Con ‘Perdidos’ empezó todo. Es verdad que antes habíamos visto otras muchas series y que algunas de ellas nos engancharon con fuerza. Pero lo que ocurrió alrededor de los supervivientes del vuelo 815 de Oceanic Airlines transformó el modo de enfrentarnos a la ficción televisiva. Jack, Sawyer, Kate, Sayid, Locke o Charlie hicieron mucho más que caer en una isla perdida en la que acontecían todo tipo de fenómenos extraños. Les debemos mucho más.
‘Perdidos’ (‘Lost’, en la versión original) instauró una nueva forma de ver la tele. El episodio piloto (fue doble y costó alrededor de 14 millones de dólares) se abría con un avión estrellado en una playa paradisiaca y con los pasajeros que sobreviven a la catástrofe intentando entender qué ha ocurrido, qué les ha pasado y, sobre todo, dónde están. A los espectadores también nos invadieron las mismas dudas, a las que se fueron uniendo muchas más: ¿por qué hay osos polares en la isla?, ¿qué es el humo negro?, ¿qué clase de poder curativo tiene ese lugar?, ¿de dónde salen los susurros?, ¿cuál es el significado de los números misteriosos?… Esto ocasionó un movimiento inaudito en todo el mundo, con internet como gran escenario de interacción.
La audiencia ya no se tenía que conformar con comentar cada capítulo con sus conocidos; la red permitió que se compartiesen teorías, se debatiesen conjeturas y se aventurasen razones lógicas sobre lo que sucedía. Nacieron páginas dedicadas a analizar todo lo que iba aconteciendo cada semana, se habilitaron foros para poner en contacto a seguidores (bautizados como ‘losties’), se elaboraron enciclopedias virtuales que dejaban constancia del universo de esta producción (Lostpedia era una auténtica referencia) y se rendía tributo con material ‘online’, como fotomontajes, cómics o vídeos explicativos. Todo esto, que ahora es tan habitual con diversos títulos, nunca se había vivido como con ‘Perdidos’. Internet puso las herramientas y la serie de la ABC encendió la mecha. Fenómenos actuales como los de ‘Westerworld’ o, especialmente, ‘Juego de Tronos’, incluso el caso de la española ‘El Ministerio del Tiempo’, le deben mucho a este título. Sentó las bases de la seriefilia tal y como la entendemos en la actualidad.
«Hija del internet de la web 2.0, es la primera ficción seriada con una audiencia social simultánea universal», indica María del Mar Grandío Pérez en su estudio ‘Adictos a las series’, en el que también apunta otro fenómeno contra el que sigue luchando la industria audiovisual. «El consumo de ‘Lost’ rompió barreras y propició las denominadas ‘audiencias pirata’ en muchos países, incluido España, cuya audiencia no podía esperar los insufribles espacios temporales que tardaban las series en llegar del mercado estadounidense al europeo», argumenta esta profesora de la Universidad de Murcia. «’Lost’ inauguró las descargas masivas semanales en internet en todo el mundo», sentencia.
‘Perdidos’ logró grandes hitos televisivos. Fue la primera gran serie que se seguía en otras pantallas que no eran las de la televisión clásica. Y con ello la tele amplió sus fronteras y dominios. Desde entonces se puede ver la tele sin ver la tele. Fue la primera que creó una cultura a su alrededor. Hasta ese momento era algo que podían generar películas, discos u obras de arte. Fue la primera cuyo capítulo final se ofreció de manera simultánea en todos los países –59– en los que se emitía, propiciando una audiencia global increíble.
En España nos despertamos a las 06.30 horas para saber (después de 121 episodios y seis temporadas) si la isla se destruía o no, si lograban salir de ella, si hubo una poderosa razón que causó la caída del avión. Y otras muchas cuestiones. El desenlace, como ocurre con los grandes títulos, no convenció a todos los fans. Y todavía hoy, si se menciona, crea controversia. Pese a ello, quien más y quien menos de vez en cuando pronuncia «Tenemos que volver, Kate», una de las frases míticas de esta ficción junto con «Si no podemos vivir juntos, vamos a morir solos», «Te veré en otra vida, hermano» y «Not Penny’s Boat».
Lo que provocó en el exterior no nos puede hacer obviar las proezas narrativas que utilizaron sus creadores, J. J. Abrams y Damon Lindelof –ahora grandes estrellas, entonces semidesconocidos–. Los guionistas hicieron un uso acertadísimo de los ‘flashbacks’ para ir descubriendo datos de los protagonistas, dieron un giro sorprendente con los ‘flashforwards’ y probaron otros recursos como los saltos temporales o los ‘flash sideways’ (realidades alternativas), además de sacar provecho máximo a los ‘cliffhangers’, esos finales impactantes que te dejaban con ganas de ver más y más. ABC, cadena generalista, demostró con esta apuesta que no sólo los canales por cable sabían revolucionar las series.
Este retrato ha sido realizado a propósito de la lista ‘Las mejores series del siglo XXI’
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