“El mal existe, hermanos”
Padre Justin
Con la iglesia hemos topado en este blog. Con la visión que en los últimos años ha dado la pequeña pantalla sobre la vida entre sotanas. Sí, en este momento, en que la atención mediática se gira hacia el Vaticano ante el anuncio de renuncia de Benedicto XVI. Quizá no pase mucho tiempo en que veamos una serie que indague en los motivos que han empujado al Papa a abandonar su cargo. O tal vez se centre en otros asuntos que bien podrían alimentar argumentos como los escándalos en torno a los casos de pederastia, el arresto de su mayordomo o el secuestro de la hija de un empleado vaticano, en el que se rumoreó que estuvo involucrada la mafia.
Los misterios que rodean a la Santa Sede han llamado (quizá por el hermetismo en torno a ella) la atención de escritores y guionistas. Rydley Scott saciará su curiosidad con una serie (‘The Vatican’) encargada por Showtime en la que, según indicó la cadena, intentará explorar las relaciones y rivalidades que existen tras “una de las instituciones más crípticas del mundo”. Esta emisora ya tiene experiencia en asuntos papales. En ella se emite ‘Los Borgias’, la familia de origen valenciano que alcanzó el poder del Vaticano a finales del siglo XV, primero con Calixto III y después con el nombramiento de Rodrigo Borja como papa Alejandro VI. Numerosas leyendas en torno a sus intrigas y prácticas rodean a este clan y la ficción no ha dudado en sus dos temporadas (la tercera comienza en abril) en mezclar algunos rumores con hechos históricos para dotar de efectismo al relato.
A la tele le ha interesado principalmente abordar la tentación carnal o la ambición de los sacerdotes más que ahondar en ideas u otras cuestiones religiosas. Se busca más al cura cercano al pecado que al entregado a la causa. Uno de los últimos retratados ha sido Monseñor Timothy, interpretado por Joseph Fiennes en el caótico y alocado convento de la segunda temporada de ‘American Horror Story’. Un personaje débil, martirizado por sus deseos y al que no le importa manipular a cualquiera con tal de medrar y conseguir sus objetivos.
El cura incapaz de controlar sus sentimientos e impulsos más famoso de la televisión es, sin duda, el pájaro espino, o lo que es lo mismo, Ralph de Bricassart, protagonista de un famoso culebrón de los años ochenta, que escandalizó y encandiló a partes iguales. La audiencia de la época se quedaba cada semana pegada a la pantalla viendo a Richard Chamberlain debatirse entre su amor espiritual y el más terrenal, el que profesaba por la inocente Maggie. Tenía todos los ingredientes para triunfar: amor prohibido, romanticismo, ambición, drama… Hoy en día, seguramente, si la volviésemos a ver (Dios no lo quiera) nos parecería de lo más mojigata.
Esta historia se ha repetido con diferentes variantes en algunas series españolas recientes. En ‘La señora’ el amor surgía entre una joven de familia burguesa y un sacerdote de orígenes humildes. En ‘Cuéntame’ era la hija de los Alcántara la que provocaba las dudas clericales. ‘Amar en tiempos revueltos’ también ha acogido a varios curas con tormentos interiores.
Peor suerte corría la matriarca de ‘Los Soprano’, Carmela, que soñaba con tener una aventura con su confesor, pero no lograba satisfacer su fantasía. Teniendo en cuenta quién era su marido cualquiera se la jugaba.
Otra clase de padecimiento sufría en ‘Carnivale’, el padre Justin, atrapado por las fuerzas del mal. Dios y el diablo eran los ejes principales de esta serie inacabada de la HBO.
Y como de todo hay en la viña del señor también la pequeña pantalla ha presentado un buen abanico de sacerdotes bonachones, el típico cura de pueblo que ayuda a sus vecinos en series con argumentos manidos hasta la saciedad. El propio Terence Hill (sin Bud Spencer) protagonizó en Italia una ficción de este tipo, ‘Don Mateo’, una especie de Jessica Fletcher, pero con sotana. El mismo olfato detectivesco poseía el padre Dowling, con habilidad para solucionar cualquier crimen desde su parroquia en Chicago. En España Andrés Pajares fue durante los noventa don Luis y repartía sermones cada semana en Antena 3, junto a Javier Cámara, en ‘Ay, señor, señor’.
Padre Ted, en la televisión británica, transgredía algo más los convencionalismos y se centraba en tres curas bastante disparatados. El protagonista de esta comedia era el que siempre se metía en algún lío del que el resto de compañeros le ayudaban (o lo intentaban) a salir. No era sencillo teniendo en cuenta que uno de ellos, el padre Dougal, era bastante tontorrón y el otro, Jack, se caracterizaba por su carácter violento y lujurioso y por su adicción al alcohol.
En el repaso aparecerían otras figuras eclesiásticas como la del padre Mulcahy de ‘Mash’, el padre Jack de la nueva versión de ‘V’ o el reverendo Lovejoy de ‘Los Simpson’. Si hubiese que escoger una de las mejores secuencias televisivas con un cura presente sería difícil que no estuviese una de las que acontecieron durante la primera temporada de ‘El ala oeste de la Casa Blanca’, en la que Jed Bartlet se enfrenta dialécticamente con su confesor habitual, el padre Cavanaugh, a propósito de un hombre condenado a muerte y cuya sentencia puede ser conmutada por el presidente. Ambos protagonizan una recomendable reflexión sobre la pena de muerte y la falta de fe que merece ser recordada. Por cierto, que el sacerdote estaba interpretado por Karl Malden, en la que fue su última actuación.
Bien, ahora sí. Podéis ir en paz.
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