“Qué sería de la vida si no nos insultara quien nos tiene que insultar”
David Trueba
Juan Diego Botto recrimina a Jorge Sanz que nunca haya mostrado interés por el cine comprometido y por causas como el famoso “No a la guerra” en una divertida y autoparódica secuencia de un capítulo de ‘Qué fue de Jorge Sanz’. Ésta es, sin duda, una de las mejores series de cuantas se han producido en este país en los últimos años. Fue un ejercicio valiente, arriesgado e inteligente que, aunque en un principio no llegó a un gran número de espectadores por la emisora en que se emitió (Canal+), ha conseguido después gran reconocimiento y buena repercusión gracias al boca oreja y a las críticas.
‘Qué fue de Jorge Sanz’ es una rara avis en la producción nacional. Está compuesta por seis capítulos de media hora de duración, en los que se muestra, a caballo entre el falso documental y la falsa ficción, la realidad de un actor venido a menos que hace sorna con sus propias desgracias y con todas las que rodean a la industria del cine español, si es que alguna vez existió eso. El autor de esta audaz propuesta fue David Trueba, el vencedor de la última gala de los Goya, de la que salió con premios como el de mejor guión, director o película, gracias a su último trabajo, ‘Vivir es fácil con los ojos cerrados’. Trueba deslumbró en cada una de sus apariciones con sus lúcidas intervenciones y reflexiones. Porque Trueba, reconozcámoslo, es uno de sus tipos al que cuesta imaginarle enfadado, pero también uno de esos que es capaz de desarmarte sin perder la compostura. Uno de esos al que nunca te cansas de escuchar. Y al que parece difícil rebatirle cuando no lleva la razón. Te terminará convenciendo de lo contrario.
No había empezado ni el siglo XXI y yo ya era seguidor suyo, rindiéndome ante frases como ésta: “Siempre he sospechado que la amistad está sobrevalorada. Como los estudios universitarios, la muerte o las pollas largas”. Bravo. Así comienza su segunda novela, ‘Cuatro amigos’, igual de brillante que lo fue antes ‘Abierto toda la noche’ y algo más de lo que resultó ‘Saber perder’. Trueba sedujo en la madrugada del domingo, pero ya lo había hecho en otras disciplinas antes porque él, cual hombre del Renacimiento, ha sido bueno escribiendo guiones (‘Los peores años de nuestra vida’, ‘La niña de tus ojos’), dirigiendo películas (‘Soldado de Salamina’, ‘La silla de Fernando’) y opinando en artículos de prensa.
Él también ha demostrado el buen tándem que cine y televisión podrían protagonizar. Lo hizo primero como codirector del ‘El peor programa de la semana’, irreverente espacio de La 2, presentado por El Gran Wyoming, que fue vetado en 1993 ante la visita del escritor Quim Monzó. Y después dirigiendo la serie protagonizada por Jorge Sanz, que le costó sacar adelante, ya que ninguna productora apostaba por ella, y en la que despacha su mala leche para radiografiar al gremio que forma el cine español y para ahondar en estereotipos que él mismo ha provocado (como el de la imagen de galán de Jorge Sanz). A Trueba la televisión le interesa. La respeta, que no es poco. Se le nota por cómo habla de ella. En alguna ocasión ha indicado que le gustaría retomar la serie con Sanz cada año, para rodar dos capítulos que fuesen actualizando sus vidas. Una idea fantástica.
La tele española está necesitando ideas que lleguen de fuera del medio, de profesionales ajenos que inyecten savia nueva, de cadenas dispuestas a invertir en ficción menos convencional. Parece difícil que esto suceda en Antena 3 o en Telecinco, canales más comerciales y en los que los experimentos se hacen con gaseosa. Se suele justificar a menudo que en España no es posible que se viva una edad de oro en la ficción televisiva, como la de Estados Unidos, porque no existen plataformas de pago que sufraguen producciones más arriesgadas. No es verdad. Haberlas haylas. Ahora solo falta que sean capaces de encontrar un modelo de negocio para rentabilizar sus inversiones en ficción nacional. Canal + dio el paso con ‘Qué fue de Jorge Sanz’, ‘Crematorio’, y recientemente, ‘España en serie’, pero el camino por recorrer aún es largo. Quizá Televisión Española debería defender un papel primordial ahí, arriesgando con una ficción menos estandarizada. Pero no, la tele pública en este país está a otras cosas, a intentar ganar décimas de audiencia con famosos bailando o con tipos contando chistes.
