La muerte, por dolorosa que sea, forma parte de nuestras vidas. Duele, pero está ahí. Hay personas que tardan en toparse con ella, otras que han de hacer frente a sus consecuencias desde una edad temprana y otras a las que les golpea de repente y trunca su destino. Sí, la muerte esta ahí. Sucede cada día a nuestro alrededor. Pero evitamos referirnos a ella, tratamos de sortearla, nos cuesta convivir con ella e incluso nombrarla. Como si al verbalizarla fuésemos a atraerla. Cuando somos niños la muerte se nos disfraza. “Se ha ido al cielo”, “está en un viaje muy largo”, “dormirá para siempre”, nos cuentan. Se habla de ella envuelta en eufemismos y eso nos genera dudas y preguntas que quedan sin respuesta. En una especie de limbo. En algunas etapas se cataloga como un tema prohibido, el espíritu del tabú sobrevuela sobre ella. Y hacemos como que no existe, aunque sabemos que existe. No se nos educa para afrontar la muerte ni para asumir que nuestros seres más queridos morirán. No se nos prepara para los duelos, ni para superar las ausencias, ni para manejar nuestros sentimientos en tesituras extremas. Y, claro, cuando hemos de enfrentarnos a esta situación actuamos por impulsos.
La literatura y el cine han sido tradicionalmente una buena herramienta para colocarnos frente a una realidad a la que en nuestra vida diaria nos cuesta mantener la mirada y prestarle atención. Las películas y los libros nos han presentado numerosos mecanismos y modelos de reacción relacionados con ese trance. La pantalla grande y las letras han abordado la muerte como desenlace natural de la vida, como vía para huir del sufrimiento, como método con el aplacar el dolor y la agonía… Han analizado el modo en que diferentes personas (de mundos distintos, en condiciones diversas) superan este reto. Sí, la muerte, para los que son testigos de ella o víctimas colaterales, es un reto. Filmes como ‘Mi vida es mía’, ‘Las dos vidas de Audrey Rose’, ‘Mi chica’, ‘Azul’ o ‘Las horas’, entre otras muchos, nos han puesto ante la tétrica tesitura. Al igual que novelas como ‘El retrato de Dorian Gray’, ‘Pedro Páramo’, ‘El extranjero’ o ‘Tiempo de vida’.
¿Y las series? Por descontado que la muerte ha jugado un papel fundamental en muchos títulos. Es extraño que en algún momento los protagonistas no tengan que sobreponerse a la pérdida de un ser querido. La muerte de alguien, de hecho, es el detonante del argumento de títulos como ‘Twin Peaks’, ‘Broadchurch’, ‘Pretty Little Liars’, ‘Bron/Broen’ o ‘The Killing’. Y la muerte marca el punto final de otras muchas producciones, como ‘Breaking Bad’, o las españolas ‘El Príncipe’ y ‘Verano Azul’. La muerte suele ser una herramienta a la que los guionistas recurren a menudo para dar una vuelta a las tramas o para zarandear al protagonista. Que se lo digan a ‘Juego de Tronos’. Pero más allá de como elemento dramático no suele ser habitual que en las series se reflexione sobre la incidencia de la muerte en nuestras vidas, sobre el modo de gestionarla, sobre el sopapo que suele traer consigo. Existen notables excepciones, por supuesto. Planteo a continuación siete episodios de distintas ficciones catódicas en los que la muerte tuvo un papel protagonista.
A dos metros bajo tierra: 5×06 ‘The Rainbow of her reasons’
La serie asociada con la muerte por antonomasia es ‘A dos metros bajo tierra’. Pocos títulos han asumido con mayor naturalidad la muerte como un elemento con el que convivimos. La dibujó desde todas sus perspectivas: desde el dolor, desde el desgarro, el desencanto, la liberación, la pena… La muerte se sentaba a la mesa de la familia Fisher, que regentaba una funeraria. Ellos mostraban a sus clientes un catálogo de ataúdes y urnas, mientras que la serie mostraba a los espectadores un catálogo de fallecimientos y de personas enfrentándose al duelo. Curiosamente pocas series han hablado tan bien de la vida como ésta, pese a estar teñida de luto.
