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Mikel Labastida

El síndrome de Darrin

La tecnología es el enemigo

“Estoy demasiado evolucionado para conducir”

Sheldon Cooper


Imaginen que un miembro de la Casa Real es secuestrado. Echen mucha imaginación y supongan que es una figura muy querida por la sociedad civil. Imaginen que los captores envían un vídeo al presidente del Gobierno en el que explican las condiciones para que sea liberado. E imaginen que su única exigencia es que el mandatario mantenga sexo con un cerdo y que dicho acto sea transmitido en directo por televisión.

Dejen de imaginar. La serie ‘Black mirror’ comienza así. La princesa Sussanah de Inglaterra ha sido raptada y el primer ministro británico se enfrenta al dilema de si ceder o no al chantaje de sus secuestradores.

Ya no deben suponer o elucubrar. La televisión británica (que para nosotros la quisiéramos) ha parido una serie que comienza con este sugerente y atrevido punto de partida. Cuatro lleva anunciándola desde hace semanas, así que, presumiblemente, no tardará en emitirla.

Lo que sucede con la princesa, el político y el cerdo tendrán que verlo.

 

 

 

Cuando era un crío me parecía increíble que llegase un día en que pudiese ir por la calle con un teléfono portátil, que pulsando una tecla me apareciese la película que quisiera en una pantalla móvil, o que desde mi casa fuese posible mantener una conversación cara a cara con alguien que estuviese en Pekín. Cuidado con lo que deseas porque tal vez se haga realidad. Y así ha sido. La tecnología se ha desarrollado a un ritmo tan rápido que es inevitable que todavía nos causen sorpresa las facilidades que nos proporciona. La velocidad con la que avanzamos da vértigo.

¿Llegará el día en que la tecnología nacida para hacernos más sencilla la vida se vuelva en nuestra contra y nos convierta en sus esclavos? No es descabellado. Ya hace tiempo que surgen voces de alarma por la adicción que causan ciertos gadgets, por la ansiedad que nos provoca estar incomunicados, por el tiempo que dedicamos a interactuar con el ordenador o por la influencia que ejercen las redes sociales en nuestra sociedad.

Black mirror’ va más allá de esos temores y nos presenta una sociedad en la que la tecnología domina nuestras vidas, nos somete y en la que tanto avance nos pasa factura. La serie inglesa plasma una realidad futura que, sin embargo, no nos cuesta creer, pese a la exageración de algunos de sus planteamientos.

Black mirror’ cuestiona. Pone en tela de juicio tesis con las que hoy en día se defienden algunos avances. Pongamos un ejemplo. Todo son alabanzas hacia las redes sociales por su capacidad y rapidez para transmitir la información y por su poder para testar la opinión pública. Estas cualidades son irrebatibles.

Pero detengámonos un momento a pensar en cuánto tiempo dedicamos a hacer un retweet a una información que nos llega por twitter. ¿El suficiente como para leer lo que se incluye y contrastar lo que en él se comunica?

Vayamos más allá y planteemos otra cuestión: ¿qué es más importante, que la información se nos transmita rápidamente o adecuadamente?

Pongamos un ejemplo. La primera reacción del primer ministro al ver el vídeo de los secuestradores de la princesa Sussanah es pedir que la sociedad no acceda a él. Demasiado tarde, el vídeo hace horas que circula por Youtube y Twitter. ¿En qué medida puede la opinión pública forzar o variar una decisión?

Este es uno de los interrogantes que nos propone ‘Black mirror’, serie compuesta por tres capítulos autoconclusivos, con historias independientes, pero con un hilo conductor: el alcance que pueden tener las nuevas tecnologías.

Cuatro anuncia ‘Black mirror’ como la serie más provocadora de los últimos tiempos. Es un buen reclamo. Pero yo no iría tan lejos. Tampoco creo que sea una ficción perfecta. Peca de exagerada y resuelve atropelladamente algunas tramas con fines efectistas. Pero merece la pena verla por su atractivo planteamiento y por los debates que surgen tras visionarla.

Si alguien quiere comentar tras verla, que me llame. Por Skype, por Fring o por Tango.

O casi mejor quedamos a tomar un café y hablamos. En algún lugar tranquilo, con buena música de fondo. Arcade Fire, por ejemplo. Yo elijo tema: “Black mirror”

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Sobre el autor

Crecí con 'Un, dos, tres', 'La bola de cristal' y 'Si lo sé no vengo'. Jugaba con la enciclopedia a 'El tiempo es oro' imitando al dedo de Janine. Confieso que yo también dije alguna vez a mi reloj: "Kitt, te necesito". Se repiten en mi cabeza los números 4, 8, 15, 16, 23, 42. Tomo copas en el Bada Bing. Trafico con marihuana en Agrestic y con cristal azul en Albuquerque. Veo desde la ventana a mi vecino desnudo. El asesino del hielo se me aparece en cada esquina y no me importaría que terminase con mi vida para dar con mis huesos en la funeraria Fisher.


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