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Mikel Labastida

El síndrome de Darrin

El mundo está lleno de modernos…

“Tu vida no será mejor que lo que vives hoy”

Jessa Johansson

 

La nueva moda de l@s modern@s hoy en día es odiar a l@s modern@s. Dicho de otro modo, si quieres ser modern@ debes odiarlos. Sé que suena algo snob. Pero qué quieres, es lo que tiene lo moderno, que a veces resulta bastante superficial. Haz la prueba, aborda por la calle a un gafapasta, con barba y pitillos, y llámale moderno, verás qué cara pone. ¿Moderno yo? Tururú…

Los modernos se odian entre ellos y el resto del mundo los odia a ellos. El hipster es el nuevo apestado. Lo que antes fue friki, antes colgado, antes extravagante, antes raro y antes ‘loco de dar de comer aparte’, ahora es hipster. Se suelta cuando menos lo esperas.  Que ves una película en versión original… Hipster. No es que te interese conocer la voz real de Clint Eastwood en lugar de la de Constantino Romero, no, es que eres hipster de remate. Que escuchas un grupo que vende bastantes discos pero que no suena en la gala de fin de año de TVE… Hipster. Que ese día llevas el zapato desatado… Hipster.  Hip, hip, hipster.

 

Pongamos un ejemplo. ‘Girls’, comedia que se estrenó el año pasado en HBO, sobre un grupo de veinteañeras que intentan buscarse la vida lidiando con problemas habituales de la juventud y los que acarrea la crisis a un recién licenciado, y que este mes vuelve con su segunda temporada (en España, en Canal + a partir del 14 de febrero). ¿La has visto? Sí. Hipster. ¿No la has visto? Hipster también.

 

 

Para medio mundo las protagonistas de esta serie serían unas modernas. Escuchan Camera Obscura, Feist, The Black Lips o The Vaccines. Visten con retales y combinaciones imposibles. Viven en Greenpoint, el barrio que se pondrá de moda en Nueva York cuando empiece a pasarse de moda Williamsburg, que ahora está muy de moda y por eso se va encareciendo. No sé si me siguen.

Si les preguntas a ellas te dirán que viven donde viven porque no llegan a más, que visten como visten porque no siguen ninguna tendencia impuesta, y que escuchan lo que escuchan porque… porque… porque les da la gana. ¿Modernas? Si tú lo dices…

Girls’ fue una de las sensaciones catódicas durante la pasada temporada. Una de esas sorpresas que dividen al espectador. O te conviertes en seguidor acérrimo o la detestas. Hay términos medios, por supuesto, pero en este blog somos más de los extremos.

 

 

Los que la aborrecen dicen de ella que es una serie sin sustancia sobre un hatajo de niñas malcriadas, con poca gracia, preocupadas por sus ligues, las fiestas y por labrar su futuro laboral (jo, trabajar, qué rollo). Tachan a Lena Dunham de ególatra (es la creadora, guionista y protagonista de la ficción) y de niña de papá (es hija del pintor Carroll Dunham). La acusan de proclamarse, sin tener discurso, voz de una generación (por uno de los diálogos del primer episodio).

 

 

Los que comulgan con ‘Girls’ tienen la sensación de que a la creadora de esta serie las etiquetas le importan bastante poco. Se ha planteado contar una historia, la de Hannah. Una historia, nada más. Ni la historia de una generación, ni una historia ejemplificadora, ni la gran historia sobre la juventud. Una historia bastante simple, la verdad. La de una chica de veintipocos, no muy alta, no muy delgada, no muy guapa, a la que sus padres han dejado de mantener, y a la que el mercado laboral no le da demasiadas oportunidades. Una chica a la que le gusta divertirse, follar, escuchar música y salir con sus amigas. Una chica más.

Y es precisamente la simpleza del planteamiento, la falta de pretensiones lo que permite a la creadora una absoluta libertad a la hora de narrar esta historia. Libertad para hablar de sexo, de sueños que a los veinte años aún crees que se pueden convertir en realidad, de drogas, de llegar a fin de mes. Libertad para bromear con toda clase de asuntos, incluso algunos que exigen corrección política como el sida o el aborto. Libertad para ser superficial o profunda cuando se le antoje. Libertad para disfrazar la crudeza en forma de chistes.

No hace falta decir al grupo de espectadores al que pertenece quien escribe este blog…

Vuelve Hannah. Vuelven sus ganas de hacer lo que le pasa por la cabeza, de comportarse egoístamente, de buscar amores (de una noche, de unas horas, de unos días), de aconsejar a sus amigas de la manera más absurda posible. Tramas para ellas, pero también para ellos. Para público púber y adulto. No es una ‘serie para chicas y jóvenes’. Otra etiqueta más… 

 

 

 

Y regresa rodeada de los suyos. De Adam, su follamigo-novio-psicópata. De Marnie, su excompañera de piso, sosa y anodina. De Shoshanna, su inocente y casta amiga. De Elijah, su exnovio-gay estereotipado. De Ray, el colgado que se encarga de desvirgar a Shoshanna. De la alocada Jessa, del simple Charlie… De todos ellos y de algunos otros nuevos que prometen.

 

Vuelve, sí, vuelve Hannah. Puedes llamarla moderna, absurda, irreverente, irrelevante. Puedes odiarla, puedes amarla. Puedes descargarte en el iPhone la aplicación Hipster Punch, poner su foto y llenarla de puñetazos de colores. Puedes hacer lo que desees. Ella ya ha conseguido lo que quería. No dejar indiferente a nadie. 

 

Títulos de crédito: Para quejas, sugerencias y otras necesidades humanas mi correo es mlabastida@lasprovincias.es

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Sobre el autor

Crecí con 'Un, dos, tres', 'La bola de cristal' y 'Si lo sé no vengo'. Jugaba con la enciclopedia a 'El tiempo es oro' imitando al dedo de Janine. Confieso que yo también dije alguna vez a mi reloj: "Kitt, te necesito". Se repiten en mi cabeza los números 4, 8, 15, 16, 23, 42. Tomo copas en el Bada Bing. Trafico con marihuana en Agrestic y con cristal azul en Albuquerque. Veo desde la ventana a mi vecino desnudo. El asesino del hielo se me aparece en cada esquina y no me importaría que terminase con mi vida para dar con mis huesos en la funeraria Fisher.


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