Los Alcántara no son una familia normal y corriente | El síndrome de Darrin - Blogs lasprovincias.es >

Blogs

Mikel Labastida

El síndrome de Darrin

Los Alcántara no son una familia normal y corriente

“Me cago en la leche, Merche”

Antonio Alcántara

 

 

Ni ‘Fringe’ ni ‘Doctor Who’. Si ha habido una serie de ciencia ficción en los últimos años ésa es ‘Cuéntame’, el longevo título de TVE, que ha comenzado su decimoquinta temporada. Los Alcántara no son extraterrestres ni ocultan súper poderes, pero tampoco son la típica prole media española, como nos han tratado de vender. Tal vez cuando comenzó, allá por 2001, lo eran, pero en la actualidad de prototipo de familia de los setenta u ochenta tienen poco. ¿A cuántos clanes conoce usted en el que todos sus miembros hayan pasado por la cárcel? ¿O con hijos con un historial amoroso como el de Toni e Inés, que incluye curas, vecinas mayores y drogadictos? ¿O con una capacidad de reinventarse laboralmente como la del patriarca de los Alcántara?

La popular serie llegó a la televisión pública hace trece años como una ficción costumbrista que retrataba el día a día de una familia normal de finales de los años sesenta. Antonio, el padre, era un simple ordenanza que trataba de sobrevivir en Madrid junto a su esposa, Merche; su suegra, y sus hijos, por aquel entonces tres, la chica, el chico y otro niño más tardío. Hasta ahí íbamos bien. Él aguantaba sus problemas en el trabajo, su mujer tenía sus aspiraciones, la abuela se escandalizaba por todo, y los chavales vivían sus primeros escarceos amorosos. El problema empezó a surgir cuando avanzaban los episodios y la familia tópica se fue convirtiendo en una familia digna de estudio. Y es que rellenar más de 250 capítulos no resulta una tarea sencilla. Vamos a exponer a continuación algunas razones para argumentar por qué los Alcántara se parecen poco a usted y a los que le rodean, y mucho menos a los que le rodeaban en los años setenta y ochenta.

 

 

Todos a la cárcel

Confieso que provengo de una familia numerosa, de esas en que cualquier domingo nos juntamos casi veinte, entre padres, hijos, arrimados y sobrinos. Quizá nosotros somos los raros (que no digo que no) pero ninguno hemos estado en la cárcel, no al menos encerrados. Los Alcántara, que son unos cuantos menos, ya deben de tener hasta carné de socios, porque prácticamente todos sus miembros han pasado por calabozos y celdas. El último caso ha sido el de Carlos (antes Carlitos), que la temporada pasada fue enviado a prisión acusado de tráfico de drogas. Entre rejas también pasó una temporada Inés, a la que relacionaron, por su grupo de teatro, con un etarra implicado en el atentado del Café Correo de Madrid. Por supuesto nada tenía que ver con él, igual que Carlos tampoco era dueño de las sustancias con las que le pilló la policía. Porque si en algo coinciden los Alcántara también es en que todos han sido arrestados por delitos que ellos no cometieron, nunca por nada que hubiesen hecho. A Antonio Alcántara lo detuvieron por su vinculación con Construcciones Nueva York, empresa a la que le acusaban de estafa. Por su parte Toni fue al calabozo por militancia clandestina. “Qué mala suerte hemos tenido. ¿Por qué nos tiene que pasar esto a nosotros?”, decía en el capítulo 23 desconsolada Mercedes, sin imaginar que lo de la cárcel se iba a convertir en una tradición familiar. Hasta ella y la abuela Herminia fueron retenidas junto al resto de familiares cuando la policía creyó que iban a cometer un atentado de camino al Valle de los Caídos. Ahora sólo falta comprobar si María, la benjamina de los Alcántara, continúa la costumbre. Por supuesto, si acaba entre rejas será por un delito ajeno a ella.

 

 

Antonio sirve para un roto y para un descosido

Si hay un caso de extrema versatilidad laboral ése el de Antonio, que lo mismo sirve para arreglar un grifo, para encajar planchas de una imprenta o para dar un mitin. Para un roto, un descosido y un remendado. En los orígenes de la serie el patriarca del clan era un ordenanza del Ministerio de Agricultura y se encargaba de la imprenta de don Pablo. Pero resultó tan buen trabajador que su jefe le hizo director gerente de una empresa de construcción. ¿Es que sus conocimientos en el ámbito inmobiliario eran profusos? No. Pero, vamos, tampoco sería el primero que se mete en el negocio de las viviendas sin tener idea. Y que termina mal en él tampoco. Casi acaba de por vida en la cárcel por un delito de estafa en torno a una urbanización que no se construyó. De ahí volvió al Ministerio y más tarde se dedicó a negocios tan variopintos como la moda (como socio de la empresa Meyni con su mujer), la exportación de productos a la Unión Soviética y la comunicación (dueño de la revista de actualidad y destape ‘Por supuesto’). Cuando todas estas empresas quebraron amplió miras y con idénticos conocimientos (ninguno) probó suerte vendiendo coches, fabricando banderas y estandartes, o comercializando aceite y vino.