Es complicado escoger uno de los episodios de esta estupenda producción. En el sexto capítulo de la temporada 5 los Fisher reciben la noticia de la muerte de Fiona Lenore Kleinschmidt. Se ha despeñado por un precipicio mientras estaba de excursión con Sarah, la hermana de Ruth Fisher. La muerte impacta en los diferentes miembros de la familia de manera diferente. Sarah está exultante creyendo que ella le ha conducido a su final “porque era su hora” (aunque más tarde no lo tiene tan claro). A Nate le sirve para rememorar uno de los momentos más importantes de su vida, su primera relación sexual, puesto que fue con ella con quien perdió la virginidad. La muerte funciona en ese caso como agitadora de recuerdos. A Ruth la relación que mantuvo con su hijo le provoca recelo y distancia hacia ella. Su fallecimiento, sin embargo, va a provocar una reunión entrañable de amigas y una de las despedidas a un ser querido más bellas vistas en televisión. Ruth delante del cuerpo de su amiga, se va a sentir, por primera vez en mucho tiempo, viva. La muerte para dar vida, la muerte como medio para iniciar un nuevo tiempo.
A dos metros bajo tierra: 4×01 ‘Falling into place’
Muy distinto es el primer episodio de la cuarta temporada de esta serie en el que Nate ha de dar el último adiós a su esposa Lisa, que desapareció en extrañas circunstancias. Una vez localizados sus restos deben tomar la decisión de qué hacer con ellos. Los padres de ella quieren incinerarla de un modo tradicional, pero Nate desea enterrar su cuerpo de forma natural, para respetar la voluntad que ella le expresó. Por ello les engaña y les entrega las cenizas no reclamadas de un antiguo cliente y a ella la entierra en el monte después de cavar un hoyo durante toda la noche, en una durísima secuencia que incluye un desgarrador grito de lamento que ningún seguidor de la serie habrá olvidado. Nate necesitaba zanjar una etapa de su vida y lo hace dejando bajo tierra el cuerpo de su mujer. De este modo, además, salda una deuda con ella y con su conciencia. La muerte como mecanismo para cerrar un ciclo.
Los Sopranos: 3×02 ‘Proshai, Livushka’
Toni Soprano visita por última vez a su madre, aunque él no lo sabe. Por la noche llamarán a casa para comunicárselo. Lo hace para llevarle varios libros-disco. Ella se muestra recelosa y cree que esos regalos son a cambio de algo, lo que plasma la relación plagada de intereses más allá de los sentimentales que mantienen madre e hijo. En realidad es verdad que Toni ha acudido para asegurarse de que no va a hablar más de la cuenta con los del FBI. Pocas horas después Carmela le informa de su muerte.
Hay una escena curiosa en el episodio entre Meadow y Anthony, los hijos de Tony, en la que discuten por el significado de un poema de Robert Frost, que habla precisamente de la muerte y que él no encuentra mucho sentido.
Más allá de eso el capítulo se centra en los actos de despedida de Livia. La casa de los protagonistas se convierte en un improvisado tanatorio por el que pasan todos los familiares y conocidos para dar a los Soprano el pésame y para acompañarles en el duro trance. En todo momento vemos a Toni entregado a sus negocios, a su rutina, huyendo en realidad de lo que está sucediendo, no enfrentándose a algo que le provoca más dolor de lo que quiere hacer ver y reconocerse a sí mismo. Charla con sus hombres en el jardín, se refugia tomando copas por los pasillos… Su hermana Janice le propone que cada uno de ellos exprese durante el funeral un sentimiento que relacionen con su madre, pero él se niega. Teme no saber qué decir. Más tarde con su psicóloga se sincera. “Me alegra que haya muerto, lo deseaba”, confiesa intentando convencerse a sí mismo. Ni Tony es franco con la actitud con sus amigos ni lo es en la terapia. No sabe ni quiere saber cómo afrontar la pérdida.
Pero Tony baja la guardia. En un instante en el sótano contempla una foto de su progenitora. “Te has fijado, está sonriendo, parece normal”, le dice a su hermana, desvelando lo mucho que añora haber tenido un vínculo más cordial con su madre. Al final del episodio está viendo la película ‘El enemigo público’y se emociona con una mujer que le recuerda a ella. Es un capítulo maravilloso en el que el protagonista se sube en una montaña rusa de sentimientos y trata gestionarlos sin saber muy bien cómo. La muerte sirve es en este caso para saldar cuentas con uno mismo.
