Valencia huele mal. A caca cocida por el calor. Está sucia. Repele. La mala educación ciudadana y la falta de servicios han convertido a partes iguales la vía pública en un basurero. En un estercolero.
Los chicles, como lapas pegajosas, inundan el centro de la ciudad. Mugriento. En plena milla de oro. En el cogollo turístico como lamentable tarjeta de presentación. Si el centro está dejado, el extrarradio está olvidado. Barrios perdidos, los que forman parte de la ronda, donde el 89 y el 90 transportan a obreros y parados. Asfixiados por los impuestos. Ahogados por la falta de servicios municipales, por el hedor de las calles llenas de mierda -no puedo ser fino-, donde se ha recuperado la vieja y peligrosa costumbre del azufre para ahuyentar a los perros de los portales. Las quejas por falta de limpieza se han incrementado con la crisis. Oídos sordos.
El jueves 30 de octubre, a las diez de la mañana, una vuelta a la manzana fue suficiente. La pastilla que forma la avenida Burjassot, la calle San Pancracio, la plaza Joaquín Dualde, la calle Goleta y la avenida Peset Aleixandre. En los límites de Zaidía. A las puertas de Benicalap. Donde viven los obreros. Los emigrantes. Los pobres.
Cerca de donde el nuevo Mestalla, esa vergonzosa tartaleta de hormigón, divide a las clases sociales. En la fachada principal, en la avenida Cortes Valenciancias, hay poder. Detrás, en la fachada trasera, pudor.
Excrementos como ensaimadas. Orines impregnados en la acera. Ennegrecidos por el sol. Alcorques convertidos en basurero. Cagallones como ristras de longanizas. Una vuelta me bastó.
Esta es la primera pieza con la que me encontré en la avenida Burjassot. Bonito ejemplar. En su jugo.
Un poquito más adelante, objetos no identificados reposando en las esquinas ennegrecidas por los orines perrunos.
Y lo que puede ser un vómito seco o cualquier cosa que se le parezca.
Los alcorques de los árboles, abandonados a su suerte, son el espacio idóneo para que los maleducados que pasean al perro y no recogen sus desperfectos dejen huella.
En la esquina de la avenida Burjassot con la calle San Pancracio, un contenedor de recogida de vidrio debe de llevar semanas sin ser levantado. Arena y orín a partes iguales.
La vida es una paradoja. Un poquito más adelante. Papel higiénico. A discreción sobre la acera.
Unos pasos más allá un ejemplar cum laude. Cinco estrellas.
En mi escatológico paseo me encontré con una solución casera. Ilegal incluso. Peligrosa para los niños. Veneno puro. El azufre, ese método para evitar que los perros orinen en los portales. En uno de los patios de la plaza Joaquín Dualde.
Uno metros más allá, ya en la calle Goleta, un catálogo de decoración. Muebles, ese clásico de las calles valencianas.
Para que la fiesta fuera completa, no hay que olvidar la combinación pipí y caca. Como los niños pequeños.
Al final de mi recorrido, para volver al punto de partida, doblé la esquina de Peset Aleixandre con la avenida Burjassot. Primero, un catálogo hecho trizas.
Bajos inmundos, con aceras repletas de chicles y mugre a mansalva.
Y, con el modelo ensaimada (ver la primera foto) a la vista, lo inevitable
Todo pasó en cinco minutos. Lo que tardé en dar la vuelta a la manzana con una parada para comentar con un vecino la jugada. La falta de educación ciudadana, incapaz de salir de casa con una bolsa para recoger el mojón del perro, se sitúa al mismo nivel que la escasez de servicios de limpieza para barrios abandonados por la crisis, dejados de la mano municipal, olvidados hasta llegar al dintel de las elecciones.
Un barrendero para toda la zona. Recogiendo las hojas del parque. Garbillando agua. Ante la pasividad del área de limpieza del Ayuntamiento. La crisis se ha llevado por delante hasta la higiene.
Ni un policía de barrio. Capaz de meter en vereda a aquellos que minan las aceras. A los culpables del estercolero. Papeleras repletas. Todo lleno de mierda. En Benicalap, en Zaidía, en Torrefiel, en Malilla, en San Isidro, en Nazaret… Nunca nos dijeron que pagar impuestos fuera sinónimo de tener servicios. Hace falta mano dura. A partes iguales. Sanciones ejemplarizantes para los guarros. Responsabilidades mayúsculas para los que gestionan lo público.
Valencia es un basurero. Huele mal.
La ráfaga: Abro una encuesta. ¿Sancionaría usted a aquellos que tiran las colillas al suelo? Yo sí