“Se ha equivocado, me ha traído la comida del perro”

Alberto Chicote

No quiero imaginar qué habría pasado si Chicote hubiese visitado aquel piso de estudiantes en el que mis compañeros y yo teníamos una freidora en mitad del pasillo y allí cocinábamos las fritangas cada día. Supongo que habría entrado gritando y diciéndonos que éramos más guarros que la Potitos. Y a alguno lo habría pillado durmiendo en el sofá con el plato de la cena del día anterior aún en la mesa.

Por eso yo nunca hubiera invitado a Chicote a casa. Porque hay que saber a quién dejas entrar por la puerta. Si uno convida a Mercedes Milá no puede pretender luego hacer una fumata blanca. Si permite el paso a Supernnany seguro que tratará de convencerle de la conveniencia de tener hijos. Si aparece Luján Argüelles es probable que le empareje con el primer tróspid@ que se encuentre. Y si la visita es de Rosario no te puedes extrañar de que en cualquier momento te grite ‘Monstro’.

Lo que no vale después es quejarse. Que es lo que está pasando con unos cuantos restaurantes en donde han recibido a Chicote y ahora no quieren ni que se lo menten. Lo de ‘esto y la matanza de Texas es lo mismo’ no les hace ni pizca de gracia. ¿Y qué esperaban? ¿Que por arte de magia los convirtiese en Arzak o que las cámaras pusiesen un filtro para que sus restaurantes pareciesen el Mugaritz?

A Chicote le crecen los enemigos. Los últimos han sido los dueños del ‘Reina del Arenal’ de Bilbao, que han tachado el programa de La Sexta de farsa. Aseguran que el asesoramiento se limitó a un puñado de fotocopias y juran que Chicote ni siquiera cocina los platos que aparecen al final. No contentos con eso comentan que los cambios que les hicieron en la decoración fueron una chapuza, que ha sido necesario repararlos porque algunos elementos no cumplían la normativa de accesibilidad. Y, para rematar, tachan al cocinero de homófobo por llamar a uno de los dueños ‘cara de niña’ y decirle que se metía “cualquier cosa en la boca”.

Tampoco terminaron contentos en el Castro de Lugo que, pese a los consejos del chef, cerró. ¿Pero alguien podía pensar que sería un buen reclamo que Chicote fuese a su establecimiento a vomitar? Igual suerte ha corrido el ‘Nuevo Da Vinci’ de Moraira. El propietario critica que nadie quiere los platos que el cocinero incorporó a la carta, que el mobiliario nuevo se destrozó, que el programa le pidió que no limpiase la cocina, y que se centraron excesivamente en su vida privada.

Ilusos, ¿y qué imaginaban? ¿Que Chicote son las iniciales de una ONG? ¿Qué pretende uno cuando mete en sus fogones las cámaras de un programa que se llama ‘Pesadilla en la cocina‘? Por mucho que no conociesen la versión americana con Gordon Ramsey, que yo creo que es aún más heavy, supongo que una ligera idea de lo que sucedería sí se les pasaría por la cabeza.

La televisión es espectáculo. Y los espectadores, a veces, unos vouyers con ganas de disfrutar de la desgracia ajena (que nos hace olvidar por unos instantes la nuestra). Si todos los restaurantes resultasen impecables o si Chicote actuase como si fuese Rita Irasema apuesto a que no lograría ni la mitad de audiencia. No hay nada nuevo en este tipo de espacios de ayuda a domicilio. Todos ellos inciden en buscar casos extremos, plasman los aspectos más calamitosos de sus protagonistas y se presentan después como ángeles de la guarda que llegan para salvarles de arder en los infiernos.

Pedro García Aguado, el ex jugador de waterpolo convertido en ‘Hermano Mayor‘, localiza siempre a los adolescentes más radicales, a los que reparten mayor número de golpes y cuanto más les planta cara mejor ‘share’ logra. En ‘Cambio radical‘ se conseguía la atención del televidente en función de lo feo que era quien se sometía a la transformación estética. Si tenía tres dientes, una joroba y una buena ración de verrugas repartidas por la cara se lo rifaban en los castings. En ‘The biggest loser‘ (que misteriosamente aún no conoce adaptación española) triunfan las historias según los kilos que le sobren al protagonista. Si se revienta la báscula, también el audímetro. Y los salones a los que mejor partido les sacaba Nuria Roca en ‘Reforma sorpresa‘ estaban tan recargados que daba susto verlos.

Más difícil lo va a tener Chicote seguramente para encontrar nuevos locales que se presten al juego en su segunda temporada. O tal vez no. Siempre hay un roto para un descosido. Pero ahora nadie podrá hacerse el sorprendido. Es más, si su restaurante resulta seleccionado piense que no será porque sirve unos platos estupendos o tiene en la cocina al futuro Quique Dacosta en potencia. Cuanto más guarro, más caótico y más impresentable resulte más opciones para ser elegido dispondrá. Si su establecimiento es pulcro, bien organizado, con buen servicio y simplemente detecta un pequeño problema de mobiliario dese por olvidado, no es carne de este tipo de reality. Si su vida es anodina y vulgar tampoco contribuirá mucho. Eso sí, si está enganchado al alcohol o al juego o su mujer le ha puesto los cuernos sucesivamente sumará puntos. Para ver una vida tan aburrida como la nuestra nos ponemos frente al espejo.

Que la fuerza de San Pancracio os acompañe.

Títulos de crédito: Para quejas, sugerencias y otras necesidades humanas mi correo es mlabastida@lasprovincias.es