Nip Tuck: 1×06 ‘Adelle Coffin’
Aunque luego desvarió ‘Nip/Tuck’ tuvo unas primeras temporadas muy interesantes. En su sexto episodio sitúa a uno de sus protagonistas, Sean McNamara, como espectador de la muerte, en una secuencia impactante. El doctor mantiene una relación extramarital con Megan O’Hara, una paciente que acudió a operarse el pecho a su clínica. No es una relación únicamente sexual, ambos han experimentado sentimientos con peso. Ella ha padecido cáncer y se le reproduce. Viendo que no va a conseguir sobrevivir decide quitarse la vida y le pide a él que le ayude. “No temo a la muerte, temo a la agonía”, le confiesa. Ambos pasan la última noche juntos. Él es testigo de sus minutos finales. Tienen la oportunidad de despedirse, algo que no suele ser habitual cuando la muerte entra en escena. Ella se tumba en la cama después de haber ingerido gran cantidad de pastillas. Él la observa perplejo y abatido. “Hazme un favor. Recuerda el principio y el intermedio de nuestra relación. No el final”, le pide ella antes de colocarse una bolsa de plástico en la cabeza que va a colaborar en su final. El “Rocket Man” de Elton John cumple su papel en la secuencia como banda sonora. ¿Seríamos tan valientes los espectadores como para asistir a una situación similar a la de Sean? La muerte funciona aquí para Megan como solución, como herramienta límite para detener un sufrimiento por el que no está dispuesta a transitar.
Sexo en Nueva York: 6×14 ‘¡Splat!’
No es, desde luego, ‘Sexo en Nueva York’ una serie que se caracterice por la profundidad con la que aborda temas que nada tienen que ver con el sexo o con las relaciones humanas. Entre sus últimos episodios destaca uno curioso, en el que una muerte inesperada sirve para que las protagonistas sean conscientes del final de una era, de una forma de vivir. “Nueva York ha muerto”, dice en una fiesta en un ático Lexi, leyenda de las noches neoyorquinas, antes de abrir una ventana por la que va a caer accidentalmente. Sorprende un argumento así en una producción de este tipo. Es un sopapo entre tanto glamur y tanta ñoñería. La mujer abre la ventana para tirar el humo de un cigarro porque los invitados a la fiesta le reprenden por que fume dentro de la casa. “Antes esta era la ciudad más excitante del mundo y ahora ya no se puede ni fumar un cigarro con la ventana abierta”, les grita. Ya nadie fuma, ya nadie desvaría, ya nadie se desmadra. También las ciudades mueren. “Era la primera vez que Lexi abandonaba la primera una fiesta”, comenta una macabra Carrie. Esa muerte es un baño de realidad para las protagonistas de la ficción que asumen que se acabaron los días sin más preocupaciones que el vestido que lucirán o lo que le dirán al ligue de turno. La muerte llega a veces para arrear una enorme bofetada.
The Leftovers: 2×07 ‘A Most Powerful Adversary’
La culpa y la conciencia van a llevar en este episodio a Kevin Garvey a una especie de callejón sin salida de manera desesperada. Intenta huir de sí mismo, de las voces y presencias que en todo momento le reprochan y recriminan lo que hace. Los espectadores van a asistir a su muerte. En realidad la serie nos viene contando que el protagonista hace tiempo que está muerto. Se puede estar muerto en vida. Las acciones que acometió en el pasado le producen una pesada carga que no le permite caminar de manera libre. Esa carga pesa y mata. En el mundo onírico de ‘The Leftovers’ el protagonista acude a la cabaña del abuelo Virgil en busca de un remedio que le saque de encima esa responsabilidad que le oprime y martiriza. Él le confiesa que pasó por una experiencia similar. Para acabar con ella tuvo que morir por unas horas, acceder al más allá, capturar a la persona que lo atormentaba y volver después al mundo de los vivos. Garvey le pide que haga lo mismo que él. La muerte como única puerta para acceder a lugares donde esperan cuentas pendientes. El problema llega cuando Virgil, una vez le ha inyectado una jeringuilla para que alcance el estado de clínicamente muerto, se vuela la cabeza, y Kevin queda sin opción de que nadie le reanime. A no ser que vuelva a nacer, con un yo nuevo.
Perdidos: 6×17 ‘The End’
¿Qué pasa después de la muerte? Nadie lo sabe. Los guionistas han elucubrado en ocasiones con lo que sucede cuando llega ese momento. Zombis, muertos vivientes, resucitados pueblan el imaginario colectivo y protagonizan un buen número de títulos de terror. Más allá de eso pocas lecturas diferentes nos han dejado las series. Una de ellas fue con la que terminó ‘Perdidos’, que tanto disgustó a bastantes seguidores. La serie sobre los desaparecidos en el vuelo de Oceanic Airlanes inventaba una especie de limbo en el que una vez después de muertos se iban reencontrando todos los que vivieron aquella experiencia en la isla. Como idea del más allá no está nada mal lo de llegar a un lugar en el que tienes la oportunidad de volver a ver y a abrazar a las personas que han sido más importantes de tu vida. Otra cosa es que el punto final de una serie con tantos misterios abiertos estuviese de este modo a la altura de las expectativas. La muerte como trámite para iniciar un recorrido inédito. Quién sabe si el definitivo.
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