La crisis económica ahoga a la mayoría de los clubes de baloncesto. Muchos de ellos se han visto abocados a la desaparición, a acogerse a la ley concursal o, como mal menor, a aplicar la tijera a sus presupuestos para ajustarlos a los duros tiempos de decadencia actuales.
Pero la ACB ha decidido alejarse de esta oscura sombra que cubre a la segunda mejor competición de baloncesto del mundo y que ha provocado la fuga de talentos hacia Turquía y Rusia y quiso mostrar su mejor cara este miércoles, en la presentación de la Liga Endesa.
Bajo un halo de optimismo desmedido se celebró el acto con el que la ACB sacó músculo y para el que tiró de algunas de sus grandes estrellas. El renqueante Juan Carlos Navarro y el gran fichaje del verano, Rudy Fernández, encabezaron la lista de representantes de los 18 clubes que disputarán, a partir del sábado, el torneo regular. Si el escolta catalán y el Barcelona, instalados en la realeza europea desde hace ya tiempo, han sido el emblema durante las últimas campañas de la calidad que atesoraba el campeonato, el reciente MVP Orange de la Supercopa es la incorporación que le permite sacar la cabeza ante la emergencia de otros países.
El siempre ingenioso Juanma López Iturriaga actuó como conductor de la fiesta, celebrada en la sede central de la empresa patrocinadora en Madrid, que incluyó el concurso de mates y de triples, recuperados tras un año pasado en el que no se celebraron.
El presidente de Endesa, Borja Prado, destacó el éxito del acuerdo firmado la anterior campaña, que definió como «un matrimonio bonito» y «que ha superado ampliamente las expectativas». Además, esperaba prolongar esa unión porque, según explicó, identificaba los valores de su empresa con los del baloncesto -»trabajo en equipo combinado con individualidades»-. En la misma línea se expresó el director general ejecutivo de la ACB, Albert Agustí, que agradeció la «fructífera» relación y que igualmente mostró su deseo de que siguiera creciendo.
La euforia generalizada salpicó también a los jugadores presentes en el espectáculo. Si Rudy y Navarro, como los miembros de los dos grandes llamados a dominar la liga, eran más comedidos a la hora de valorar sus posibilidades y daban oportunidades a todos, otros como el capitán del Valencia Basquet, Rafa Martínez, consideraba que equipos como el taronja, el Unicaja o el Caja Laboral debían ser alternativas válidas a la esperada bicefalia. Mientras, Berni Rodríguez aseguraba que estaba disfrutando de su condición de novato en el UCAM Murcia, en donde ha vivido una «rápida adaptación» tras su dolorosa salida de Unicaja.
Concursos
Pero el plato fuerte del acto, entre las actuaciones de las ‘cheerleaders’, llegó con los concursos. En un escenario que recordaba al patio interior de la película ‘Celda 211’, con los numerosos y entretenidos aficionados parapetados por las galerías superiores que envolvían la media pista en la que se celebraron las competiciones, Sergii Gladyr, del Mad-Croc Fuenlabrada, se impuso en una disputada batalla de lanzadores de triples a Rafa Martínez y Chad Toppert en la última ronda, mientras que el estadounidense James Gist, del Unicaja, fue el más espectacular en el concurso de matadores.
Entre los artilleros, Carl English, Alberto Corbacho, Kostas Vasileiadis, Javi Salgado y Rudy Fernández no pasaron la primera criba. En la final, fue el jugador ucraniano el más efectivo y logró su segundo título tras el que ya obtuvo en 2010, cuando militaba en el Manresa.
Los mates pusieron el cierre más brillante. Alhaji Mohammed, Tomas Satoransky, Charles García, Marcus Slaughter y James Gist eran los saltarines seleccionados. El concurso tuvo un nivel más que aceptable, y fue Slaughter el que más divirtió con sus gestos y bailes. El pívot madridista incluso contó con la ayuda sorpresa de su compañero Sergio Rodríguez como pasador en la ejecución de dos de sus intentos. Mohammed intentó sobornar al jurado con botellas de Blancos de Rueda y García se disfrazó del mismísimo Steve Urkel para destrozar la canasta. Sin embargo, el salto más valorado, con 48 puntos, fue el giro de 360 grados que Gist acabó hundiendo en el aro y que cerraba su actuación.