“Todo el mundo ha pensado en matar a una persona de una manera u otra”
Hannibal Lecter
Usted puede ser un asesino. Ese era el inquietante título de una nada inquietante obra del inefable Alfonso Paso. Usted, su vecino (ese del que luego dirá que saludaba todos los días) o yo mismo podríamos cometer un crimen. Vigilen sus espaldas.
¿El psicópata nace o se hace? Es una pregunta que surge a menudo cuando conocemos noticias de casos macabros. En un artículo publicado en XL Semanal Eduardo Punset apuntaba que aunque no existe un gen para la psicopatía es probable que los genes influyan más que el entorno en el desarrollo de la personalidad de un psicópata. Si lo dice Punset…
Dos series de televisión han nacido esta temporada con la intención de explicarnos qué llevó a dos de los personajes más célebres de la historia del cine a convertirse en feroces asesinos. Sus nombres: Norman Bates y Hannibal Lecter. Al primero nos lo presentó Hitchcock en ‘Psicosis’ como el regente de un motel de carretera que acaba con quien se hospeda en él. El segundo alcanzó la popularidad gracias a la interpretación que hizo de él Anthony Hopkins en ‘El silencio de los corderos’ como un maquiavélico psicoanalista aficionado al canibalismo. Ambos filmes se basan en dos novelas y las dos se convierten ahora en series. Se cierra el círculo.
El aliciente de ‘Bates Motel‘ y ‘Hannibal‘ era, por tanto, lograr las claves para entender qué sucedió en las vidas de estos dos personajes, una sugerente premisa capaz de levantar las más altas expectativas. ¿Se han cumplido? De momento no, ambas ficciones (que ya discurren por la mitad de su primera temporada) están resultando de lo más irregulares.
Bates Motel
Mi predisposición era mayor a conocer la historia que escondía Norman Bates. La obra maestra de Hitchcock nos mostraba ya a un joven perturbado, del que intuíamos una infancia dura con una relación enfermiza con su madre. Todo era sugerido en el motel: la incapacidad para relacionarse de su dueño, su sexualidad ambigua, sus poco comunes aficiones… ‘Bates motel‘ ofrecía la posibilidad de saber qué sucedió para alcanzar ese extremo. ¿Siempre fue así? ¿Hubo un punto de inflexión en su vida? ¿Realmente fue tan asfixiante su madre? ¿Traspasó su relación alguna barrera prohibida?
La serie no puede comenzar mejor. La elección del Norman Bates joven es acertada. El parecido de Freddie Highmore (protagonista de’Charlie y la fábrica de chocolate’) con Anthony Perkins es evidente y consigue que incluso sus gestos nos recuerden al actor de la popular película. Inocente pero con un aire inquietante. Vera Farmiga como su madre también convence, pese a que en ocasiones sus mohínes parecen algo forzados y exagerados. La llegada de ambos a White Pine Bay (el pueblo ya no es Fairvale) y la vista de la tétrica mansión en la colina impone. Promete, promete. El primer capítulo nos hace frotarnos las manos. Vemos cómo al padre de Bates muere en extrañas circunstancias, se comienza a dibujar la opresiva influencia que Norma ejerce sobre su hijo y se desarrolla un abrupto suceso que va a unir sus destinos y no precisamente para bien.
El problema llega a medida que avanza la serie y comprobamos la importancia que va a cobrar en el argumento el pueblo en el que se encuentra el motel. Ya nos habían dejado caer en el capítulo piloto que White Pine Bay no es precisamente una villa idílica, que el concepto de ley allí es diferente y que no hay habitante que no guarde secretos bajo su almohada. Una especie de Twin Peaks pero sin la magia de David Lynch. Y es que todo lo que sucede fuera de la mansión de los Bates es grotesco, forzado, poco creíble. Huele a relleno (del malo) para alargar las tramas. Las escenas del instituto al que acude Bates parecen sacadas de ‘Gossip Girl‘, los malos son tan creíbles como lo eran los de ‘El equipo A‘ y el hermano rebelde que le aparece de repente a Bates está sacado directamente de la carpeta de una adolescente fan de Justin Bieber. Malote, malote.
Ayuda poco, desde luego, el hecho de que la trama esté situada en la actualidad, una actualidad plagada de iPhones, misterios que se resuelven buscando en google y en la que las relaciones se juzgan en función de la situación sentimental que aparece en facebook. Si Hitchcock levantara la cabeza…
Todo ello provoca que a medida que avanza la serie la sensación de “lo que pudo haber sido y no fue” se apodere de nosotros. Queremos más trama en la mansión, queremos más cara a cara Norman-Norma, queremos ver esa ducha en la que sabemos que años más tarde morirá Marion Crane…
Hannibal
Con ‘Hannibal‘ sucede justo lo contrario. El primer capítulo te deja impasible, el segundo sigue frío y ya en el tercero la serie empieza a caldearse. Intuyo que ‘Hannibal‘ está destinada a paladares exquisitos y que pondrá de los nervios a los que les gustan los atracones.
La historia de Hannibal Lecter ha sido varias veces retratada en el cine. Su aparición más célebre, sin duda, se la debemos a Anthony Hopkins en la magnífica ‘El silencio de los corderos’, adaptación de una de las novelas de Thomas Harris. El resto de la saga también se trasladó a la pantalla grande con ‘Cazador de hombres’, ‘Hannibal’, ‘El dragón rojo’ y ‘El origen del mal’. Tanta adaptación, desde luego, genera que el interés hacia el personaje descienda. ¿Queda algo por contar?
‘Hannibal‘, pese a su título, centra el protagonismo en Will Graham, el agente del FBI con el que Lecter trabajó codo con codo durante años, mucho antes de ser detenido y, por supuesto, mucho antes de que otra agente del FBI, Clarice Starling, recurriese a él en la cárcel para resolver el caso de Buffalo Bill. Tradicionalmente el cine no ha tratado bien al personaje de Will Graham y la serie se aprovecha de ello, subrayando sus problemas de sociabilidad y su falta de adaptación al sistema. Hugh Dancy está perfecto en el papel del poco cuerdo Will. No quiero imaginar cómo serán las conversaciones en casa entre Dancy y Claire Danes (pareja en la vida real) a propósito de sus papeles en ‘Hannibal ‘ y ‘Homeland‘.
El psiquiatra Hannibal permanece en la serie en un segundo plano, como el animal que se mantiene estoico esperando a su presa. Este Hannibal es exquisito, elegante, refinado, intrigante. Dice poco, hace poco, pero deja ver que no esconde nada bueno. ¿Cuál es el problema? Que todos sabemos lo que esconde. No habrá sorpresa.
‘Hannibal‘ ha sido cubierta con el mejor de los envoltorios, una factura técnica impecable y unos potentes recursos visuales que nos ayudan a comprender cómo se han ido cometiendo los crímenes en los que trabaja el FBI, y para los que cuenta con la ayuda de Lecter y Graham. Todo va poco a poco aquí. Nos vamos a desesperar con el carácter de Will, vamos a tardar en ver asomar las tendencias caníbales de Lecter, nos van a engañar cuando creíamos que un caso se resuelve. Y todo ello nos hace prever siempre que lo mejor está por llegar. Y seguro que llegará, pero el problema es que cuando lo haga tal vez a más de uno se le haya agotado la paciencia y ya no está ahí para comprobarlo.
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