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Mikel Labastida

El síndrome de Darrin

Las series españolas que ya no gustan a la audiencia

“Es un bombazo, publícalo”

Candela (B&B)

 

 

Hubo un tiempo en que todas las series en España debían contar en su reparto con un abuelo, un par de niños y varios adolescentes buenorros. Pocos eran los títulos que escapaban a esta regla y los que lo hacían solían fracasar estrepitosamente. Triunfaban aquellas capaces de atraer al público más variado y para ello había que darles algo o alguien con quien identificarse. La fórmula la inauguraron ‘Médico de familia’ y ‘Farmacia de guardia’, que sentaron las bases de la ficción nacional a partir de los noventa. En la primera encontrábamos al señor Manolo (padre de Nacho Martín) y a su amigo Matías, a los niños Chechu y María y al primo Iván, como joven díscolo. En la de Mercero Don Enrique (padre de Lourdes) ejercía el papel de abuelo, Guille y Fany interpretaban a los más jóvenes, y Kike tenía el rol de adolescente guapete. Ni qué decir tiene que ambas consiguieron durante años notables audiencias. La de Emilio Aragón se emitió de 1995 a 1999 y su capítulo más visto casi alcanzó los once millones de espectadores. La de Concha Cuetos duró de 1991 a 1995 y se despidió con un episodio que superó ampliamente los trece millones de seguidores. Con estas cifras y otros logros era imposible que no llegasen después otras que intentaran imitar su éxito.

 

A partir de ahí los ‘Médico de familia’ fueron reproduciéndose donde menos los esperabas. En un periódico por ejemplo, en la serie ‘Periodistas’, en la que Coronado y Larrañaga protagonizaban el tira y afloja, el conserje Pepín hacía las veces de abuelo, Emma (la hija de Belén Rueda) cubría la cuota de niños e Isabel, la de adolescentes. Con idéntico esquema se desarrollaba ‘Compañeros’, en la que el punto entrañable de los adultos lo daban la conserje Rocío y su marido (padres de Valle) y el infantil Bego y Nadia, la hija de Alfredo y una amiga suya. ‘Los Serrano’ explotó este esquema plagando la ficción de adolescentes desatados (hermanastros que se iban liando entre ellos) y niños repelentes que lo mismo hacían travesuras que montaban triunfantes grupos musicales. Doña Carmen, madre de Lucía, representaba al personaje de edad que imponía la calma ante tanta insensatez.

‘Ana y los siete’, ‘Javier ya no vive solo’ o ‘Los hombres de Paco’ también mantuvieron la premisa de que toda ficción que se preciase debía incluir en su reparto a abuelos, nietos y jóvenes sin camiseta. El esquema se ha ido adaptando a argumentos variados y lo mismo funciona en los de misterio, como ‘El internado’ o ‘Luna. El misterio de Calenda’, que en los de aventuras, como ‘Águila Roja’ o ‘El barco’. Es necesario contentar a todos los targets, los distintos tipos de públicos, para que cualquier anunciante quiera insertar anuncios en tu serie. Las cadenas privadas no tardaron en entender esta circunstancia y aprovecharse de ella. 

 

Pero como no hay fórmula televisiva que cien años dure, la de las familias felices en distintos emplazamientos ya da síntomas de agotamiento. Las series costumbristas españolas pierden espectadores. ¿Se ha cansado el público de estas tramas? Al parecer sí. Sólo hay que repasar las desiguales cifras obtenidas por ‘B&B’ (en Telecinco) y ‘Bienvenidos al Lolita’ (en Antena 3). La primera ya ha tenido que variar de día de emisión para arañar cuota de pantalla y la segunda ha sido cancelada.

Ambas presentaban una serie de roles que ya hemos visto cien veces en otros títulos: la protagonista que se reencuentra con su ex con el que sigue teniendo alguna clase de tensión no resuelta (Belén Rueda en la primera, Natalia Verbeke en la segunda), la criada tipo Gracita Morales que lame por donde pasa su señor (Luisa Martín en un lado, Estefanía de los Santos en el otro), la adolescente problemática con una relación tirante con su familia (Sara Sálamo en la de Telecinco, Nerea Camacho en la de Antena 3) o el joven pobre pero honrado con cuerpo de escándalo que aprovecha para lucir cada dos por tres (el chófer Hugo en una, el camarero Jota en la otra). Al margen de estos cada una de ellas incluía roles menos convencionales cuya función es aumentar los posibles argumentos y captar nuevos seguidores, como la periodista-prostituta Vero, en ‘B&B’, o Roxy, la bailarina transexual de ‘Bienvenidos al Lolita’. Una de las ficciones se desarrolla en una revista de moda donde la mitad de la plantilla son familia y la otra en un cabaret venido a menos, aunque sus tramas se podrían intercambiar fácilmente sin que esto originase demasiados escollos. A partir de ahí se suceden amores imposibles, atracciones irresistibles y conflictos que se superan con mucho esfuerzo.

