La A-3 es una vergüenza. Con esta frase podría dar el post por terminado y quedarme tan pancho. Pero necesito desahogarme. Déjenme por favor. Estoy harto. Hasta los mismísimos de hacer un viaje de ida y vuelta de treinta kilómetros y jugarme la vida por obra y gracia de nuestros señores políticos.
Un buen amigo me contó no hace mucho que un empresario, que tiene una de sus fábricas más importantes allí donde vivo, se quejó amargamente al presidente de la Generalitat, Alberto Fabra, del lamentable estado de una de las carreteras más importantes de España. El empresario, uno de esos hombres que ha hecho fortuna tras muchos años de duro trabajo, le pidió al presidente que se aceleraran en lo posible las obras de la A-3 porque su camiones circulan todos los días por ahí y sus chóferes se juegan la vida. La respuesta del presidente -según le contó el afectado a mi amigo- fue el silencio. Fabra calló, se dio la vuelta e inició otra conversación. Ese empresario, anonadado, no dio crédito. “Era la primera vez que me dejaban con la palabra en la boca”, confesó.
La A-3 y la N-340, otra de las carreteras que cruzan nuesta Comunitat, son las peor conservadas de España para los conductores profesionales (autobuses y camiones), según un sondeo realizado por la Asociación Española de la Carretera (AEC). Si los que van todo el día al volante así lo dicen, tontos no serán. Hace pocos meses murió hasta una jirafa por culpa de las obras en el viaducto de Contreras.
Durante los más de cuatro años que llevan en marcha las obras, con un retraso desesperante, los accidentes se han sucedido. En su mayoría, pequeñas colisiones para disgusto y cabreo de los conductores, aunque también se ha dado el vuelco de un camión cargado con gas que obligó a cortar durante casi un día la A-3. El caos absoluto. Durante muchos meses, las marcas viales han sido dobles (miren la foto de arriba), los carriles se han reducido a su máxima expresión, el asfalto es ruinoso, y muchas noches la vía ha sido un laberinto de conos y señales luminosas para desviar a los conductores por caminos secundarios de vías de servicio con meretrices de la Europa del Este como único servicio abierto.
Así, entre prostitutas, conos, luces y ciclogénesis explosivas (que se lo digan a mi amigo Pedro atrapado durante horas con un bebé de cinco meses en plena A-3 aquella noche que el mar llevó a dos barcos a la orilla de la playa de el Saler), los sufridores conductores intentamos llegar vivos al trabajo y a casa.
Ahora las obras están en la recta del aeropuerto de Manises. Dos carriles modelo fideo para que turismos y camiones circulen a un máximo de 80 kilómetros por hora, aunque no lo respeta ni la Guardia Civil. Y encima con un culito, con un culito de alterne de proporciones gigantescas modelo albaricoque con el reclamo de “Hello baby” como si nos hubiéramos visto alguna vez. Allí está. En plena recta para distracción de todos los conductores que pierden el hilo de la carretera y sus laberínticas marcas viales para echarle un ojo a la chica de la minifalda mientras los niños gritan: “Papaaaá, a esa niña se le ve el cuulooo”.
Ya pedí no hace mucho que quitarán del ‘puente de la muerte’ (ese tramo que hay en la Universidad Laboral de Cheste) a una rubia que lucía desnuda y sumisa para sobresalto de muchos conductores. Los que pasamos por allí todos los días hasta le guiñábamos el ojo de vez en cuando. Al final, a la rubia la desmontaron para que no se quedara como un símbolo patrio igual que el toro de Osborne, que luce menos atributos que aquella gachí amorosa previo paso por caja.
Llegará un día, siempre al calor de las elecciones, que nuestros políticos no tendrán vergüenza en cortar una cinta para inaugurar unas obras que llevan muchos años de retraso, donde sufridos ciudadanos se han dejado miles de euros en arreglar su coche y donde los accidentes han sido una rutina más. Vendrán de Madrid, ufanos y orgullosos los ministros del Gobierno, y en Valencia les recibiremos con los brazos abiertos: “Gracias, gracias por llevar al límite de la desesperación a miles de conductores que durante años se han chupado el infierno de la A-3“. Y habrá banda de música, canapeses y cava. Como Dios manda.
Que hagan lo que quieran, nos da igual. Sólo quiero decirles una cosa a aquellos que vengan a cortar la cinta. Siento la grosería pero las obras de la A-3 nos llevan de ‘culo’.