“Soy surfista y me defino como una persona delgada”
Quique Pastor
Entre Jorge Berrocal diciendo “no lloréis que me voy a casar con ella” y Pedro Garcés confesando “he bebido sangre, la que más me gusta es la O universal” han pasado 13 años. El primero fue uno de los primeros concursantes que se encerraron en el año 2000 en Guadalix de la Sierra en la casa de ‘Gran Hermano’, mientras que el segundo es un vampiro que ha acudido a Cuatro a enamorar a Corina, una joven que busca príncipe en la tele. Sí, he dicho un vampiro. Alguien ha perdido el juicio, pero no soy yo.
Trece años. 12 + 1 para Mercedes Milá. Esa es la edad del ‘reality’ en España. Trece años han pasado desde que Telecinco abrió las puertas a la telerrealidad camuflada de experimento sociológico hasta llegar a hoy y encontrarnos en la pantalla con una pandilla de príncipes sin corona que cortejan a Corina.
Habíamos oído hablar del fenómeno de la realidad televisada. Incluso, el cine nos había avanzado lo que estaba por venir en películas como ‘La muerte en directo’ de Bertrand Tavernier, ‘Mad city’ de Costa Gavras o ‘El show de Truman’ de Peter Weir.
Mucho ha cambiado en este tiempo el perfil de los participantes que forman parte de este tipo de programas. En ‘Un príncipe para Corina’ hubo un vampiro, sí, pero también un chico que imita a Ken (el de Barbie), un joven que habla cantando, un chino-vasco adicto al porno y un muchacho que se disfraza del Capitán América (que, cómo serán las cosas, es de los más normales).
En los últimos años hemos asistido (y sufrido) a la burbuja inmobiliaria, a la burbuja de los diseñadores gráficos (¿quién no ha tenido un conocido diseñador?), a la burbuja de community managers… Pero también a la burbuja de concursantes de ‘realitys’. Sí, en el país de los más de 6 millones de desempleados en la última década ha surgido un nuevo oficio: ser carne de ‘reality’.
Los primeros conejillos de indias de la telerrealidad española fueron una peluquera, un opositor, una modelo, un estudiante, una camarera… Silvia, Israel, Ania, Ismael, María José Galera, los de ‘Gran Hermano 1’. Personas, aparentemente normales, que entraban en una casa para convivir y que, de pronto, se convirtieron en celebridades.
Ellos sentaron las bases del oficio: debían exponerse en televisión, contar sus triunfos y debilidades y pelearse entre ellos en varios platós. Si eran buenos ascendían y se convertían en comentaristas de otros programas y algunos incluso entraban en otros ‘realitys’. Hay quien en su currículum en lugar de masters especifica los ‘realitys’ a los que ha acudido:
Participante de ‘Las joyas de la corona’, finalista de ‘La casa de tu vida’,
primera expulsada de ‘Supervivientes’.
Inglés: nivel usuario
Muchos se hicieron célebres gracias a algunas frases. A la posteridad han pasado el “que te meto dos yoyas” con el que un participante de la segunda edición de ‘Gran Hermano’ conquistó a una compañera de programa, o aquel “jo, Nube, tía, y encima no tenemos secador” con el que se lamentaba una concursante de ‘Confianza ciega’, un ‘reality’ de Antena 3 en el que tres parejas permanecían separadas en dos casas distintas repletas de tentaciones.
Ahora ya no sirve cualquier frase. Hay que preparárselas mejor para que calen en la audiencia. Es necesario esmerarse. “El saber no ocupa gigas”, decía un nerd que ha ido a cazar a Corina. “Si pasa un feo por la calle me giro para no verlo”, aseguraba otro de los pretendientes tras confesar que había recurrido varias veces al quirófano para hacerse medio kilo de rinoplastias y tres cuartos de operaciones de pómulos. “La felicidad la trabajo respirando”, explica uno más. Festival de sentencias para hacerse un hueco en twitter.
Las redes sociales han cambiado completamente la forma de ver ‘realitys’. La primera expulsión de ‘Gran Hermano’ (“quién me pone la pierna encima para que no levante cabeza”) la comentamos al día siguiente en el trabajo o en clase. Hoy en día las ocurrencias de estos espacios se debaten al instante a través de foros, twitter o facebook. Hay quien se enzarza en discusiones, quienes se declaran fans acérrimos de algunos participantes (sólo hay que ver el caso de Argi, la expulsada de ‘Gran Hermano’ por una broma sobre ETA, que levanta pasiones entre los que piden que vuelva al encierro) y los que se mofan directamente de lo que ven en la pantalla.
Y es que el ‘reality’ patrio ha evolucionado del experimento sociológico al esperpento. Los primeros programas de este género consistían en encerrar a personas en casas, en autobuses, en hoteles, en islas. El siguiente paso fue encerrarles pero para enseñarles a hacer algo de beneficio en esta vida, a cantar (‘Operación triunfo’, ‘Popstars’), a bailar (‘Mira quién baila’, ‘Fama’), a cocinar (‘Esta cocina es un infierno’, ‘Masterchef’) o a desfilar (‘Supermodelo’). Más tarde comenzaron a someterles a duras pruebas para el regocijo de la sádica audiencia (‘Pekin express’, ‘Billete a Brasil’, ‘Acorralados’). Hubo experimentos rarunos (como ‘El castillo de las mentes prodigiosas’ que reunía a magos, brujas y espíritus) e incluso varios famosos se han apuntado haciendo de su vida un escaparate (Alaska y Mario, por ejemplo, han comenzado su tercera temporada).
De ahí hemos llegado a los ‘realitys’ que nacen para ridiculizar al personal. Y los ridiculizados encantados de formar parte del invento. Les gastan bromas, se mofan de ellos, les ponen pruebas en las que deben competir por decir la tontería más grande, acompañan sus intervenciones con músicas y sonidos burlones. Es duro sí, pero este oficio es así. Cada vez hay más competencia y el hueco está muy disputado.
Esta modalidad se inició con ‘Granjero busca esposa’ (que se pueden imaginar de lo que iba), se popularizó con ‘¿Quién quiere casarse con mi hijo?’ y ha alcanzado el culmen con ‘Un príncipe para Corina’, en el que los integrantes son sometidos sin disimulo a escarnio público. Hemos asumido que este tipo de programas están más que guionizados. No nos importa mientras nos aseguren risas. Y hay veinte tipos dispuestos a dejarse hacer de todo. Al final son ellos los que se ríen de nosotros, no lo olvidemos.
Pero es que esta profesión es realmente cruel. Aspirantes sobran y los espacios en los que desarrollar esta carrera se multiplican. Cualquiera no sirve para ser carne de ‘reality’. Se necesitan agallas y un currículum cargado de miserias. Abstenerse cualquiera que tenga un mínimo de pudor.
Veremos cuánto tarda en estallar esta burbuja y qué consecuencias tiene. ¿Irá Luján a la cárcel como Blesa?
Títulos de crédito: El gif que ilustra este post es uno de los muchos que se pueden ver en petardeo.tumblr.com, una página catódicamente petarda muy currada. Pulsa sobre el título de la serie para descubrir dónde puedes comprarla o verla. Para quejas, sugerencias y otras necesidades humanas mi correo es mlabastida@lasprovincias.es