Pero si hay un hito en el currículum de Antonio ése es el haber desempeñado el cargo de Director General del Ministerio de Agricultura, el mismo del que había sido ordenanza. Accedió a él de idéntica forma con que se topó con el resto de negocios, casi por casualidad. Convencido por un amigo del pueblo entró en política de la mano del partido Democracia Cristina y su ascenso fue imparable. Logró formar parte de UCD y participó del Gobierno tras las elecciones de 1977, a las que aspiraba a ser diputado. Casi nada. Como si cualquiera pudiese ocupar un escaño (ironía…). Dada su escasa preparación política, lo previsible era que las meteduras de pata fuesen constantes en el Ministerio de Agricultura. Pero nada de eso. Antonio supo resolver diferentes conflictos y aunque su salida fue brusca, le volvieron a reclamar más tarde como Gobernador civil de Albacete. Y, pese a que fue el mismísimo Adolfo Suárez el que le llamó para ofrecerle el puesto, él lo rechazó. El “puedo prometer y prometo” esta vez no funcionó.

 

Arte en la sangre

Con esta herencia paterna recibida es normal que los hijos no hayan encontrado problema a la hora de abrirse camino en el mercado laboral. Y podría haber terminado uno de conserje, otra de cajera y el tercero de funcionario de correos. Pero no. En esta familia media a todos les sale la vena artística. Carlos sueña con que su nombre forme parte de la historia de la literatura. Ya ha escrito un libro, ha optado a algún premio y, aunque de momento con el mundo editorial no ha habido suerte, nadie duda de que logrará ser un escritor de éxito. La vena artística de Inés le condujo a la interpretación. Y pese a que sobre las tablas no ha conseguido todos sus propósitos, ella no desiste de ser actriz. Toni, sin embargo, estudió para ejercer la abogacía pero en el camino se cruzó el periodismo y se entusiasmo. Pero él nunca ha sido un periodista que se moría de asco cuadradando teletipos o haciendo fotocopias. No, él llegó y besó el santo y se convirtió en reportero intrépido al que le toca cubrir los acontecimientos más relevantes. Una familia con estrella, sí señor.

 

 

Mala suerte en los amores

En donde tampoco han estado acertados los retoños de los Alcántara ha sido en los amores. No han conseguido dar con el apropiado y no será porque no lo hayan intentado. Eso sí, ninguna de sus historias ha sido precisamente convencional. La única relación medianamente normal que se le conoce a la hija mayor fue con Jesús, su primer novio que trabajaba en Galerías Preciados. Pero ése le duró dos Telediarios. O dos partes, en aquella época. Después pasaron por su vida un músico que le introdujo en una comuna hippy, un actor bastante mayor que ella divorciado y padre de dos hijas, un director de cine casado, el médico de la familia y un joven con el que se enganchó a las drogas. Por no faltar no falta ni un cura, nada menos, con el que tuvo un hijo. Su hermano Toni no le anda a la zaga. Mantuvo una relación con la hija de un alto cargo de la Administración, a la que dejó embarazada, aunque posteriormente abortó. Después pasó por los brazos de Clara, una vecina y amiga de su madre; fingió estar casado con una compañera de partido y se enamoró de Juana, con la que llegó a contraer matrimonio y a tener un hijo.

 

 

Nietos lejanos

Pero ninguna de estas relaciones se ha asentado, y esto ha provocado algo bastante inusual: ninguno de los nietos de los Alcántara viven cerca de sus padres y abuelos. Ni Antonio ni Mercedes han podido ejercer de yayos con los retoños de Inés y Toni, porque ambos han sido padres pero no cuentan con la custodia de sus hijos. El pequeño Antonio Oriol es fruto de la relación entre Inés y Eugenio, el cura. Al año de nacer la pareja rompe e Inés comienza a llevar una vida alocada dejando de lado a su hijo, que se queda al cuidado de sus padres y de su expareja. Al final es Eugenio quien se queda con la custodia del pequeño y vive con él, y su nueva novia, en Cuenca. Y Cuenca por aquel entonces debía de estar al otro lado del Atlántico porque Inés no se desplaza a ver a su hijo ni por Navidad.

