Para divertirse, para entretener, para reflexionar, para distraerse, para reírse, para olvidar penas, para soñar… ¿Para qué sirven las series? Para estas y un montón de funciones más, no hay duda. Por eso cada vez la producción es mayor. De vez en cuando alguien mira más allá de lo básico y de lo evidente y te descubre un nuevo uso. Hace unos meses, por ejemplo, Iñaki Gabilondo aseguraba que las series sirven “para contar la realidad”. “Antes la información nos ofrecía la realidad y la ficción nos alejaba. Ahora, lo que mejor cuenta la realidad es la ficción. Parece que la información se ha simplificado”, afirmó el periodista.
Hace unos días el director Paco Cabezas -que está haciendo las Américas y no se le está reconociendo lo suficiente- ofrecía otra utilidad para las series. “La vida es un caos y el cine y las series nos permiten ordenarlo”, indicaba en una charla organizada en el festival ScreenTV en Málaga y que fue moderada por Isabel Vázquez. Y él de series sabe un poco, después de haber dirigido capítulos de títulos como ‘Penny Dreadful’, ‘Fear the Walking Dead’, ‘The Strain’ o ‘Dirk Gently’.
La afirmación invita a recapacitar. Vivimos en una sociedad en la que todo sucede muy deprisa, en la que se sacan conclusiones precipitadas a menudo, en la que los asuntos pasan de moda con asombrosa rapidez, en la que las opiniones se forjan con solo leer un titular. Las herramientas de las que solemos hacer uso -las redes sociales, principalmente- no incitan a la reflexión ni a debates pormenorizados. En ellas se premia la rapidez con la que se escribe por encima de la profundidad y se aprecia más la brevedad de un texto que si su ejecución es acertada o no. Con este panorama no es descabellado pensar que en la actualidad las series ejercen un análisis que es difícil encontrar en otros medios masivos.
¿No incita a meditar sobre el maltrato y los abusos en la pareja una serie como ‘Big Little Lies’? Yo creo que sí, y que no lo hace de un modo baladí además. Se detiene en realizar retratos robot sobre las personas que usan su fuerza por encima de la razón, o de las víctimas; recrea modelos de violencia asumidos por la sociedad; refleja reacciones y modos en que se sobrellevan estas situaciones hoy en día. ¿No es un ejercicio de estilo y una disección exhaustiva sobre los excesos en Occidente una ficción como ‘American Crime’? Yo de nuevo diría que sí, después de ver lo bien estampados que están asuntos como la explotación laboral o la situación de los inmigrantes en la tercera temporada de un título que acaba de terminar. Volviendo a la sentencia de Cabezas, diríamos que lo que pasa en Estados Unidos es un caos y producciones como ‘American Crime’ permiten ordenarlo.
Y así podría señalar otros cuantos ejemplos que permiten ratificar las palabras del realizador sevillano: ‘El cuento de la criada’, ‘The good fight’, ‘Man in the high castle’, ‘Westworld’… por citar algunos de los que han traído consigo controversias, disputas e intercambios de puntos de vista sobre la maternidad, la violencia o las oportunidades laborales.
Las series sirven también para encender acalorados debates. No hay duda. Lo demostró otra actividad del ScreenTV, una mesa redonda sobre el papel de la mujer en la ficción televisiva, a la que no pude asistir pero en la que según me contaron se departió, entre otros temas, de si una producción como ‘Girls’ es feminista o no. ¿Qué opina usted? La cuestión da para discusión y por supuesto de ella surgen opiniones encontradas: a un lado los defensores de Lena Dunham, que alaban la labor que ha hecho en contra de la tiranía de los cánones estéticos y a favor de la igualdad de la mujer en todos los ámbitos; y a otro, los que consideran que la actriz y directora tiene un discurso vacío y superficial que solo ridiculiza la lucha feminista.
Este coloquio levanta pasiones. Porque esa es otra, las series sirven también para levantar pasiones. “¿Con mis series también os apasionáis tanto?”, preguntaba con humor (y sincera curiosidad, creo) el guionista Javier Olivares, en una charla distendida estos días en Málaga. Él fue testigo -también participó- de una de esas discusiones seriéfilas sobre varios títulos (algunos clásicos y otros más recientes) y sobre lo que para cada cual representan (los argumentos que proponen, las conclusiones que permiten extraer, los mensajes que se adivinan ocultos, las intenciones de sus creadores…). Este tipo de debates no los generan las películas o los libros. No al menos en la actualidad. O no al menos con la asiduidad con la que lo hacen un montón de series. Se habla del bullying por ‘Por 13 razones’, de las discriminaciones por género por ‘Feud’, de la transexualidad por ‘Transparent’… Para esto están sirviendo las series.
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