Cuando el 28 de octubre de 2008 debutó en la NBA con 16 puntos y cuatro asistencias, Rudy Fernández estaba seguro de que su futuro en la mejor liga del mundo apuntaba muy alto, siguiendo la línea ascendente imparable que su carrera había iniciado en el Joventut. Ese día, protagonizó el mejor debut de un español en el campeonato estadounidense, precisamente ante los Grizzlies de Pau Gasol, el rasero con el que se miden todos los hitos de aquellos que se deciden a cruzar el charco.
Tras cuatro años y después de un duro camino empedrado, la mejor versión de Rudy regresó a la ACB y lideró al Real Madrid -con 22 puntos y cinco rebotes- hacia su segunda Supercopa de España. Tan dominador como siempre, el escolta daba a los blancos un título que, en el formato actual, se había olvidado de su nombre.
Ha vuelto para quedarse, para volver a sentirse una estrella, esa sensación que tanto le gusta y que tanto necesita. Se han juntado el hambre con las ganas de comer. La necesidad ha hecho que el agua y el aceite se mezclen. Laso requería un jugador franquicia para apuntalar un buen proyecto necesitado de una clara referencia y Fernández buscaba el equipo en el que volver a ser grande tras verse ninguneado y reducido a un papel de tirador especialista y matador ocasional en los Blazers.
Los cruces pasados no fueron precisamente amistosos, pero Rudy se ha convertido en un nuevo Petrovic para el Real Madrid. El grado de odio que despertaba el croata con la Cibona fue proporcionalmente inverso a los amores desatados cuando firmó por el club de Concha Espina. Salvando las distancias, las actuaciones (y sobreactuaciones) brillantes y provocadoras, con su punto de arrogancia, del mallorquín con la Penya despertaban sentimientos similares de animadversión en los susceptibles aficionados madridistas, escocidos por unos años duros de pocos títulos y muchas desazones. Pero la fina línea entre amores y desprecios se ha disuelto y el pordiosero ya es rey.
Desde que Petrovic decidió dejar colgado al Madrid y volar a Portland, el club blanco no ha contado con un jugador tan decisivo, con la excepción de Sabonis. Hasta ahora, los roles estaban bien repartidos y se optaba por una responsabilidad coral, más por la falta de un líder claro que por la querencia del técnico. El gran fichaje de la Liga Endesa ha marcado un centro en torno al que girar y al que dar el balón cuando el partido elija sus héroes y villanos. La prueba del año pasado, cuando aterrizó en la capital durante el cierre patronal de la NBA fue un éxito, y el vuelo navideño hacia Denver incluía billete de vuelta cuando llegara el verano.
El primer acto ya se ha cerrado con loas y ovaciones. Si durante la pretemporada dejó que Mirotic adquiriera galones, tan necesario para el equilibrio de poderes entre interiores y exteriores, tres momentos le han sobrado para asumir sus galones ante el mejor adversario, el dominante Barcelona. La final la abrió con dos triples de ‘aquí estoy yo’; un par de mates -con la conexión recuperada con Sergio Rodríguez- marcaron el terreno aéreo; y, de nuevo, tomó el mando para cerrar el triunfo. Sin necesidad de alardes inadecuados, recuperando su esencia. Rudy ha vuelto.
Desde Petrovic, el Real Madrid no ha contado con un jugador exterior tan decisivo como Rudy Fernández