00, desayunaba y salía a correr. Él adquirió esa costumbre desde la universidad, donde los malos hábitos alimenticios de los pisos de estudiantes le hicieron coger más peso de lo habitual. Yo, por mi parte, me quedaba en la cama dando vueltas, pensando que se me estaba poniendo el culo gordo … Esta fue mi motivación, ¿porque él sí y yo no? Incluso tuve el atrevimiento de intentar correr, pero mi capacidad pulmonar había mermado debido a la inactividad y algunas otras malas costumbres que después eliminaría de mi vida. Así que decidí correr en la cinta del gimnasio, “lo haré hasta que aguante 45 minutos” pensé, ya que era lo que tardaba en hacer su recorrido. Cada día, cada semana, veía una progresión muy positiva, pelee cada minuto … hasta que lo conseguí.
Llegó el día, era Semana Santa y nos íbamos a ir al pueblo de David, Caudete (Albacete), los gimnasios cerraban, así que ¿qué mejor momento para hacerlo? No tenía zapatillas adecuadas para correr y me dejó unas Nike Air marrones que pesaban un quintal. Salimos y para mi sorpresa, y para la de él, no me paré. Llegué exhausta, pero llegué, y fue tal la satisfacción de hacerlo, que al día siguiente volví a ponerme las zapatillas. Pasaban los días y cada vez me sentía mejor, incluso esprintábamos en los últimos metros. Este fue el inicio de un reto muy especial y al que dedicaré próximamente un post.
Tenemos que exigirnos, pero escuchando a nuestro cuerpo. Cuando empiezas a correr, has de hacerlo de manera progresiva, todos sufrimos y se nos puede pasar por la cabeza abandonar, por lo que sólo los más luchadores lo consiguen.
Para mí, una de las cosas más gratificantes en la vida fue empezar a correr… ¿ y tú, TIENES UN MOTIVO PARA LEVANTARTE… Y CORRER?.