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Héctor Esteban

El francotirador

El dinero público, para bancos y grandes empresas

Aquí el dinero público se lo llevan los cuatro de siempre. Cuántas veces hemos escuchado usted y yo está máxima en los últimos años. Miles. La frase debe aparecer por imperativo en cualquier tertulia de calle o de barra de bar que se precie. Porque es la verdad. Las grandes empresas y los bancos son los que nunca pierden. A través de contratos multimillonarios con la administración y facilidades para el despido en el caso de las primeras, y con salvavidas de dinero público (suyo y mío) para entidades de crédito que se lamentan por su pérdida de beneficios -sí, beneficios- mientras ignoran que durante años enmarañaron a miles de ciudadanos con asuntos como las preferentes y demás derivados del timo de la estampita.

Que el dinero se lo llevan cuatro no sólo lo digo yo, que también lo digo, sino que incluso lo desliza el Tribunal de Cuentas, que para entendernos es el órgano que se encarga de controlar a qué destina el Gobierno (sea del color que sea) el dinero público. Una especie de chivato de la gestión económica. El Tribunal de Cuentas no profundiza más allá de lo necesario ni de lo deseable para los políticos. De vez en cuando, en soporíferos informes, apunta alguna perla que hay que encontrar después de mucho bucear.

Pogámonos en situación:

  • Con la aparición de la crisis económica, muchos ayuntamientos y otras instituciones dejaron de pagar a sus proveedores. Se tuvieron que acostumbrar a vivir en precario y eso es muy jodido. De repente, se vieron arruinados tras el festival del despilfarro y el jolgorio de piscinas cubiertas, polígonos industriales, auditorios y reurbanizaciones que sabían que no se podían sostener pero que a pesar de todo se ejecutaron por la voracidad electoral y porque el dinero no era del cargo público de turno. Estos tipos de excesos deberían de estar en el Código Penal para que futuros alcalduchos se recaten a la hora de proyectar y firmar.
  • La falta de dinero derivó en morosidad pública. Comercios, carpinteros, fontaneros, profesionales de la papelería, imprenta… bajaron la persiana de su negocio porque su Ayuntamiento, el que religiosamente le cobraba los impuestos, no le abonó las facturas de sus trabajos o servicios. El mismo Ayuntamiento que asfixió al convecino a base de tributos era el principal moroso del pagano proveedor.
  • Ante la inexistente liquidez, apareció papá Estado. El Gobierno aprobó un decreto bautizado como plan de pago a proveedores para afrontar las deudas de los manirrotos municipios y gobiernos autonómicos. El importe total del Real Decreto 4/2012 fue de 9.598 millones de euros. A finales de 2011, se debían 1.796.690 facturas a 114.934 proveedores de Ayuntamientos y entidades locales.

Aquí viene el dato. ¿Quién se llevó ese dinero? ¿Quién ingresó la mayor parte del fondo público alimentado con sus impuestos y los míos? La solución la tiene en la primera línea de este post: los cuatro de siempre.

Recuerde, no lo digo yo, sino el Tribunal de Cuentas (página 64 del informe “Gastos ejecutados por las entidades locales sin crédito presupuestario”). Se lo explico:

Como ya le he contado, 114.934 proveedores tenían que repartirse 9.598 millones de euros. Pues bien, 2.425 millones de euros, un 25% total del fondo habilitado por el Gobierno, fueron a parar a diez empresas. Sí, sí, no me he equivocado: D-I-E-Z empresas. Conclusión: el 0,0087% del total de acreedores se llevó uno de cada cuatro euros (25%) del plan.

 

¿Sabe qué empresas son las beneficiadas? Pues mire, según el informe, los 2.425 millones de euros se los repartieron dos grandes firmas de limpieza y recogida de residuos (estas se llevaron 1.234 millones de euros y la mayoría sin presupuestar); una constructora; otra que presta servicios y una más que se dedica a la instalación y mantenimiento de redes electrónicas. Blanco y en botella.

¿Y las otras cinco? Pues bancos, hombre, bancos. Rescatados y no rescatados. ¡Cómo se iban a quedar las entidades de crédito fuera del reparto! Del plan ingresaron casi 595 millones de euros a través de los descuentos que los propios proveedores, ahogados por las deudas, derivaron a favor de la entidad. Lo que los entendidos llaman ‘factoring’. En lugar de cobrar, el afectado, que igual lleva meses sin poder encender la calefacción de su casa, lo desvía al banco para al menos saldar algunas de las deudas.

Lo que me hace gracia es que después la gente se extraña de que los políticos terminan trabajando en grandes empresas y entidades de crédito con sueldo millonarios. ¡Qué ilusos somos!

 

 

Por Héctor Esteban

Sobre el autor

Periodista. Me enseñaron en comarcas, aprendí en política y me trastorné en deportes. No pretendo caer bien. Si no has aparecido en este blog, no eres nadie.


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