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El síndrome de Darrin

¿Son malas todas las series españolas?

 “Un poquito de por favor”

Emilio Delgado

 

 

El mundo se divide entre los que ven series españolas y los que ven series extranjeras. Hasta hace poco el matrimonio sólo estaba permitido entre los de una condición y otra. Ahora el Tribunal Constitucional ha declarado legales las uniones entre consumidores de series del mismo tipo, lo cual va a provocar el descenso de muchas discusiones.

Porque no hay lucha más eterna que la que disputan los que se declaran adictos a ‘Aida’ y los que veían ‘Bored to death’. No hay batalla más antigua que la que libraban los que se engancharon a ‘La fuga’ y los que la acusaban de ser un plagio de ‘Prison break’. O la de los seguidores de ‘El barco’ y las víctimas de ‘Lost’, que detectan sucedáneos por todas partes. En los albores de la humanidad ya existían estos debates. Dios creó el Universo, al hombre, a la mujer y luego los clasificó entre espectadores de ficción nacional y consumidores de productos americanos y/o ingleses.

¿Son tan malas las series españolas? Generalizar es pecado. No matarás, no robarás, no generalizarás. Comparar tampoco debería estar permitido. Soy de los que creen que es posible disfrutar viendo ‘Mad Men’ y, a la vez, hacerlo con ‘Isabel’. Sí, mezclar peras con manzanas.

Es cierto que las series patrias adolecen de algunos problemas, provocados por el propio mercado español y por la tiranía de unas cifras de audiencia que suelen castigar el riesgo. En España no tenemos HBO, Showtime o AMC, cadenas de pago estadounidenses que han parido productos como ‘Los Soprano’, ‘Homeland’ y ‘Breaking bad’, todas ellas de una calidad extraordinaria, pero desde luego no aptas para cualquier espectador.

 

 

Las televisiones que las emiten se sufragan con cuotas de los propios televidentes, que las contratan precisamente para consumir productos diferentes. Aquí la ficción está producida por cadenas generalistas que necesitan el mayor número de público para lograr mucha publicidad. Por eso en cualquier serie hay personajes de todo tipo. Siempre suele rondar el abuelo bonachón, el niño repelente, el adolescente que se quita la camiseta, los cuarentones que viven una historia de amor. Se trata de empatizar con toda clase de personas para que se identifiquen y se peguen a la pequeña pantalla.

Hagamos una serie de misterio, se dijeron los directivos de Antena 3 al crear ‘El internado’. Vale, pero que haya niños, ancianos y adolescentes en paños menores. No vaya ser que el público se cambie a Telecinco.

 

Las series españolas se consumen en familia, deben gustar a padres e hijos. Los experimentos con gaseosa. Esta regla la marcó ‘Médico de familia’, el gran éxito de la televisión de los noventa, que aglutinaba a personajes de todo tipo para engatusar al mayor espectro de la audiencia.

 

Además de la falta de riesgo, otro problema es el de la duración. No es lo mismo escribir un capítulo de cuarenta o cincuenta minutos (como los que dura ‘CSI’, ‘The wire’ o ‘Downton Abbey’) que elaborar uno de hora y media, como tienen ‘Gran Hotel’ o ‘Águila roja’. Los guionistas han de estirar las tramas e incluir mucha paja para rellenar. Pero es norma obligatoria de las cadenas. En Estados Unidos en una misma noche se pueden emitir dos o tres series. Aquí no hay presupuesto para tanto, así que una por velada. Y gracias.

Con estas premisas es complicado competir. Por no hablar del dinero que se invierte al otro lado del charco en cada producto, de la figura del director que allí es tan respetada y aquí casi no existe, de los actores encasillados que en España siempre hacen el mismo papel o de la falta de ideas que obliga a copiar (mal) títulos extranjeros. Todo eso dificulta que haya una ficción potente en nuestro país.

