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Mikel Labastida

El síndrome de Darrin

Educación para la Ciudadanía con la Bruja Avería

“Soy Avería y aspiro a una alcaldía”

Bruja Avería

 

Tienes quince segundos para imaginar; si no se te ha ocurrido nada, a lo mejor deberías leer menos blogs.

Yo soy de los que de vez en cuando piden que no me molesten, que estoy imaginando. Y así me va. Cuánto daño nos hicieron los 80, cuántas falsas ideas se encargaron de meternos en la cabeza en la venerada década, esa que nunca pasa de moda, esa que todo el mundo rememora, esa en la que se hacía tele para niños y jóvenes en la que se invitaba a pensar.

 

¿Pensar, qué es eso? Maldita nostalgia a la que nos aferramos de vez en cuando los treintañeros y cuarentones.

Mira que nadie reconoce que le gusta Karina y, sin embargo, siempre hay alguna ocasión en que alguien sale con aquello de cualquier tiempo pasado fue mejor. ¿Echar la vista atrás es bueno a veces? No creo.

¿De qué nos sirvió todo lo que nos enseñaron en la tele en esa época? Sí, en la caja tonta, que por aquel entonces iba de lista e intentaba instruir a los niños y jóvenes en asuntos de interés. Si no quieres ser como ellos, lee, decían. A ver si se atreven ahora a soltárselo al Ministerio de Incultura e Inmundicias.

(Leer es eso que se hacía antes de que existiese ‘Mujeres, hombres y viceversa’)

Pero que nadie se extrañe de nada, dejaron nuestra educación en manos de brujas y monstruos. Y ahora pagamos las consecuencias.

Nos inculcaron el gusto por la ciencia, nos convencieron de que ahí estaba el futuro. ¿Para qué? Para llegar hasta nuestros días y que los investigadores anden pidiendo limosna con el fin de continuar con sus estudios. Maldita la hora en que nos tragamos ‘3,2,1 contacto’, nos quedamos hipnotizados por los experimentos y emulamos a los Bloodhound Gang. Menuda broma de mal gusto.

 


Y qué decir de los traumas que algunos aún padecemos por culpa de ‘El planeta imaginario’. Qué se podía esperar de un programa que comandaba un personaje llamado Flip (¿Flip? ¿De flipe?). Vivía en su propio mundo con otro ser que se identificaba como Muc. Pura paranoia. Si hasta sus integrantes cayeron rendidos al lado oscurso. Que se lo pregunten a Galindo, que terminó en ‘Crónicas marcianas’. A saber qué querían hacernos. Nos narcotizaron de mala manera con técnicas peligrosísimas. Sólo así se entiende que la sintonía del programa fuese una versión del ‘Arabesque nº1’ de Debussy. A quién se le ocurre. Es que no había por entonces un Carlos Baute o una Nena Daconte que compusiesen una buena canción. Qué malas son las drogas…

 


Nos maleducaron. Nos convencieron de que tipos como Faemino y Cansado eran graciosos. Y ahora no tenemos desarrollado el sentido del humor. Vemos programas como las matrimoniadas y no les encontramos la chispa. La culpa es de Faemino y Cansado, sin duda, que lo mismo hacían un diálogo absurdo sobre la seguridad social que sobre la legión y nos aseguraban que eso era cómico. Mala hora en que los contrataron en Cajón desastre. Subi dubi dubi, subi dubá…

 


Utilizaban maniobras variopintas de sedación. Encendías la tele y te hablaban de libros, de filosofía, de cine y de historia. Aquello debió de afectar a nuestras neuronas. Estoy seguro. Qué importa lo que pasó en la Edad Media. ¿Acaso pretendían que aprendiésemos de los errores del pasado para no volver a cometerlos? Valiente tontería.

 

Y luego estaba la música… “Canto a la verdadera libertad, canto a los verdes prados, canto al aire, canto al sol, canto al azul del cielo y al amor, canto a la gente humilde que me mira sin rencor, canto a la paz del mundo…”. No eran canciones, eran soflamas, cargadas de mensajes subliminales. Aquello era peor que Educación para la Ciudadanía. Nos incitaban hasta a vagabundear. “El señor dire, menudo progre, nos tiene que fastidiar, con sus dictados y sus deberes, ni con mis chicas puedo andar…”.

 


Incluso se atrevieron a darnos nociones de economía. La economía existía antes de que empezase la crisis. ¿Se lo pueden creer? Intentaron advertirnos de los peligros del capitalismo. ¡Por Orticón, Saticón y Vidicón! ¡Nadie sabe cómo detener la inflación!

 

Yo todo aquello prefiero olvidarlo, desterrarlo de mi mente. Cómo envidio a los niños actuales que llegan a sus casas y nadie les dice bobadas como “Sólo no puedes, con amigos sí”. Claro que podéis, estamos preparados para todo, seréis invencibles, os comeréis el mundo. Qué gozada sentarse en el sofá, conectar la tele pública y ver una telenovela intrascendental o capítulos repetidos de ‘Ana y los 7’. Sí, eso sí. Y esta semana ha empezado un nuevo programa de Anne Igartiburu en pleno horario infantil con colaboradoras como Carmen Lomana. Seguro que ellas sí dirán cosas interesantes. Lo tengo claro, voy a aplicar el único consejo bueno de esos años que recuerdo. Desenseñar a desaprender cómo se deshacen las cosas.

 

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Sobre el autor

Crecí con 'Un, dos, tres', 'La bola de cristal' y 'Si lo sé no vengo'. Jugaba con la enciclopedia a 'El tiempo es oro' imitando al dedo de Janine. Confieso que yo también dije alguna vez a mi reloj: "Kitt, te necesito". Se repiten en mi cabeza los números 4, 8, 15, 16, 23, 42. Tomo copas en el Bada Bing. Trafico con marihuana en Agrestic y con cristal azul en Albuquerque. Veo desde la ventana a mi vecino desnudo. El asesino del hielo se me aparece en cada esquina y no me importaría que terminase con mi vida para dar con mis huesos en la funeraria Fisher.


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