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Mikel Labastida

El síndrome de Darrin

Los huérfanos de 'Barrio Sésamo'

“Yo te niego el Nidus”

Bruja Belor

 

 

 

Por mucho que ahora se analice como un fenómeno esta adicción a las series que tenemos, que nos vuelve medio locos intentando seguir entre doce y veinte tramas diferentes a la vez, la situación no es nueva. Los de la generación de los ochenta, los huérfanos del ‘Barrio Sésamo’ de Espinete, ya éramos forofos de un montón de títulos, que conseguían apasionarnos del mismo modo. La diferencia estribaba en que hace unos años no existía internet ni DVDs ni quinientos canales. Ni mando a distancia, siquiera. Y, aún así, con TVE 1 y TVE 2 nos bastaba y sobraba para engancharnos a ficciones americanas, inglesas, alemanas o, incluso, neozelandesas. Y no me refiero sólo a los dibujos animados que suelen surgir en estas conversaciones nostálgicas (David el Gnomo, Willy Fog o D’Artacan).

 

Por aquel entonces existían las ficciones juveniles, un género que ha desaparecido prácticamente en la actualidad. Ahora si estás entre los diez y los catorce años tienes dos opciones: o aferrarte a las historias de niñas y niños con un cantante dentro que emiten en Disney Channel o empezar a explorar en títulos dirigidos a los adultos. Antes no. (Y no, cualquier tiempo pasado no fue mejor. Pero en esto sí). Muchas series de ciencia ficción y aventuras fueron el germen de ‘Pérdidos’, ‘Héroes’ o ‘Revolución’. Antes de que llegasen a nuestras vidas la iniciativa Dharma, la nave espacial Galáctica o la cúpula de Chester’s Mill nosotros ya habíamos convivido, gracias a la pequeña pantalla, con valles encantados, seres de otros planetas y con poderes paranormales. Y, si no, rebobinen conmigo y echen un vistazo a algunas de estas ficciones con las que compartimos bocadillos por las tardes y desayunos los sábados por la mañana.

 

 

1. Chocky

Posiblemente el alienígena televisivo más popular de nuestra infancia fuese ‘Alf’. Pero antes de que él aterrizase otro ser paranormal se asomó a la pequeña pantalla. Y daba bastante más mal rollo. Se trataba de Chocky, una inteligencia alienígena (que no se manifestaba físicamente) que accede a la Tierra para recabar información. Para ello se introduce en la mente de un avispado chaval, Mathew Gore, al que le dota de poderes como la capacidad de leer la mente o de ver el futuro. La cabecera era lo suficientemente perturbadora como para no dejar de mirar la tele durante los casi treinta minutos que duraba.

 

 

2. Dentro del laberinto

A muchos les sonará este título por la película que protagonizaron Jennifer Connelly y David Bowie. Pero la serie (que fue anterior) no tenía nada que ver con los goblins. A quien le pareciese una paranoia total la isla de ‘Perdidos’ es porque nunca se topó con este título sobre una cueva que esconde un laberinto. En ella se refugian tres niños una tarde cuando comienza a llover. Dentro se encontrarán con Rothgo, un mago que les pide ayuda para luchar contra su enemiga, la bruja Belor, y, sobre todo, para encontrar una fuente de energía llamada Nidus. Recorrer el laberinto no era una tarea sencilla. Al principio de cada capítulo los niños giraban un vórtice del tiempo que los trasladaba a otro lugar y a otra época distinta.

 

 

3. Maika la niña del espacio

Otra rareza fue esta serie checoslovaca sobre un extraterrestre que viaja desde el planeta Gurun y, para pasar desapercibido en el nuestro, adopta la forma de una niña. Pronto irá a parar a un pequeño pueblo donde, inevitablemente, llaman la atención sus poderes y sus extrañas actitudes.

 

4. De otro mundo

Menos psicodélica que la anterior era Evie Gardland, la repelente protagonista de esta serie sobre una adolescente que, cuando cumple trece años, descubre que su padre no ha muerto, sino que es un extraterrestre. Y esa es la razón por la que ella es capaz de congelar el tiempo o de teletransportar objetos. ¿Quién no ha juntado alguna vez los dedos índice después de ver esta ficción para comprobar si albergaba algún poder sobrenatural?