El que sí está más lejos, en Londres, es el hijo de Toni, Santiago. Tardó en enterarse de que había sido padre, porque Juana, la madre de la criatura, se lo ocultó. Ella reinició su vida en Inglaterra y se llevó al niño allí. Tampoco a Toni se le ve excesivamente preocupado por vivir lejos de su retoño.

 

El don de la ubicuidad de los Alcántara

Igual es chiripa. O que los Alcántara son gafes. O que, efectivamente, poseen el don de la ubicuidad y cada vez que va a suceder un acontecimiento histórico ellos están presentes. ¿O no es casualidad que justo el día en que se produce el golpe de Estado de Tejero Toni se halle dentro como periodista de Radio Centro y se encargue de retransmitirlo en directo? O que Inés actúe con su compañía justo en Valencia, la ciudad en la que los tanques salieron a la calle, ¿no lo es también? Si de algo pueden presumir los Alcántara es de haber vivido la historia desde la primera fila. Y nunca mejor dicho. Si cuando aparecía Jessica Fletcher uno sabía que iba a suceder un crimen, cuando los Alcántara se presentan los historiadores abren sus libretas para tomar nota del hecho rememorable que va a ocurrir. Porque mira que es caprichoso el azar al provocar que Carlitos, sus padres y su tío pasasen el 20 diciembre de 1973 por la calle por la que se produjo el atentado de Carrero Blanco en el mismo instante en el que explotó el coche y lo contemplasen a escasos metros desde las ventanillas del coche. O al colocar a Toni en Portugal justo cuando estalla la Revolución de los claveles, o en el hospital en el que Franco estaba moribundo. O al mandar a Carlitos a Pamplona con sus amigos en 1978, año en que las fiestas se suspendieron ante los graves disturbios acaecidos. O al implicar a Antonio y Miguel en las intoxicaciones del aceite de la colza. Mira que la casualidad persigue a esta familia convencional… Auguro que visitarán Nueva York en 2001, que tomarán un tren en Atocha en 2004 y que viajarán a Sudáfrica en 2010. Si no es que el propio Oriol se convierte en jugador de La Roja. Que todo puede ser…

 

 

En la riqueza y en la pobreza

Los Alcántara pueden presumir de haber pertenecido a todos los estratos sociales posibles. Vivieron en San Genaro intentando soportar el día a día con cuatro duros y de la mejor manera posible (gracias, por supuesto, a las múltiples facetas laborales de Antonio). Y de ahí, cuando el patriarca se metió en política, saltaron al barrio de Salamanca, donde pasaron a ejercer como nuevos ricos. Y, como todo lo que sube baja, esta particular familia se arruinó y tuvo que regresar a su entorno natural y buscar nuevas maneras de ganarse la vida. Una montaña rusa de modus vivendi no apta para cualquier clan.

 

 

Bonus: los electrodomésticos de los Alcántara

Los habíamos visto en las películas o en las series americanas. Nos fascinaban porque permitían calentar la comida sin necesidad de encender ningún fuego. Únicamente había que dar a un botón y el plato empezaba a girar hasta alcanzar su temperatura apropiada. En España los microondas comenzaron a popularizarse en los años ochenta, pero eran tratados como un objeto de lujo. ¿En qué año dispusieron ustedes de este electrodoméstico en casa? Supongo que no antes de los noventa. Los Alcántara, familia corriente donde las haya, estrenaron los ochenta con microondas. Pero no en su casa principal, no, sino en la del pueblo. Debieron de ser la envidia de todo Sagrillas.

 

 

Títulos de crédito: Para quejas, sugerencias y otras necesidades humanas mi correo es mlabastida@lasprovincias.es  

Otro sitio más de Comunidad Blogs lasprovincias.es

Sobre el autor

Crecí con 'Un, dos, tres', 'La bola de cristal' y 'Si lo sé no vengo'. Jugaba con la enciclopedia a 'El tiempo es oro' imitando al dedo de Janine. Confieso que yo también dije alguna vez a mi reloj: "Kitt, te necesito". Se repiten en mi cabeza los números 4, 8, 15, 16, 23, 42. Tomo copas en el Bada Bing. Trafico con marihuana en Agrestic y con cristal azul en Albuquerque. Veo desde la ventana a mi vecino desnudo. El asesino del hielo se me aparece en cada esquina y no me importaría que terminase con mi vida para dar con mis huesos en la funeraria Fisher.


febrero 2014
MTWTFSS
     12
3456789
10111213141516
17181920212223
2425262728