La ficción emplazada en el cabaret comenzó con buen pie, pero fue perdiendo audiencia a medida de que iba avanzando y divagando por lugares comunes. Una caótica presentación plagada de tópicos y situaciones poco creíbles ayudó poco. A la de la revista le ha sentado bien cambiar de lunes a miércoles, pero aún así sigue lejos de datos que obtuvieron en su día sus antecesoras.

 

¿Por qué han rechazado ahora los espectadores estas dos propuestas que repiten claves que encumbraron en el pasado a otras? Caben dos explicaciones al respecto.

La primera es que las cadenas han sobreexplotado este modelo hasta el hartazgo, han dejado al descubierto todos sus trucos y lejos de avanzar se han estancado en las mismas situaciones manidas con las que se jugaba en los noventa. ‘Doctor Mateo’, ‘Los protegidos’, ‘Mis adorables vecinos’ o ‘Un paso adelante’ han sido algunos de los títulos que funcionaron con mimbres similares.

La segunda explicación hay que buscarla en la aparición y consolidación de otro tipo de propuestas. No son, ni mucho menos tan arriesgadas como nos venden, pero al menos se han atrevido a construir argumentos más adultos y a no repetir idénticos giros a los que hemos visto cien veces. En este grupo de series ‘diferentes’ estarían ‘El tiempo entre costuras’ o ‘El príncipe’, por citar los dos últimos productos que han dejado temblando los audímetros. La primera adoptó la novela de María Dueñas y conquistó al sector femenino con un planteamiento más sofisticado de lo que estábamos acostumbrados hasta ahora. La segunda plantea una trama policiaca sin algunas concesiones que han empobrecido intentos anteriores y apuesta por la combinación de intriga, tipos duros e historia de amor pasional para captar intereses dispares.

A estas novedades hay que añadir la proliferación de propuestas históricas o de corte clásico (‘Isabel’, ‘Velvet’) y la competencia de las ficciones americanas cada vez mejor cuidadas, no sólo en sus argumentos sino en los equipos que los llevan a cabo.

 

Los gustos de quienes ven televisión han cambiado. Antes se recurría a estas series para distraerse y descansar sin calentar demasiado el cerebro. Ahora se prefiere historias con continuidad, que se pueden seguir semana tras semana en función de las necesidades de cada cual. Pero no todas, algunos experimentos (como ‘La Fuga’ en Telecinco) no obtuvieron las cifras que se esperaba de ellas.

 

Treinta años son muchos para unas series que nunca han cambiado de fondo ni de aspecto. Y los años no pasan en balde para nadie. La herencia de ‘Médico de familia‘ se está agotando. Al menos en algunos aspectos. En otros todavía tardará. Otra de las novedades en ficción nacional que instauró el título de Emilio Aragón fue la duración de los capítulos. Los primeros episodios que la audiencia de Telecinco pudo ver apenas superaban los cincuenta minutos. A medida que fue avanzando, y ante la masiva atención que lograba, la cadena exigió que la duración aumentase para poder meter más bloques de publicidad. La práctica funcionó y se quedó arraigada a la producción española. Los capítulos de ‘Velvet’ que han coincidido con la serie ‘B&B‘, han llegado a extenderse hasta los 100 minutos para que la competencia no pudiese hacerle sombra en ninguna franja horaria. Esas extensiones el público español las sigue permitiendo. Pero cuidado porque nada es eterno, como se ha demostrado. Más les valdría a las emisoras que lo prevean para que no les pille con el paso cambiado como ha pasado con ‘B&B‘ y ‘Bienvenidos al Lolita‘.

Las rentas de ‘Médico de familia‘ se están acabando.

 

 

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Sobre el autor

Crecí con 'Un, dos, tres', 'La bola de cristal' y 'Si lo sé no vengo'. Jugaba con la enciclopedia a 'El tiempo es oro' imitando al dedo de Janine. Confieso que yo también dije alguna vez a mi reloj: "Kitt, te necesito". Se repiten en mi cabeza los números 4, 8, 15, 16, 23, 42. Tomo copas en el Bada Bing. Trafico con marihuana en Agrestic y con cristal azul en Albuquerque. Veo desde la ventana a mi vecino desnudo. El asesino del hielo se me aparece en cada esquina y no me importaría que terminase con mi vida para dar con mis huesos en la funeraria Fisher.


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