 

 

5. La tía de Frankenstein

Con bastante más humor conocimos a los monstruos que residían en el castillo del nieto de Frankenstein, que está empeñado en revivir el mito de su abuelo. Los habitantes del pueblo hartos de lo que sucede en ese lugar deciden tomarlo, pero no les será facil. Para poner orden se trasladará hasta allí la tía Hanna, una fumadora empedernida de puros que procurará la armonía entre todos aquellos seres extraños (Drácula, el Hombre Lobo, la Dama Blanca…) y algunos nuevos que aparecerían, como un jovencito huérfano que se refugiará en el castillo y empatizará enseguida con todos ellos.

 

 

6. Worzel el espantapájaros

En España se conoció como ‘Nuestro amigo el espantarájaros’ y, aparentemente, era la historia de un simpático personaje que no dejaba de meterse en líos con sus amigos, algunos humanos convencionales y otros seres especiales como él, como la muñeca viviente Sally. Sin embargo Worzel no resultaba tan entrañable cuando le veíamos quitarse su cabeza y colocarse otra. Y es que contaba con una colección bien variada y cada una de ellas le servía para acometer una labor. Qué mal lo pasábamos cuando no era él quien se quitaba la cabeza sino que se la arrancaban en algún desgraciado accidente.


 

7. El valle secreto

El Valle Secreto era un campamento de verano que pone en marcha el anciano Dan McCormack junto a una pandilla de muchachos. Pero no todo el mundo está feliz con el uso de esta propiedad, ya que un grupo de especuladores urbanísticos cuentan con planes muy diferentes para ese lugar. Los intentos por destruir el Valle Secreto fueron muchos, pero siempre infructuosos gracias a los niños, dispuestos a lo que fuese por ayudar a su amigo. Una especie de ‘Verano azul’ pero con parque de atracciones en lugar de barco. Y sin que nadie cantase “No nos moverán”, claro.

 

 

8. El profesor Poopsnagle

De la anterior surgió un ‘spin off’ en torno al profesor Poopsnagle, el abuelo de uno de los niños del Valle Secreto, que se encargará de construir un autobús con la tecnología de un globo aerostático. A bordo de él viajará la pandilla para localizar seis salamandras que contienen el nombre de un mineral con el que conseguir una fórmula secreta.

 

 

9. El Cuentacuentos

Mucho antes de que los cuentos se trasladasen a la pequeña pantalla con ‘Érase una vez’ un contador de historias nos descubrió relatos infantiles basados en fábulas europeas. Cada episodio presentaba una trama completamente diferente (La Cenicienta, El gigante sin corazón, El pequeño erizo Hans…) y el único denominador común era el narrador.

 

 

10. Ravioli

El repaso lo cerramos con un título alejado de la ciencia ficción y de lo paranormal. Todos nos sentíamos identificados con los retoños de la familia Düwel, que, cuando sus padres se van de vacaciones, deciden alimentarse cada día con latas de Ravioli y así poder gastar el dinero que les han dejado en varios caprichos. Cada uno de los hermanos se comprará uno. El problema surge en el momento en que empiezan a hartarse de comer el mismo plato italiano y deben idear tretas para variar su menú.

 

La mayoría de estas series no han envejecido bien. Su estética y sus efectos especiales sonrojan en la era del 3D. Es cierto. A ellas, como a todos, se les nota el paso del tiempo. Pero, a pesar de esto, no viene mal revisarlas (algunas están colgadas en YouTube) en una de esas tardes tonta de domingo para recordar lo mucho que conseguían emocionarnos. Posiblemente sin ellas no habríamos acabado enganchados a ‘Breaking Bad‘ o ‘Juego de Tronos‘. Forman parte de nuestra educación sentimental.

 

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Sobre el autor

Crecí con 'Un, dos, tres', 'La bola de cristal' y 'Si lo sé no vengo'. Jugaba con la enciclopedia a 'El tiempo es oro' imitando al dedo de Janine. Confieso que yo también dije alguna vez a mi reloj: "Kitt, te necesito". Se repiten en mi cabeza los números 4, 8, 15, 16, 23, 42. Tomo copas en el Bada Bing. Trafico con marihuana en Agrestic y con cristal azul en Albuquerque. Veo desde la ventana a mi vecino desnudo. El asesino del hielo se me aparece en cada esquina y no me importaría que terminase con mi vida para dar con mis huesos en la funeraria Fisher.


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