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25 años sin Fernando Martín, el líder que derribó la puerta de la NBA

El 3 de diciembre se cumplen 25 años del accidente que costó la vida a Fernando Martín, el mítico jugador del Real Madrid y de la selección española, que falleció con apenas 27 años.
Es una de esas fechas que uno recuerda nítidamente. Martín era un ídolo y para un chaval como yo era una referencia por su carácter y pundonor. Recuerdo que estaba estudiando (o haciendo como que estudiaba) mientras escuchaba en la radio los partidos del fin de semana cuando anunciaron el accidente. La información se fue ampliando hasta anunciar el fatídico desenlace. 25 años después, lo recuerdo como si fuera ayer, igual que recuerdo el emotivo partido europeo que tuvo que jugar el equipo blanco pocos días después y a Antonio Martín jugando, como hubiera querido su hermano, ese partido. Nadie, desde entonces, luce el 10 en el Real Madrid. Sin embargo, los jugadores merengues vistieron el pasado fin de semana una camiseta de calentamiento con su dorsal y su nombre en el homenaje que le rindió el club de sus amores.
Si os marcó tanto como a mí y recordáis dónde estabais, podéis comentarlo en este post.
Os dejo un texto, actualizado en las fechas, que escribí hace tres año para los diarios del Grupo Vocento recordando a uno de los jugadores más mediáticos de la historia del deporte español:

25 años sin Fernando Martín, el líder que derribó la puerta de la NBA

El jugador más mediático del baloncesto español antes de la eclosión de los «chicos de oro» falleció en un accidente de tráfico el 3 de diciembre de 1989, con apenas 27 años

Hubo un tiempo en el baloncesto en que la distancia entre Europa y Estados Unidos se medía en años luz; en los que Yugoslavia y la Unión Soviética eran la Luna y solo los elegidos podían pisarla.
España fue uno de los que conquistó aquellos castillos prácticamente inexpugnables de la mano del jugador más mediático que ha tenido el baloncesto español hasta la eclosión de la generación de oro (Gasol, Navarro, Calderón, Reyes). Bajo el aura de Fernando Martín, esta selección de un nivel alto pudo colarse entre los equipos grandes del panorama mundial en la década de los ochenta y alcanzar la plata en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles, ante Michael Jordan. Su trágica muerte el 3 de diciembre de 1989, con apenas 27 años, impidió que los aficionados pudieran disfrutar más tiempo del primer jugador español que trascendió más allá de su deporte.
Fernando falleció en un accidente de tráfico por exceso de velocidad cuando se dirigía a ver un partido de su equipo, el Real Madrid, y que él no podía disputar por unos problemas en la espalda. El suceso conmocionó a un país que perdía a uno de sus deportistas más reconocidos y a un personaje que se había convertido también en una estrella para la prensa del corazón. El pívot transmitía y hacía sentir a los aficionados, que se identificaban con su actitud luchadora e inconformista en la pista.
Un jugador irrepetible
22 años después, es recordado por su arrebatadora personalidad, que le llevó a destrozar barreras sin dejarse avasallar. Siempre hizo lo que quiso cuando quiso, sin permitir que otros marcaran su destino. Al poco de fichar por el club blanco, dinamitó la estructura de jerarquías instalada en el vestuario y, con apenas veinte años, se erigió en el líder de un grupo en el que figuraban nombres de peso como Corbalán, Iturriaga o Romay. De hecho, en una época en la que la NBA era inaccesible para el resto del planeta, él decidió el momento de probar la mejor liga del mundo y retrasó un año su marcha a Estados Unidos porque le ofrecían un contrato no garantizado, impropio para su categoría. Al año siguiente, se fue a Portland, convirtiéndose en el segundo europeo no formado en un equipo universitario que fichaba por una franquicia americana, tras el gigante búlgaro Georgi Glouchkov.
Aunque su aventura duró solo un año, y estuvo marcada por las lesiones y por la escasa confianza de su entrenador -jugó 24 partidos en los que disputó 146 minutos (22 puntos y 28 rebotes)-, mantuvo que su objetivo era aprender y que “solo 240 jugadores en todo el mundo” habían logrado lo que él. Cuando regresó a España, volvió con su estilo propio pero mejorado. Si se fue siendo un pívot atípico por su dinamismo, por correr el campo como un alero, con unos movimientos naturales muy efectivos y una dureza defensiva admirable, retornó con los recursos que había adquirido a base de pelear con jugadores más duros y más físicos que los europeos. Para el recuerdo quedan las batallas bajo el aro que protagonizó en los Madrid-Barça con su enemigo íntimo Audie Norris, el mismo gigante que lloró inconsolable en el entierro de Martín.
Fernando hizo de cada situación de su vida un reto y el deporte era el escenario perfecto para marcarse metas que alcanzar. Era un superdotado, un superatleta que, antes de destacar en el baloncesto, ya lo había hecho en el balonmano y la natación. Su afán por superarse era incluso mayor que su gran talento. Pero esa búsqueda continua de sus propios límites le hizo estar en un constante conflicto consigo mismo, como ha reconocido en algunas ocasiones Lolo Sáinz, su técnico en el Real Madrid.

Martín, con tilde

Fernando Martín imponía su personalidad allá donde iba. Nada le paraba, le limitaba o le coartaba. En la NBA no dejó que borraran sus señas de identidad y, además de conservar su número 10, hizo que, al imprimir su apellido en la camiseta, conservara la tílde sobre la i.
Veinte años después, Rudy Fernández le rindió un merecido homenaje cuando lució la camiseta del jugador español pionero en la liga estadounidense en el concurso de mates de 2009.

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