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Héctor Esteban

El francotirador

Caraduras


Los sábados por la mañana tengo la sana costumbre de almorzar con mis amigos. En un bar de pueblo donde en la mesa no faltan los cacahuetes y los encurtidos. La tertulia comienza al ritmo de los bocadillos que llegan con un embutido que reta al colesterol, tortillas de patata tamaño bordillo, jarras de cerveza, café y chupito. En este particular sanedrín de casi cuarentones hay parados con licenciatura, cirujanos de serrucho, arquitectos del plano y paletas linces del nivel, un letrado, algún comercial del oro y uno que ha hecho lo imposible para que Naomi Watts haya sido nominada a los Oscar. Yo soy el periodista, al que le suelen preguntar de todo como si un servidor fuera la Larousse sobre los temas de actualidad.

El sábado pasado, uno de mis colegas, que se gana la vida entre virutas de madera, me dijo: “¿Vuestro trabajo para qué sirve? Estaréis hartos. Denunciáis y publicáis cosas pero aquí nunca pasa nada. Todos siguen en el mismo sitio. Mira el Bárcenas ese. Mete caña, hay que meter más caña“. Este tipo de reflexiones siempre termina con la misma sentencia: “Menuda panda de chorizos. ¿Se creen que somos gilipollas? ¡Caraduras!”. Con un mal gesto se giró, se zampó la catalana y se levantó para ir a fumar a la calle no sin antes dejar encargado para la vuelta su café y un chupito de Fray Angélico.

El tío me dejó pensando. Parte de su reflexión era acertada.

Bárcenas, el guardián del dinero

Y sí, hay que tener la cara muy dura para amasar 22 millones de euros en chocolate suizo como Luis Bárcenas. O para orquestar una trama con el fin de robarle el dinero de la cooperación a los más pobres. Y para hilar una contrata de basuras para luego echarle el muerto al funcionario fallecido, por lo que fue condenado el exdiputado del PP Hernández Mateo.

Tener tragaderas para construir un restaurante de lujo de 1,8 millones en Les Corts que está cerrado y que no pase nada. Mucho morro para que florezcan unos sobresueldos parlamentarios en el PP que se pagan desde hace lustros y que los socialistas se sumen a las críticas cuando también los abonaban hasta no hace mucho.

La indecencia de haber tirado de tarjeta pública sin corsés, de servirse de parkings y peajes gratuitos hasta en las fiestas de guardar, de llenar el buche y satisfacer el gaznate con menús subvencionado a menos de 5 euros mientras los niños se quedan sin becas de comedor.

De hacer el paseíllo como bomberos toreros bajo el portón del Tribunal Superior de Justicia y atreverse a decir que los consellers son como faraones (supongo que con corte y todo señora Martínez). Hay que tener mucha barra para cobrar durante casi seis meses un sueldo público y no pisar tu puesto de trabajo ¿o no, señor Soler?

Tener la cara como el ‘cemento armao’, como me martilleaba mi padre, para tener un sueldo de diputado y completarlo con actividades privadas y pluses locales. Hay que vivir muy lejos de la realidad para no convocar un pleno en 50 días. Hay que ser muy mentiroso para no cumplir un programa electoral con el que se ganaron unas elecciones y muy rastrero para azuzar la crítica sin reconocer que unos son tan culpables como los otros.

Concursos de un millón de euros para comprar muebles para sus señorías. Imputados que conocen los secretos antes que el juez. Instrucciones con sabor a ron Brugal. Juicios con mucha correa. Y prebendas, cargos vitalicios, coches oficiales, paraísos fiscales y exesposas bipolares que unos días son Irene y otros Amy.

Mi colega, el que vive entre virutas, volvió a la mesa tras fumarse el cigarro. Le dije: “Tienes razón en una cosa: hay mucho caradura suelto y piensan que somos gilipollas. Pero no te puedo dar la razón en la otra: el periodismo sí que sirve, sirve para que tú te enteres de todo lo que hacen los caraduras, para denunciar toda esta mierda, para agitar conciencias y mientras haya un periodista vivo, uno solo, muchos no podrán dormir tranquilos“.

 

 

 

 

 

 

 

Por Héctor Esteban

Sobre el autor

Periodista. Me enseñaron en comarcas, aprendí en política y me trastorné en deportes. No pretendo caer bien. Si no has aparecido en este blog, no eres nadie.


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