“Tenéis tres opciones: escapar, esconderos o morir”
Danielle Rousseau
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Aunque no lo parezca (ejem, ejem) yo viví en los años en que en España la tele se veía en blanco y negro. Soy de esa generación que alguna vez puso delante del receptor papel de celofán para intentar discernir algún color.
Hasta aquí la batallita del abuelo. Punto y aparte.
De aquello hace 200 años. Sin embargo, a la televisión en España ha vuelto el debate sobre qué es mejor, el color o el blanco y negro. Las cadenas se han enzarzado en una batalla polícroma.
Antena 3 últimamente parece un detergente. Todo lo vende limpio, blanco y transparente. Ni rastro de mácula. Nada de gritos, culos ni insultos. Buen rollo, paz y amor. Antena 3 es la televisión en la que antes aparecía María Patiño hinchando la vena y también Patricia, en un diario en el que invitaban a dos hermanos que no se encontraban desde hace siglos y se peleaban en directo.
Pero de la noche a la mañana aquella cadena, al no conseguir la audiencia deseada, dio un giro y se convirtió en lo que ellos llaman tele blanca. Esto es, que cada vez que se estrena un programa el presentador se encarga de recordar diez o cuarenta veces que se trata de un espacio muy limpio y muy familiar.
Pablo Motos hace tele blanca. Carlos Sobera hace concursos blancos. Paula Vázquez hace ‘Operación Triunfo’. Pero en blanco.
Buenafuente también quiso hacer algo blanco. Pero se le volvió negro y esta semana cerraba programa. Va ser que a los espectadores son sucios.
Buenafuente dice que no quiere reinventarse. Me parece bien. Reinventarse a ciertas alturas de la vida da mucha pereza. Pero estancarse también. Aunque seas Buenafuente.
Junto a la televisión blanca está la de colores. Está es Telecinco. Olé. Si la cadena de al lado se vende inmaculada, los otros toman el arco iris y ponen a Ana Rosa, Jorge Javier, Jordi González y María Teresa a lucirlo por todos los costados como si estuviesen en la manifestación del Orgullo Gay.
Se han sacado de la manga lo de la tele de colores. Lo hacen para dar en la cara a la competencia. Debe de dar rabia ser Antena 3, que va de íntegra y aplicada, mirar las audiencias cada día y comprobar que el enemigo se las lleva de calle con tanto color.
¿Y qué es lo que hacen tan colorido en Telecinco? Si uno conecta esta cadena a cualquier hora del día se encontrará con una de estas tres posibilidades: a Jorge Javier presentando algún programa (de supervivientes, de reencuentros, de cotilleos, de lo que sea), a Sandra Barneda padeciendo por un drama anónimo, o a Mercedes Milá dando la vuelta de la vuelta de la postvuelta de ‘Gran Hermano’. Todo fluorescente.
Cuatro y LaSexta nacieron con dos colores muy potentes, el rojo y el verde, pero en unos años lo han ido perdiendo. Se destiñen. Del canal progre de Prisa queda poco. Llegó Telecinco, tiró tabiques y acampó a sus anchas. Ha llenado todo aquello de madres e hijostróspidos. Por su parte, la cadena de Mediapro también se está decolorando. Ni Nuria Roca ni los famosos aprendiendo a conducir sacan brillo a la cadena. (El verde esperanza lo ostenta el gran Jordi Évole). Andan allí todos esperando a que desembarque Antena 3 para darles una nueva capa de pintura.
Y frente a esto, está la tele pública, esa que pagamos todos, esa que, poco a poco, retorna al blanco y negro. Con tanto recorte y giro político TVE se desangra. Pierde sus series, sus deportes (motos, tenis…) y a sus estrellas (dígase, por ejemplo, José Mota). Sólo triunfa el fútbol y Eurovisión. Todo muy actual. Y a falta de contenidos, en la tele pública han desempolvado cintas que se encontraban perdidas en los almacenes del Pirulí y emiten en prime-time ‘Casablanca’ y ‘De aquí a la eternidad’. Eso sí, las anuncian con música de Lana del Rey para que parezcan más modernas.
Sin color ni rumbo, la tele pública camina sin saber bien hacia dónde tirar. Lo mismo programan a Ana Obregón presentando una gala que montan un homenaje a Gila con Esteso y Pajares. Y, entre tanto, pierde la oportunidad de convertirse en un referente del audiovisual como sí lo es, por ejemplo, la BBC.
Con este panorama, es normal que me acuerde de los tiempos en que mi hermana pequeña y yo poníamos el celofán delante de la pantalla. Qué mayor me están haciendo.
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