“Come the fuck in or fuck the fuck off”
Malcolm Tucker
Propongo un juego antes de empezar esta entrada. Vamos a pensar en los políticos, en los que nos (des)gobiernan y en los que lo intentan. En la cara que nos muestran y en la que esconden. ¿Cuál se ajusta más a la realidad? ¿La que aparece en el primero vídeo que enlazo o la del segundo? Se admiten apuestas. Vean y seguimos hablando. (Es un decir).
Si eres de los que piensas que es posible que este o cualquier país lo dirija alguien idealista, que hable varios idiomas, que sea íntegro y además posea un Nobel de Economía, no lo dudes, si no la has visto ya, hazte con ‘El ala oeste de la Casa Blanca’.
Si por el contrario consideras que los políticos están poco preparados, actúan por improvisación, sólo quieren salvar su silla y esconden su verdadero rostro quizá puedes dar una oportunidad a la nueva serie de HBO, ‘Veep’.
Hace unos años ‘Sí, señor ministro’ abrió la veda para reírse de y con la clase política. Con cantidades ingentes de sorna e ironía dibujaba a gobernantes incorrectos, que se equivocan y, en ocasiones, son maquinadores.
‘The thick of it’ fue un paso más allá. Bueno, uno no. Cuatrocientos. Bebe del estilo de falso documental utilizado por series como ‘The office’ o ‘Parks and recreation’ para acercarse a la política británica. Es cruda, es descarada, es bestia. Es real. Recurre al absurdo para presentarnos a unos personajes poco preparados para sus puestos y que se aferran a lo que sea necesario para continuar en el poder.
El mismo director, Armando Ianucci, saltó después a la gran pantalla con ‘In the loop’ y ahora se ha propuesto adaptar su éxito en la televisión americana, dibujando a la segunda de a bordo del presidente de Estados Unidos.
La vicepresidenta es torpe, metepatas, incompetente, malhablada y está rodeada de una panda de ineptos. No mide sus palabras, no calcula las consecuencias de sus decisiones, no es capaz de controlar sus impulsos y va reparando sus embrollos sobre la marcha y con parches. En sus gestos es una mezcla de Tina Fey (de ’30 Rock’) y la niña de Shrek (la de Buenafuente). Le faltan tablas, es insegura y no sabe controlar a sus subordinados. La vicepresidenta es una joyita, vamos.
¿Soraya? ¿De la Vega? No, no hablo de ellas. Esto es ficción. Es ‘Veep’. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Ejem. Selina Meyer ha llegado con la misión de emular, de un modo completamente diferente, el éxito de ‘El ala oeste de la Casa Blanca’. Aún es pronto para saberlo, ya que apenas se han emitido tres episodios de la serie.
No es fácil, Aaron Sorkin puso el listón alto. Con humor inteligente y unos diálogos ágiles consiguió desnudar el funcionamiento de la Casa Blanca. Fue perdiendo fuerza a medida que avanzaban las temporadas pero, aún así, fue uno de los mejores retratos de los discutibles métodos políticos. Este último es un asunto en el que han incidido otros títulos relevantes, bien mostrando lo que se espera de los mandatarios o reflejando lo que se teme de ellos. Es el caso de ‘The house of cards‘, ficción británica que refleja la lucha encarnizada por convertirse en el candidato del partido conservador para reemplazar a Margaret Thatcher, o ‘Borgen‘, que presenta a una mujer que se convierte en primer ministro de su país y ha de batallar con su propio equipo, la oposición e, incluso, con los problemas que la nueva situación provoca en su familia.
No logró conectar con el público ‘Commander in chief’, que aquí se tradujo en algo así como ‘Señora Presidenta’. Tomaba el mismo punto de partida que ‘El ala oeste…‘, la posibilidad de que al frente de Estados Unidos estuviese alguien tan improbable como un idealista premio Nobel en aquel caso o una mujer en este. A pesar de la buena interpretación de Geena Davis el cúmulo de tópicos dieron al traste con la serie.
Los políticos raramente salen bien parados en la tele. Parece que los guionistas se creen más la versión de “le hemos quitado un puesto al hijoputa” que la de “intentamos ser justos y equitativos”.
‘Veep‘ ha optado por la sátira. El problema es que le falta mala leche y mordacidad. Los enredos y los tropezones de la vicepresidenta o el recurso de hacer chistes que incluyan las palabras ‘pedo’ o ‘caca’ no son suficientes. El problema de ‘Veep‘ es que todavía tiene complejos. En cuanto se los quite de en medio seguro que crece.
Tampoco estaría mal que se quitase de encima personajes tópicos como el del típico asesor guapito de cara sin escrúpulos o a la insoportable Anna Chlumsky, que interpreta a la ayudante de la vicepresidenta. Esta actriz ya me irritaba de niña. ¿Recuerdan a la pequeña Vada de ‘Mi chica’? Pues es ella. No la aguantaba de cría (vale, sé que acabo de perder al 50% de los lectores), y ahora la cosa ha empeorado con tanta carita y mohín. Qué se yo, quizá los guionistas pudiesen meter unas avispas a tiempo y resolver este escollo…
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