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Hubo final feliz en ‘Sé quién eres’. Aunque la felicidad no le correspondió a quien lo merecía. Pero eso es algo que no nos debería extrañar. En la vida real sucede así en muchas ocasiones. Instigadores, banqueros, empresarios y familiares de monarcas han conseguido librarse de un final aciago en los últimos tiempos. Y no miro a nadie. Spoiler, spoiler, spoiler. Vamos a hablar de finales (‘Sé quién eres’) y principios de series españolas (‘La casa de papel’). De las que se despiden y de las que vienen. Allá cada cual con lo que lea a continuación.
Sí habrá paz para los malvados, nos dijo esa imagen del protagonista de la serie de Telecinco sonriendo, antes de echar el cierre tras 16 semanas de emisión. Los inocentes tienen las de perder en un mundo dominado por ‘juaneselías’. O te alías con él o acabas mal (entre rejas, apaleado, acuchillado, calcinado). Ese fue el mensaje final. Aunque la última secuencia retrató una barbacoa familiar (propia de ESOS anuncios de ESA marca de pizzas) el regusto que se le quedaba al espectador era amargo. Ahí estaba Blanca Portillo asando chuletas y chistorra, pero aquella estampa poco tenía que ver con una comida familiar de los Winslow, los Seaver o los Cosby. O los Serrano, por ponernos patrios. Juan Elías, las hermanas Castro y sus hijos se unían frente a la adversidad, se reconocían como depredadores dispuestos a todo por conseguir sus fines y se protegían los unos a los otros. Pese a todo.
Y ese todo abarcaba no pocas atrocidades: apuñalamientos, secuestros, peleas, mentiras y no sé cuántas tropelías más. ¿Recuerdas cuando me tuviste encerrada en un sótano, tío? ¿Le has contado a tu nieto cuando me quitaste la máscara de oxígeno, querida hermana? ¿A quién has amedrentado hoy mamá? ¿Con quién te has acostado esta semana, hija, con tu hermano o con tu primo? Las conversaciones en los encuentros familiares del clan de ‘Sé quién eres’ deben de ser de lo más estimulantes. A cualquiera se le atragantaría la costilla a la parrilla. Menos a ellos, que están curados de espanto. Sólo los más perversos pueden tomar asiento en esas comidas. Ni el padre íntegro ni las enamoradas idealistas podrían encontrar hueco allí.

Bromas aparte el final de ‘Sé quién eres’ completó el propósito que se marcó la serie desde el principio: retratar un mundo corrupto, un mundo de sálvese quien pueda, un mundo en el que la verdad no importa demasiado si se puede disfrazar, maquillar o distorsionar. La propuesta de Pau Freixas lo dejó claro nada más empezar. Había fijado su atención en los dos protagonistas, dos supervivientes natos, unidos en matrimonio, que habían sorteado adversidades de todo tipo en su vida (infidelidades, malas prácticas laborales, abandonos de hijos, venganzas…). Soberbios Blanca Portillo y Francesc Garrido. Y los colocaba en un nuevo brete, que sólo podía acabar con ellos o unirlos más. Entre ellos un personaje antónimo, alguien capaz de dejarse llevar por sus sentimientos, por sus valores, por su ética, por su sentido de la justicia. Bien también Aida Folch, pese a lo pesada que se hizo al final. Y pese al abrigo. No era la primera vez que se enfrentaba a estos seres carroñeros. Ya se había cruzado con ellos en el pasado. Las anteriores salió mal parada, pero eso no le impide persistir de su intento por desenmascararles y darles su merecido. El final nos mostró que ese ser angelical perdía de nuevo. En líneas generales fue un desenlace coherente, bien estructurado y que cerró todas las tramas planteadas.
Tuvo sus peros, que obligaron al espectador más avezado a hacer la vista gorda con algunas cuestiones. ¿De verdad ese chandal reversible del que se percató la abogada Eva Durán iba a ser una prueba definitiva para culpar a Elías de todos los males? Visto lo anterior, lo dudo. ¿Se puede improvisar un atentado como el perpetrado contra Eva de una manera tan rápida? Sorprende. ¿Nadie se dio cuenta de las lagunas e incongruencias en el relato-confesión de Héctor Castro? Vaya por dios.
El capítulo final duró mucho. Casi dos horas. No hacía ninguna falta. Tampoco eran necesarios los 16 episodios para contar la trama que se quería. Con 10 o 12 la serie hubiese quedado más perfecta, más trepidante, más eficaz, sin tener que incidir de manera repetitiva en los modos de actuar de algunos personajes o sin tener que otorgar tiempo de más a otros que no lo demandaban. ¡Cuántas secuencias con Santi Mur que no aportaban nada!, ¡qué metido con calzador todo lo relacionado con el inspector Barros enamorado de Alicia Castro!
