Viernes, 3 de mayo de 2013.
Plaza de la Virgen de Valencia. Siete de la tarde
A vista de pájaro, la fotografía de mi compañero Jesús Signes congela a miles de personas que abarrotan la plaza como muestra de apoyo a los familiares de las víctimas del metro. Del accidente de la Línea 1 con 43 muertos y 47 heridos. Signes y yo nos entendemos con un par de palabras. Como el día en que abominamos de Elena Valenciano y su caridad asquerosa a la búsqueda de publicidad.
Una foto con miles de personas. Sin banderas. Sin pancartas más allá de las necesarias, las de la memoria. Sin paneles sindicales. Sin políticos protagonistas. Una masa de gente en la que se mezclan ideologías, edades, sexos y sentimientos para concentrarse en la fuerza de un pueblo que cuando sale a la calle sin complementos, sin siglas y sin colores se hace INVENCIBLE.
El que no entienda esto tiene un problema.
Sábado, 25 de abril de 2013
Calle del General Tóvar de Valencia. Acera que bordea la Glorieta. Cerca de las ocho de la tarde.
Salgo del subterráneo de la plaza de Tetúan acompañado de mis hijos. Observo un despliegue policial y recuerdo que ha habido una manifestación.
A mi derecha, un furgón de la Policía Nacional con siete u ocho agentes con el casco y la porra en el cinto. Tranquilos. De tertulia.
A mi izquierda, en sentido contrario, tres jóvenes: dos chicos y una chica que han ido a la manifestación y se van una vez finalizada.
No entendí la postura del agente ni el motivo de la provocación ni la necesidad de intentar generar un conflicto.
He defendido la actuación policial en muchas ocasiones. Incluso el día en que en la puerta de Les Corts hubo respuesta a la provocación continua de un grupo minoritario dentro de un colectivo más amplio de manifestantes. Un día en el que incluso algunos políticos, con muy mal criterio, alimentaron lo que pasó después.
Defiendo que la mayoría que protesta lo hace con razón. Defiendo que la mayoría de los agentes cumple con ejemplaridad.
Huyo de aquellos que se dedican a demonizar la labor de muchos policías en las algaradas callejeras. Huyo de ese grupo minúsculo que no entiende la protesta sin violencia. Huyo de esos agentes de la Policía que no entienden que su labor, por encima de todo, es mantener el orden y la seguridad.