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Mikel Labastida

El síndrome de Darrin

Empecemos por el final

“Es mejor estar callado y ser tomado por tonto que abrir la boca y despejar las dudas”

Lisa Simpson

 

Este blog comienza por el final. Ya ves. Por donde las cosas suelen acabar. Porque en la vida muchas veces no importa cómo empiezan algunas situaciones sino el modo en que terminan. Así que ponemos el punto y final y arrancamos. Tres, dos, uno… Ahora que apenas quedan poco más de dos meses para que la temporada televisiva culmine, ahora que la mayoría de las series se encaminan irremediablemente hacia sus últimos capítulos… Ahora, justo ahora, iniciamos este blog. A veces en el tiempo de descuento sucede lo mejor.

Y lo peor. ¿Quién no recuerda alguna relación que haya concluido de manera desastrosa? O problemas que se resolvieron de la peor forma posible. O trances con un colofón delirante… Y, vale, no es lo mismo, pero ¿quién no tiene en la cabeza alguna serie que no estuvo a la altura a la hora de echar el cierre? Que nos lo pregunten a quienes vivimos durante seis años en la isla rodeados de osos polares, estatuas de cuatro dedos, sonidos mecánicos, estaciones y humo negro…

Un final infame nunca se olvida. Lo cual, mira, pues a lo mejor no está tan mal. ¿Cuántas discusiones sigue provocando el desenlace de Lost? Seguramente muchas más que aquel estupendo de ‘A dos metros bajo tierra’ teñido de blanco… En pocas semanas dos de las ficciones americanas más emblemáticas de los últimos años se despedirán de la audiencia, Mujeres desesperadas (13 de mayo en EE. UU.) y House (21 de mayo). Las vecinas de Wisteria Lane y los médicos del Hospital Princeton-Plainsboro dirán adiós. Ahora sólo falta que sus seguidores (entre los que no me encuentro) queden satisfechos.

Quizá los guionistas opten por un cierre descafeinado. Lo importante es que hablen de él, aunque sea mal… Así que imaginemos el peor final posible. Y cuidado, que nadie se lleve a engaño, hacerlo no es sencillo. No, no es nada simple.

A veces escoger la opción más desastrosa requiere desechar un montón de ideas inteligentes, decentes y consecuentes con lo que la serie ha pretendido durante su emisión. Un ‘brainstorming’ en el que sólo puede salvarse el invento más alocado. En algunos casos tomar sustancias psicotrópicas también ayuda. Sólo así se explica que a alguien se le ocurriese bajar el telón de Los Colby, filial de Dinastía, con una de sus protagonistas, la díscola Fallon, abducida por un OVNI.

Pero bueno, no hay que desvariar. No es necesario ir tan lejos para hacer un final decepcionante. En ocasiones simplemente se debe plantear un guión de lo más predecible para dejar al espectador impasible y con cara de tonto. ¿150 capítulos para esto? Pongamos por caso Sensación de vivir, la serie con la que muchos (de)crecimos en nuestra adolescencia. ¿Cómo podía terminar? Pues con la boda de Donna (la chica virgen hija del productor) y David (el DJ friki que luego se convirtió en guay). Y todos sus amigos bailando unidos a su alrededor. ¿Y ‘Salvados por la campana‘? Adivinen. Se despidió con el enlace de Zack Morris y Kelly Kapovski. Hasta Steve Urkel logró comprometerse con Laura Winslow en ‘Cosas de casa‘. Originalidad absoluta.

Puestos a sorprender, una mente pensante decidió desvelar a la hora de rematar Roseanne, la historia de la disfuncional familia Conner, que la mayor parte de las historias sucedidas en la ficción habían salido de la imaginación de la protagonista y nunca habían sucedido tal cual. Algo parecido al sueño de Resines en ‘Los Serrano’. Eso sí que fue una sorpresa.

No más que el ‘asesinato’ de J. R. para terminar conDallas. No era el primer disparo que recibía el villano a prueba de balas, la novedad aquí llegaba en que quien empuñaba la pistola en esta ocasión era un espíritu. Puro realismo. O realismo mágico.

Hay finales precipitados, como el de Flash forward, con el mundo desplomándose y asistiendo a nuevas visiones sobre lo que sucedería en el futuro. Vamos, como comenzó, para qué dar más vueltas. Y otros que consiguen cabrear al espectador porque la trama se queda a medias. ¿Qué pasó con las múltiples vidas de Tara en United States of Tara? ¿Qué sucedió con Alf una vez lo capturó la Fuerza de Tareas Extraterrestres? ¿Qué fue del coronel Decker que perseguía al ‘Equipo A‘? Para arreglar estos desaguisados siempre se puede hacer una película varios años después.

Un rollo cutre ayuda para hacer un magnífico mal final. Diez años estuvieron aguardando los seguidores de Smallville con el fin de ver cómo Clark Kent se convertía en Supermán para que en el último momento apenas se le vea con el traje y la capa volando por el universo con unos efectos especiales propios de Muchachada Nui.

Si ninguna de estas ideas convence al guionista le aconsejo que opte por algo más drástico, algo así como que los espectadores asistan al desmantelamiento literal de la serie, que sea testigo de cómo se desmontan los decorados y los actores abandonan los estudios y gran parte de su cordura. Aunque, aviso, eso ya lo hicieron en Luz de luna.

 

Y esto es-to-to-todo amigos… Por ideas para hacerlo fatal no será. Si los creadores de ‘Mujeres desesperadas’ y ‘House’ no logran pifiarla y hacen una cosa medianamente digna y decente allá ellos. Consejos y referentes no les han faltado. Aunque igual prefieren elaborar un desenlace memorable como fueron los de ‘Los Soprano‘, ‘El fugitivo‘ o ‘The wire‘. Hay gente para todo…

 

Y como no hay final que se precie sin títulos de crédito acabemos este post con ellos. El síndrome de Darrin no se habría puesto en marcha si la diputada 100 (@MartaHortelano) y @PedroCampos_LP no me hubiesen animado a hacerlo. Ni sin la ayuda en el apartado técnico de @Silvia_Guillen_. La fantástica cabecera que veré cada vez que escriba algo aquí se la debo a @jagomezrivera. Para quejas, sugerencias y otras necesidades humanas, mi correo es mlabastida@lasprovincias.es

 

 

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Sobre el autor

Crecí con 'Un, dos, tres', 'La bola de cristal' y 'Si lo sé no vengo'. Jugaba con la enciclopedia a 'El tiempo es oro' imitando al dedo de Janine. Confieso que yo también dije alguna vez a mi reloj: "Kitt, te necesito". Se repiten en mi cabeza los números 4, 8, 15, 16, 23, 42. Tomo copas en el Bada Bing. Trafico con marihuana en Agrestic y con cristal azul en Albuquerque. Veo desde la ventana a mi vecino desnudo. El asesino del hielo se me aparece en cada esquina y no me importaría que terminase con mi vida para dar con mis huesos en la funeraria Fisher.


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