Lo mejor de la serie ha sido que no haya incidido demasiado en los amores adolescentes insulsos y que haya planteado tramas adultas complejas (inusuales por estos lares). Y esa adoración hacia los personajes corrompidos, sin moral ninguna. Y empujar al espectador a que se hiciese cómplice de ellos. Y esa deriva escandalosa de que para que las cosas salgan bien en la vida hay que unirse al que hace trampa, al que viola la ley, al que solo mira por sus intereses. Observen esa cantidad de personajes que se fueron rindiendo a Juan Elías: Marta Hess, Ricardo Heredia, Pol Elías, y finalmente Ana Saura. Todos sabían quién es, pero no sólo no les importó, sino que lo protegieron e imitaron. Qué bien contado esto, qué actual resulta, qué desgraciadamente real. Qué bien poder realizar estas reflexiones a partir de títulos nacionales. A ver si Telecinco se anima a más productos así (no parece que lo de la monja de Paz Vega vaya a dar mucho de sí).

De malos malotes está llena ‘La casa de papel’, la nueva apuesta de Antena 3, que se ha estrenado esta semana y ha recibido varias alabanzas previas. De esas que anuncian que “marcará un antes y un después”. Qué miedo da cuando dicen esto. Visto el primer episodio, lo previsible, la serie no es para tanto. Pero conviene no adelantarse a la hora de emitir un juicio, ni para bien ni para mal.
De grandes golpes está el cine lleno, desde ‘El gran golpe’ (claro) hasta ‘Plan oculto’, pasando por ‘Bonnie and Clyde’ o ‘Tarde de perros’. Y en la tele británica hay que destacar la estupenda ‘Inside Men’. Sí, los creadores de ‘La casa de papel’ sí la han visto, claro que sí, que no disimulen, que se nota. En España el gran referente ha sido durante décadas ‘Atraco a las 3’, aunque Calparsoro puso sobre la mesa el año pasado ‘Cien años de perdón’, que no está nada mal. El nuevo título de Antena 3 tiene como referente a esta última, también se nota. En la televisión nacional no habíamos visto demasiados atracos (al menos en productos de ficción) y el hecho de que una cadena se atreviese a rodar uno era una buena noticia. Lo que se roba aquí es la Fábrica Nacional de Moneda. Lo perpetra un grupo formado por un listado de personas elegidas para la ocasión. Y en el suceso quedarán atrapados durante once días 67 rehenes, contando empleados y alumnos de un colegio que se encontraban de visita. La premisa prometía.
Pese a todo el rollo con las caretas (tipo las de ‘Le llaman Bodhi’, aunque hubiesen estado mejor los disfraces de ‘Las brujas de Zugarramendi’), los primeros minutos ofrecieron lo que se esperaba: buen ritmo y tensión. También esos primeros minutos dejaron al descubierto algunas deficiencias en el reparto, que van a sacar al espectador de la trama. Por no hablar de esa voz en off contando todo lo que pasa, como si la audiencia no fuese suficientemente inteligente para verlo con sus propios ojos. Con una puesta en escena eficaz y un diseño artístico potente la producción de Antena 3 mostraba su ambición. Y eso está muy bien. Lástima que se quedase sólo en eso. Porque pasada media hora, el piloto comenzó a hacerse pesado y el guión a exhibir lagunas y lugares comunes. Nada de esto habría sucedido si el capítulo hubiese tenido una duración más ajustada, acorde con lo que puede dar de sí esta serie. Debería estar concebida como un producto de entretenimiento sin alardes de ponerse profundo o de ser trascendente, porque por otros derroteros más serios se pierde.
En la medida en que ‘La casa de papel’ se reivindique como producto de acción, que pretenda que el espectador esté pendiente y temiendo todo el rato lo que vaya a suceder ganará enteros. En el momento en que ansíe ir más allá y se ponga solemne, se perderá. Al menos esa es la impresión tras lo visto en el primer episodio.
Pero, como dije antes, es pronto para decantarse por una opinión definitiva. Antena 3 ha tratado de hacer un producto diferente y eso merece un aplauso. Y ha invertido para que luzca bien. De momento el resultado es una serie que puede ser entretenida y que cuenta con algunas interpretaciones bastante notables (sublime Alba Flores, muy prometedores Pedro Alonso e Itziar Ituño). No es poco. Mientras no se le pida más que eso es posible que quede como un título sugerente. Nada más. Veremos si tiene fuerza para mantenerse.
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