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Mikel Labastida

El síndrome de Darrin

La ópera amansa a la fieras… y hasta a Tony Soprano

“¡Qué alivio! Creí que nos esperaba uno de esos espantosos lieder alemanes… Siempre se puede confiar en Puccini”

Condesa viuda de Grantham



No te gusta la ópera. Porque es elitista, porque no se entiende, porque es aburrida, porque es antigua. No sabes nada de arias, de cadenzas, de falsetes, de oberturas o de cabalettas. Y no tienes interés por descubrir qué es qué. No distingues entre sopranos, tenores, contratenores o barítonos. Todos cantan igual. ¿Colores? Rojo, amarillo y verde. Y esos poco tienen que ver con voces.

Los argumentos son recurrentes. ¿Ópera? Lagarto, lagarto. Eso no va conmigo. La respuesta suele ser contundente, aunque luego en la práctica la rotundidad se resquebraje. ¿O qué sucede cuando los cantantes de ópera salen a la calle y sorprenden a los viandantes en plazas, mercados, cafeterías u otros lugares públicos? Pues que la mayoría de personas no pueden evitar detenerse y deleitarse. Y entonces importa poco si se entiende o no lo que dicen o si se comprende la historia. Porque a lo mejor eso no es lo más importante o no debe servir de óbice. Admiramos y reconocemos la valía de Montserrat Caballé o de Plácido Domingo, pero damos la espalda a su trabajo. Igual no tiene demasiado sentido.

La ópera, además, está en nuestras vida. ¿Cuántas veces le han contado la historia de esa persona abnegada que espera por un amor que no es correspondido, inventándose mil excusas para no admitir la evidencia? Eso es ‘Madame Butterfly’. ¿O el thriller de una cantante enamorada de un pintor pero a la que pretende también un policía, todo ello en medio de una trama de celos y engaños que va a impedir que el amor verdadero prospere? Eso es ‘Tosca’. Disfrutamos de ‘Fausto’ o de ‘El fantasma de la ópera’ en el cine, pero no en los teatros. ¿Por qué? Nos gustaron ‘Brokeback Mountain’, ‘El resplandor’ o ‘La Mosca’ como películas, pero no les damos oportunidad si se cuentan a través del género del bel canto. Como mínimo suena incongruente.

 

¿Y la tele? La relación es bastante más fluida de lo que podría parecer, al ser ambos dos medios tan antagónicos. Por lo menos sobre el papel, una va encaminada a las minorías y la otra se dirige y llega a todo tipo de públicos. Pese a esta distancia el interés entre las dos es grande. En enero de este año, por ejemplo, se estrenó una ópera basada en una serie de televisión, ‘Breaking bad’. El drama de Walter White subió al escenario gracias a Sung Jin Hong, que trabajó en un cuadro escénico sobre traficantes de drogas fugitivos, que incluía un aria dedicado a Jesse Pinkman, ‘The bitch aria’. Si antiguamente los compositores buscaban inspiración en la literatura tampoco es extraño que en la actualidad se recurra a la pequeña pantalla.

¿Y al revés? El interés es mutuo, sí. Las series echan mano de momentos operísticos relevantes que ayuden a comprender mejor su relato o, al menos, a armarlos para darles significado. Además de la belleza de las partituras la inclusión de estos fragmentos suele cumplir otras tareas. Y si no analicemos ejemplos en algunas de las series más famosas de los últimos años.

 

 

Los Soprano: ‘La Rondine’ de Puccini

La madre de las series, la Traviata de las ficciones del último siglo. David Chase eligió una ópera para ilustrar una de las secuencias clave del capítulo piloto y una de las tramas que más darían de sí en toda la serie. Cuando Tony Soprano está en el jardín de su casa y sufre su primer ataque de pánico (que le va a conducir a la consulta de la doctora Melfi, con la que establecerá una particular relación) suena ‘La Rondine’. Esta pieza de Puccini, sobre una joven mantenida por un rico banquero que sueña con encontrar al amor verdadero, ha sido subestimada y considerada menor desde que fue estrenada en 1917. Aún así contiene un aria, ‘Chi il bel sogno di Doretta’, reconocida por su belleza y que describe el vuelo de una golondrina en busca de sus sueños y que funciona bien en el momento en que Tony Soprano ve volar esos patos en los que se ha refugiado para frenar su ansiedad durante varias semanas.

 

 

Hannibal:Julio César en Egipto’ de Händel

El psiquitra Hannibal Lecter es un gran amante de la ópera. Exquisito en sus gustos no disimula la fascinación que le produce este arte, que ejerce sobre él un efecto tranquilizador. Es habitual que se deleite con obras de Mozart, de Vivaldi o de Verdi. En el séptimo episodio de la primera temporada Hannibal acude a un recital que, curiosamente, se llama ‘Concierto para la asistencia al hambre’, y queda deslumbrado por la interpretación que hace una cantante de ‘Piangero la sorte mia’ (de Cleopatra) de la ópera ‘Julio César en Egipto’ de Händel. Esta pieza, escrita en 1724, refleja los amores de Julio César y Cleopatra y transcurre en el año 48 antes de Cristo, coincidiendo con la guerra de Alejandría.