Trueba se merece una serie. Sí, y otros muchos nominados a los Goya también. Seguramente algunos harían más carrera en la tele de la que están demostrando en la pantalla grande. Imagino a la mayoría de personajes perdedores que pueblan las películas de Daniel Sánchez Arévalo en una serie y pienso en que sus tramas (nada planas, nada previsibles) podrían hacer las delicias del espectador. Él cuenta con experiencia en el medio, pues fue guionista de títulos como ‘Farmacia de guardia’, ‘Hermanas’ o ‘Ellas son así’. A Gracia Querejeta le pega más un drama urbano, un retrato realista de personajes con los que nos cruzamos en el ascensor o en el autobús. Como esa Maribel Verdú que protagoniza ’15 años y un día’. O como Blanca Portillo en ‘Siete mesas de billar francés’. Ha codirigido la miniserie ‘Víctor Ros’ e hizo lo propio con episodios de ‘Cuéntame’, ‘Hospital Central’ o ‘UCO’.
Mariano Barroso ganó el Goya al mejor guión original por ‘Todas las mujeres’, filme protagonizado por Eduard Fernández y que en un principio fue ideado para ser una serie. La estructura de la cinta lo delata. La produjo TNT e iba mostrando los diferentes puntos de vista de un hombre a través de las miradas y versiones de todas sus mujeres.
José Antonio Bayona podría haber dirigido en España una estupenda y comercial ficción inquietante, tras su buen hacer en ‘El orfanato’ y ‘Lo imposible’. Pero aquí no ha encontrado su hueco. Sin embargo sí han visto su potencial en Estados Unidos y allí, en el canal Showtime (el de ‘Homeland’), pondrá en marcha ‘Penny dreadful’, que reunirá a famosos personajes de la literatura de terror.
Rodrigo Sorogoyen estuvo tras las cámaras de ‘Frágiles’ o ‘La pecera de Eva’. En el cine debutó con ‘Stockholm’, por la que fue candidato al galardón a mejor director novel. Viéndola, observando cómo ha encontrado la manera de contar de un modo diferente una historia mil veces narrada, a uno se le ponen los dientes largos de pensar qué tipo de serie podría idear.
Todos ellos han demostrado que son capaces de dirigir televisión. Ahora sólo falta que les permitan actuar y desarrollar sus ideas. Eso cuesta más dinero y no garantiza éxitos seguros. Por eso en España la edad de oro de las series ni está ni se la espera. Hacemos lo de siempre para no errar el tiro.
En Estados Unidos la implicación de profesionales del cine en la televisión cambió el medio y lo convirtió en una plataforma atractiva para proyectar carreras. Spielberg se implicó en ‘Hermanos de sangre’ , ‘Terra nova’ y ‘United States of Tara’. Scorsese avaló ‘Boardwalk Empire’ y dirigió incluso el primer episodio. David Fincher está detrás de la estupenda ‘House of cards’, con Kevin Spacey y Robin Wright. En los próximos meses Guillermo del Toro y M. Night Shyamalan darán el salto también a la pequeña pantalla. Hay tantos que, de pequeña que es, un día no cabrán.
Es verdad que Telecinco ha encargado a Urbizu que dirija ‘Alatriste’, pero el control es tan severo que la improvisación y el sello de cada director es complicado que aparezcan. España podría ser un lugar con un montón de nombres de autor. Como ya lo fue hace unos años, cuando Pilar Miró dirigía el ente público a finales de los ochenta, y sabía que la relación de cine y televisión debía ser estupenda. En esa época Vicente Aranda dirigió ‘Los jinetes del alba’, Fernando Colomo tomó las riendas ‘Chicas de hoy en día’, Jaime de Armiñán (Goya de honor) hizo lo propio con ‘Juncal’, y Mario Camús, con ‘La forja de un rebelde’. Fernando Trueba ideó ‘La mujer de tu vida’, en la que distintos realizadores se ocupaban de un episodio (Emilio Martínez Lázaro, Miguel Hermoso…).
La comunión continuó, incluso con la aparición de canales privados. Ricardo Franco (‘La buena estrella’) produjo para Antena 3 ‘Yo, una mujer’ con Concha Velasco, y Manuel Iborra, ‘Pepa y Pepe’ para TVE. La aparición de productoras (como Globomedia) especializadas en generar contenidos televisivos acabó con esta conexión.
Cine y televisión se han distanciado, o al menos, han provocado que sus caminos discurran por caminos diferentes y, sin embargo, tarde o temprano se toparán. Y quizá ahí, de verdad, dé inicio la edad de las series nacionales. Esperemos que les pille a tiempo. O la de plata. O la de bronce. Con poco nos conformamos.
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