Hace tiempo que el espíritu olímpico dejó de ser lo que movía a los Juegos. Con un mundo tan profesionalizado, en el que el dinero, los patrocinadores y el futuro dependen de un puesto, aquello de ‘lo importante es participar’ solo se contempla en ocasiones muy especiales que se resaltan como la esencia del deporte. Pero, si fuera así, lo que se destacaría serían las astracanadas y salidas de tono, porque éstas conformarían las anormalidades de la competición.
El deporte actual vive con la constante sombra de la duda: la del doping, los amaños y apuestas,… Y lo peor es que a casi todos les pueden pintar la cara, pocos quedan libres de pecado. Por eso, me indigna terriblemente que algunos se erijan como salvadores del honor deportivo y sean capaces de criticar posibles comportamientos poco éticos de rivales sin pensar antes en sus propias actuaciones pasadas. Como Turiaf o Batum, capaces de tomarse la justicia por la mano y agredir a Rudy Fernández y Navarro, cegados por la frustración de la derrota. Entiendo, hasta cierto punto, que un jugador pierda los papeles en un momento en el que las pulsaciones están disparadas, precisamente cuando aparecen la personalidad más incontrolable de las personas, cuando se muestra cómo puede responder alguien en momentos de máxima tensión. Pero nunca comprenderé la intención de hacer daño físico. Menos aún en profesionales (no voy a entrar ahora en el recurso fácil de que son ejemplos para la juventud) que deben estar acostumbrados a la tensión, la victoria y la derrota.
Pero aún peor es que, tras cometer una acción tan barriobajera, el autor sea capaz de justificar un puñetazo diciendo que buscaba que Navarro hiciera teatro con razón y acusara a España de dejarse ganar por Brasil. Lo primero es injustificable, y así lo ha entendido el propio Batum al pedir disculpas en su cuenta de Twitter por su “estúpido acto”.
Lo segundo, puede verse más o menos justificado si el resultado le afecta directamente. Y los franceses así lo sentían. Lógico si se han visto superados por España en los últimos tiempos.
Pero para poder acusar con un respaldo moral suficiente también hay que tener memoria. Y el alero de los Blazers no la tuvo.
No recordó que precisamente hace un año, su selección cayó con estrépito y poca dignidad ante los de Scariolo en el Eurobasket de Lituania por 69 a 96, y su ayer digno entrenador reservó en ese partido a sus dos jugadores franquicia, Tony Parker y Joakim Noah. Su intención era no enfrentarse al anfitrión en semifinales. Sorprendentemente, Macedonia derrotó a los lituanos. En la final del torneo, España barrió a Francia y revalidó el título obtenido en Polonia. Vincent Collet se escudó en recomendaciones médicas y los jugadores galos afirmaban que no había consigna de dejarse ganar y que se esforzaron al máximo. Los miembros de la ÑBA no valoraron la actuación -nunca mejor dicho- de sus rivales. Ahora ellos van de indignados. Pero es Pau Gasol el que da la clave de lo que ocurrió realmente: «Será frustrante que les ganemos siempre».
Me indigna terriblemente que algunos se erijan como salvadores del honor deportivo y sean capaces de criticar posibles comportamientos poco éticos de rivales sin pensar antes en sus propias actuaciones pasadas