 

 

Nip Tuck: ‘Lakmé’ de Léo Delibes

Los cirujanos McNamara y Troy de ‘Nip/tuck‘ suelen echar mano de todo clase de músicas para concentrarse en las operaciones que llevan a cabo primero en Miami y más tarde en Los Ángeles. Para la separación de dos siamesas escogieron el ‘Dueto de las flores’ de la ópera ‘Lakmé’ de Léo Delibes. Este dúo recurrente en las bandas sonoras de películas (como ‘Bronson’ o ‘El ansia’) y en series (como ‘The L Word’) entre la hija del sacerdote y su criada en este texto sobre el amor secreto entre la hija de un sacerdote y un oficial inglés.

 

 

Sexo en Nueva York: ‘Aída’ de Verdi

En la tercera temporada de ‘Sexo en Nueva York’ Carrie ha iniciado una relación con Aidan, que funciona de maravilla, algo que preocupa a la protagonista de la serie, acostumbrada a vínculos más frágiles. El recuerdo de su eterno amor, Mr. Big, ahora casado, prevalece y enturbia su idílico noviazgo. En el séptimo episodio a Charlotte le plantan para ir al Metropolitan Opera y Carrie se ofrece a acompañarla para ver ‘Aída’ de Verdi. Sin embargo, durante la representación no está muy atenta y se dedica a observar a los espectadores con ayuda de sus prismáticos. Cuál no será su sorpresa cuando descubra en un palco a Big y su mujer. El libreto de Verdi versa en torno a Aída, una princesa etíope que es apresada y conducida a Egipto como esclava. Allí depierta el amor de un comandante militar, del que está enamorada la hija del faraón. El triángulo amoroso guarda ciertas similitudes con el que se va a establecer entre Carrie, Big y Natasha.

 

 

A dos metros bajo tierra: ‘Turandot’ de Puccini

La gran obra de Puccini sobre la bella y cruel princesa Turandot, empeñada en casarse con quien desvele sus enigmas y condenar al resto a la muerte ha ilustrado también numerosas series. El amor casi enajenado de Calaf hacia la princesa y su deseo de conseguir que ella baje del pedestal y se entregue a sus sentimientos se ha colado en diversas ficciones. En ‘A dos metros bajo tierra’ lo hace en un funeral en el que un cantante honra al difunto con un fragmento de esta pieza, lo cual no sólo consigue emocionar a su pareja, sino también a los hijos Fisher, en especial al frío David, que se siente identificado con la pareja.

 

 

Downton Abbey: ‘Gianni Schicchi’ de Puccini

La llegada de una cantante de ópera a ‘Downton Abbey’ provoca un enorme ajetreo y no deja indiferente a nadie. Los Crawley pretenden dar un toque de modernidad a las fiestas que organizan en su fortaleza, la condesa Violet lo considera poco apropiado y para los servientes será un acontecimiento extraordinario que podrán disfrutar en primera fila. “¿Teme que la influencia de la ópera altere a los criados?”, pregunta el señor Crawley a Carlson, responsable del servicio. Hasta el castillo se desplaza Dame Nellie Melba, que interpretará para la familia e invitados, después de cenar, ‘O Mio Babbino, Caro’, la celebérrima aria de la ópera ‘Gianni Schicchi’ de Puccini. Montserrat Caballé o Maria Callas son algunas de las cantantes que han prestado su voz para esta popular pieza en la que Lauretta teme por su amor ante los enfrentamientos entre su padre y sus futuros suegros. En ‘Downton Abbey’ la escena resulta capital durante la cuarta temporada, ya que un desagradable acontecimiento sucede mientras se celebra el recital.

 

 (pulsa sobre la fotografía)

 

Carnivale: ‘La Wally’ de Catalani

En muchas ocasiones la letra del aria y la escena para la que es utilizada no tienen demasiado que ver, aunque la melodía pudiera dar la sensación contraria. Sucede con ‘Ebben, ne andrò lontana’ de la ópera ‘La Wally’, que habitualmente se usa para secuencias de enamoramientos. Ocurre en películas como ‘Carretera perdida’ o en series como ‘Borgen’ o ‘Carnivale’, tal y como cuentan en el blog Recursos Sonoros Audiovisuales, encargado de describir los diferentes recursos sonoros en el audiovisual.

 

Bonus: Cuando Norm, Cliff, Sam, Woody y Diane de ‘Cheers’ fueron a la ópera

 


 

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Sobre el autor

Crecí con 'Un, dos, tres', 'La bola de cristal' y 'Si lo sé no vengo'. Jugaba con la enciclopedia a 'El tiempo es oro' imitando al dedo de Janine. Confieso que yo también dije alguna vez a mi reloj: "Kitt, te necesito". Se repiten en mi cabeza los números 4, 8, 15, 16, 23, 42. Tomo copas en el Bada Bing. Trafico con marihuana en Agrestic y con cristal azul en Albuquerque. Veo desde la ventana a mi vecino desnudo. El asesino del hielo se me aparece en cada esquina y no me importaría que terminase con mi vida para dar con mis huesos en la funeraria Fisher.


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