Hace un tiempo en una charla distendida, después de una comida promocional, una colega de trabajo (Mariola Cubells) le preguntaba a Luis Eduardo Aute si él veía la tele. Y él, sorprendido, respondió con un rotundo sí. Y reconoció que en su menú cabía un poco de todo. La conversación derivó en las series de nueva generación y el cantautor renegó de todos las ficciones que llegan de Estados Unidos. “Al final todas son demasiado patrióticas”, matizó. No conseguimos convencerle de que algunos títulos al menos introducían críticas o cuestionaban posturas y que sólo por eso merecían un vistazo. Aunque con puntos de vista dispares fue una charla agradable, de esas que apetece repetir. A ver si Aute se recupera completamente pronto y podemos volver a discutir de series o de lo que sea.
Me he acordado de él en las últimas semanas, después de ver las últimas temporadas de producciones como ‘Homeland’ o ‘American Crime’, o algunas nuevas como ‘The Good Fight’. Pocas industrias audiovisuales están tan pegadas a la actualidad como la estadounidense. Hace nada que este país ha vivido un acontecimiento inesperado con la llegada de Trump a la Casa Blanca y ya hay series en las que se analiza este hecho y los efectos de las políticas del nuevo presidente. Claro que son patriotas los americanos, es evidente, pero también son autocríticos y no tienen problema en exhibir sus vergüenzas. Aunque luego cuando deben sacar pecho sean los que más se pavoneen. Son excesivos para lo bueno y para lo malo.
Y a mí eso a veces me da envidia. Al menos en lo que concierne a las series es como para desear un espíritu crítico similar por nuestros lares. ¿En cuál de nuestras producciones nacionales se han visto reflejados los escándalos y noticias que han predominado en nuestra sociedad en los últimos años? ¿Dónde están los casos de corrupción? ¿O la irrupción de nuevos partidos? ¿O la fracturación en añicos de una de las principales formaciones políticas de España? ¿Qué título ha aprovechado los follones de la Familia Real para modificar alguno de sus argumentos? ¿Saben en las series lo que son las tarjetas black o las prejubilaciones fraudulentas? A juzgar por lo que llega a la pantalla la respuesta es que no. Nuestras últimas ficciones -que han estado muy bien- hablan de casos de trasplantes extraños o de chicas desaparecidas. Las próximas que se anuncian incluyen monjas, narcotraficantes y ladrones de bancos. La actualidad, para los debates de La Sexta. No podemos pedir mucho más.
‘The Good Fight’ se estrenó a mediados de febrero. Trump apenas llevaba unas semanas ocupando el despacho oval. A la serie le dio tiempo a modificar el primer capítulo para incluir una secuencia de su protagonista siguiendo con incredulidad por televisión cómo el empresario juraba su cargo. A partir de ahí temas como la violencia policial y el machismo se han tratado de un modo diferente, teniendo en cuenta algunos sucesos relacionados con el magnate y con las medidas que quiere llevar a cabo. El despacho de abogados de Diane Lockhart habría sido muy diferente si Hillary hubiera ganado. Ese sentido de la actualidad es envidiable. ¿A cuántos personajes de series españolas se les recuerda viendo en la televisión cómo Rajoy entra en la Moncloa o cómo los miembros del PSOE se enzarzan entre sí? La respuesta es sencilla: a ninguno. Algunos confiábamos en Netflix, pero de momento ha preferido contar una historia enclavada en los años 30. Veremos qué depara todo lo que está rodando Movistar.
Para los guionistas estadounidenses la actualidad es una oportunidad, no sólo no la sortean sino que recurren a ella para nutrir sus historias y darles más fuerza. Por poner un ejemplo, el matrimonio King (creadores de ‘The Good Fight’ y de su predecesora, ‘The Good Wife’) tomaron prestado un escándalo real (la censura de un episodio de la serie ‘Ley y orden’ inspirado en los escarceos sexuales del nuevo líder americano) para una de las tramas de esta nueva temporada. ¿De cuántos sucesos verídicos (como lo de los titiriteros o las condenas por tweets) se han apropiado los guionistas patrios? De ninguno. Y mucho me temo que no será porque ellos no quieran. En eso nuestras cadenas están cerradas en banda. ¿Actualidad? Ni con agua caliente.
En ‘Homeland’ quisieron adelantarse a la realidad y plantearon la sexta temporada en torno al supuesto de que Estados Unidos estuviese dirigido por una mujer. Daban por hecho que Hillary iba a ganar las elecciones y que algunos posturas políticas que tomó en el pasado (respecto a la implicación del país en conflictos bélicos) le pasarían factura. Pero la realidad siempre supera a la ficción. Y en este caso les pasó por encima. A pesar de ello la tanda de capítulos que está a punto de cerrarse contiene no pocas críticas a la forma de actuar de los mandatarios yanquis y a las secuelas de algunas de sus tragedias nacionales. “Desde lo del 11-S todos estamos paranoicos”, critica Carrie, cuestionando las maneras en que ha actuado su país amparándose en aquel acto terrorista. El atentado en Nueva York ha marcado esta serie desde su creación y vuelve a hacerlo en una temporada en la que la CIA y el FBI quedan cuestionadísimos y en la que, sobre todo, se plantea que las prevenciones para evitar ataques de grupos armados no pueden justificar cualquier conducta por parte de las autoridades sobre todo a personas de otras nacionalidades. ‘Homeland’ tiene mucha fantasía y mucha exageración, pero también desliza algunas reflexiones que ya las querríamos por aquí. Aquí, donde hablar de terrorismo sigue siendo un asunto peliagudo, sobre todo si se desliza alguna opinión políticamente incorrecta.
Luego está el caso de ‘American Crime’, que como tiene unas audiencias tan ínfimas nadie valora lo suficiente. Lo de esa producción es como si en España Telecinco sorprendiese con una ficción crudísima sobre el conflicto con los inmigrantes en la valla de Melilla. ¿Alguien lo ve factible? Quién sabe. De momento no lo es. ABC (emisora generalista americana con títulos populares como ‘American Housewife’ o ‘Anatomía de Grey’) estrenó hace tres años un producto sorprendente, donde ponía en evidencia algunas sombras que siguen latiendo en la sociedad americana, en esa que ha votado a Trump. La primera temporada se desarrollaba en Modesto y planteaba un crimen en los que los conflictos raciales eran clave. Lo que venía a decir es que el racismo no sólo es latente en algunos barrios de Baltimore, que es una enfermedad que asalta otros muchos estados yanquis. En la segunda tanda de capítulos ese tema también daba de sí y se añadía una visión a las formas en que se resuelve en diferentes estamentos las consecuencias de una agresión sexual. Era contundente, dura y no dejaba en buen lugar a una sociedad que quiere aparentar lo que no consigue ser. Cuatro capítulos lleva emitidos la tercera temporada. Las penosas condiciones laborales de los inmigrantes están siendo el hilo conductor de una trama que deja en evidencia algunas decisiones de Trump que lejos de proteger a las personas que llegan a buscar refugio en Estados Unidos, quiere despreocuparse de ellas. Eso se puede ver un día laboral, en una cadena en abierto de la América de Trump. Igual debemos mirar algo ensimismados a esta América (que toma decisiones que no llegamos a entender) y no criticarla con tanto desdén y una superioridad que no tenemos.
Títulos de crédito: Para quejas, sugerencias y otras necesidades humanas mi correo es mlabastida@lasprovincias.es