El 4 de enero de 1985, los Celtics decidieron retirar la camiseta con el nombre de Red Auerbach y el número 2
La franquicia le reconocía como la segunda persona más importante de su historia tras el fundador Walter Brown
Entrenador, director general, presidente, hizo y deshizo según su parecer sin rendir cuentas ante nadie, avalado por su olfato afilado y el éxito de sus decisiones
Si el duende sonriente de los Celtics cambiara su pipa por un puro y tiñera su pelo a rojizo, el logotipo de la franquicia más exitosa de la NBA no haría más que honrar a la gran leyenda verde, aquel que instituyó el orgullo como marca de identidad bostoniana. Al pícaro enano solo le faltaría encender su cigarro, como hacía el gran Red Auerbach, que celebraba con unas caladas el objetivo cumplido cuando desde el banquillo olía el triunfo de los suyos, aún cuando el partido no había finalizado. Muchos puros pudo encender en una vida repleta de éxitos y teñida de verde, pese a que sus orígenes partían desde el neoyorquino barrio de Brooklyn.
El 4 de enero de 1985, los Celtics decidieron retirar la camiseta con su nombre y el número 2. No es que el técnico luciera ese dorsal en sus escasos años como jugador –Auerbach vio rápido que el camino del éxito no le llevaba precisamente al interior de la pista-, sino que la franquicia reconocía al mito como la segunda persona más importante de su historia, solo superada por Walter Brown, el fundador, que tiene retirado el número 1.
A Auerbach únicamente le faltó fundar los Boston Celtics. Pasó por todos los puestos de responsabilidad. Entrenador, director general, presidente, hizo y deshizo según su parecer sin rendir cuentas ante nadie, avalado por su olfato afilado y el éxito de sus decisiones.
Como técnico, solo Phil Jackson ha superado sus nueve anillos, pero nadie ha logrado repetir los ocho entorchados consecutivos logrados entre 1959 y 1966, un hito en el deporte estadounidense. Visionario en un tiempo en el que el profesionalismo nada tenía que ver con el significado de este concepto en la actualidad, supo combinar talento con el trabajo, el principio básico en el que fundamentaba cualquier meta.
Astuto como el que más, desde la dirección y la presidencia movió piezas, cambió cromos y construyó plantillas que mantuvieron siempre el orgullo céltico en lo más alto. Entre sus decisiones más recordadas siempre estará la de escoger a un chico de Indiana, alto, rubio, desgarbado y parco en palabras. En torno a él decidió construir una nueva dinastía en Boston, y volvió a dar en la tecla acertada. Con Larry Bird con el trébol en el pecho, los ochenta se alternaron entre el verde y el púrpura y oro de los Lakers, y la gran franquicia del Este se alió con su enemigo del Oeste para relanzar además una liga que empezaba a resquebrajarse.
El 28 de octubre de 2006, el corazón se le rompió a Auerbach. Tenía 89 años. La NBA al completo lamentó su muerte y recordó el legado del reconocido como el mejor entrenador de la historia de la competición. Incluso aquellos que sufrieron la dictadura de los Celtics, como Wilt Chamberlain, sintieron como suya la pérdida del gran capitán de Boston. Ese día, hasta el duende abandonó su socarrona sonrisa.