 

Pese a todo hay productos patrios que se salvan. ‘Isabel’ se despedía esta semana dignamente. No es ‘Los Borgia’ ni ‘Los Tudor’ pero, teniendo en cuenta las carencias y exigencias con las que ha sido creada, no ha salido mal parada.

 

Hace unos días se estrenó ‘Fenómenos’, que fue recibida con buenas audiencias pero con numerosas críticas negativas. Y algunas no iban desencaminadas. Jugaba a los manidos equívocos entre personajes, había mucha prisa por presentar a todos los personajes y que todos fuesen supergraciosos, algunas situaciones se resolvían sin demasiada justificación. Es decir, tenían premura por enganchar. Aquí no se la pueden jugar. Si las cifras no resultan en dos semanas, la serie puede darse por liquidada. En España ‘The wire’ hubiese durado dos suspiros. Hay que reconocer que es una ficción en la que cuesta entrar. Sin embargo, en cuanto se entra…

Las series en España eran diferentes cuando sólo había una televisión y no existía la competencia. No cundía el miedo porque el espectador alcanzase el mando y se fuese. Eran los tiempos de ‘Brigada central’ o ‘Turno de oficio’ y, mucho antes, de ‘Historias para no dormir’.

 

En los últimos tiempos han aparecido sorpresas en la programación de repente que han mostrado que la ficción nacional es capaz, cuando le dejan, de crear argumentos interesantes, diferentes y competitivos. Canal Plus estuvo detrás de ‘Crematorio’, historia soberbia y sin concesiones sobre la corrupción política, y de ‘¿Qué fue de Jorge Sanz?’, invento cómico con mucho de autoparodia y mucha mala leche para contar los entresijos de la profesión de actor en España.

 

Dunia Ayaso y Félix Sabroso también intentaron salirse de los cánones convencionales con ‘Mujeres’, trama realista que jugaba a reírse de los dramas de unas mujeres a las que nadie querría parecerse. Una madre de familia que debe cuidar a su progenitora senil, una adolescente obesa, y otra embarazada, sin pareja ni demasiado porvenir.

 

Aquí no hay quien viva’ fue en su origen una buena idea. Partía de una premisa original (con permiso de ‘La comunidad’ de Álex de la Iglesia), definía perfectamente a una serie de personajes extremos y jugaba con los límites morales, tan presentes en la políticamente correcta ficción nacional.

Motivos personales’, pese a estar protagonizada por Lydia Bosch, también fue un intento por ahondar en un género poco trabajado en España como es el del thriller y lo hizo combinándolo con buenas dosis de culebrón. Resultó una ficción cargada de intrigas y trampas que enganchaban al espectador y apenas le permitían levantarse del sillón.

 

Ganga Producciones es famosa principalmente por ‘Cuéntame’ pero también firmó un título más que recomendable, ‘Desaparecida’, crudo drama en torno a la desaparición de una joven y a la búsqueda posterior por parte de la Guardia Civil, todo ello narrado desde el punto de vista de las víctimas, los familiares de la protagonista.

 

Estos serían algunos títulos recientes que nos hacen pensar que las series españolas tampoco son tan malas y que ya va siendo hora de que a los creativos les dejen arriesgar un poco más a ver qué sale. De cosas como ‘Ana y los siete’, ‘Vida loca’ y la adaptación de ‘Cheers’ hablaremos otro día si les parece. Hoy mejor no estropearlo.

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Sobre el autor

Crecí con 'Un, dos, tres', 'La bola de cristal' y 'Si lo sé no vengo'. Jugaba con la enciclopedia a 'El tiempo es oro' imitando al dedo de Janine. Confieso que yo también dije alguna vez a mi reloj: "Kitt, te necesito". Se repiten en mi cabeza los números 4, 8, 15, 16, 23, 42. Tomo copas en el Bada Bing. Trafico con marihuana en Agrestic y con cristal azul en Albuquerque. Veo desde la ventana a mi vecino desnudo. El asesino del hielo se me aparece en cada esquina y no me importaría que terminase con mi vida para dar con mis huesos en la funeraria Fisher.


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