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Mikel Labastida

El síndrome de Darrin

La triste jubilación de las mascotas de la tele

“Por 25 pesetas dígannos nombres de mascotas de la tele, como por ejemplo Ruperta; un, dos, tres… responda otra vez”

Mayra Gómez Kemp

 

 

En algún baúl de recuerdos deben de estar almacenadas todas las mascotas que nacieron, crecieron, se reprodujeron y murieron durante los ochenta y los noventa. No había evento que se preciase (es un decir, los despreciables también los tenían) que no presumiese de símbolo. Es una costumbre que se ha perdido. Las mascotas, que hubo un tiempo en que lo fueron todo, han caído en un segundo plano que hace más daño aún que el olvido. Las últimas que intentaron recuperar algo de protagonismo no tuvieron demasiada suerte. ¿O es que alguien se acuerda de Fluvi, la mascota de la Expo de Zaragoza? (que me perdonen los maños que aún la conservan en mente) O de Cinecito, esa cámara con patas con tareas de embajador del cine español. O Mexi-Llón, el mejillón que representaba la Vuelta Ciclista a España el año pasado. ¿Les ha venido a la cabeza? Lo siento.

 

Olimpiadas, campeonatos futbolísticos y otros eventos deportivos siguen apostando por las mascotas con desigual éxito. No obstante algunas de las más rememoradas hoy en día también en su momento fueron denostadas. De Naranjito se dijo que era poco representativa de lo español, la acusaron de simple e incluso de fascista. Ya ven y hoy en día, parajodas de la vida, es todo un símbolo pop. Nada cura más que los años. Lo mismo sucedió con Cobi o con Curro, que generaron toda clase de comentarios negativos, pero han logrado pasar a la posteridad y ganar enteros. Lo que no consiga la nostalgia.

 

También en televisión vivieron su momento de gloria. Donde ahora hay un viceverso o un granhermano antes había una mascota. Es verdad que algunos concursos de la actualidad han tratado de mantener la tradición (ahí está la gallina de ‘Ahora caigo’) pero ninguna ha podido revivir aquella época dorada en la que las mascotas eran las estrellas a las que se les rendía pleitesía.  Copresentaban el programa con personas de carne y hueso (a algunos les hacían bastante sombra), protagonizaban las cabeceras del espacio, copaban cómics y juegos de mesa y se les dedicaban canciones y números musicales. Viva la mascota.

 

La mismísima Isabel Gemio (cuando aún se llamaba Isabel Garbi) compartía tareas de presentación con un personaje animado en sus inicios en la pequeña pantalla. Era MIM (Mi inteligente muñeco), una figura rosa de largos cabellos, que hacían también las veces de manos, que se ocupaba de descubrir a la audiencia aspectos de la ciencia que después se ampliaban en el concurso ‘Los sabios’. Antes que Punset estuvo MIM, que con su tira semanal de dibujos introducía el tema principal que se trataría ese día. Los descubrimientos de Galileo Galilei, los inventos de Graham Bell o el funcionamiento de las computadoras fueron algunos asuntos planteados en el espacio, que consiguió que muchos niños se interesasen por la ciencia. Si una figura reflejaba la popularidad que logró ‘Los Sabios’ era la de MIM, cuya imagen quedó plasmada en juegos de cartas, cómics, camisetas o mochilas escolares.

 

 

Los programas infantiles eran propensos a adoptar mascotas, que permitían dar un toque divertido y desenfadado y que servían para que los niños se identificasen con algunos de los valores que ellas transmitían. Don Pelanas, tranquilote y bonachón, era un entrañable perro que acompañaba a Torrebruno en ‘Dabadabada’,  magacín que se emitía los jueves y que era heredero de otro similar programado los sábados (‘Sabadabada’, título en un alarde de originalidad). El can era vago y dormilón pero los más pequeños le adoraban por la imagen tierna que transmitía. Más dinámico era el muppet Paco Micro, que durante una temporada ayudó a presentar el programa a Sonia Martínez, malograda musa de los ochenta y estrella consagrada después de triunfar en ‘3, 2, 1 contacto’.

 

A éste le sustituyó ‘El Kiosco’, el lugar al que había que acudir si tus cosas no iban muy bien. No te apures, alégrate todo tiene solución, el Kiosco te hará soñar, puedes reír y disfrutar, todo lo tienes aquí. Y esas cosas. El espacio sirvió de trampolín para la pelipetirroja Verónica Mengod y para el muñeco Pepe Sopillo, con orejas pronunciadas, que se encargaba de introducir algunas secciones. Pepe Carabias puso voz tanto a Soplillo como a Micro.

Peor suerte (porque tuvo menos repercusión) corrió Leo, el robot de ‘Leo contra todos’, concurso conducido por la inefable Rita Irasema en el que participaban estudiantes de diferentes colegios. Era una época en que nos gustaba un robot más que un caramelo. Lo moderno era eso, la robótica. Aún no había llegado Cortocircuito, pero sí Terminator y C3P0, y TVE decidió crear su propia versión algo chapucera.

 

 

Más sofisticada resultó Vicky, la coneja de ‘Pero ¿pero esto qué es?’, a la que ponía voz la actriz Celia Ballester. Sospechosamente inspirado en la Jessica de Roger Rabbit, este dibujo animado interactuaba con los presentadores del show de actuaciones de TVE para los viernes por la noche entre 1989 y 1991. Luis Merlo, Beatriz Santana y Pedro Reyes estuvieron al frente durante una etapa, y Carlos Mata, Jacqueline de la Vega y Guillermo Montesinos, en otra. Lo mejor de cada casa. Cruz y Raya debutaron aquí, por cierto. Esto es una cruz, esto es una raya, esta es la emisora Cruz y Raya.

 

 

Las cadenas privadas también recurrieron en un principio a estos fetiches. Telecinco rescató al ratón Topo Gigio, que en los ochenta fue famoso, para que coquetease con Xuxa. Y en el ‘Telecupón’ nació Hugo, que después logró hasta programa propio con Beatriz Rico. En ‘La merienda’ de Antena 3 un perro (que al principio se llamó Hola y después, sin explicación alguna, se convirtió en Guay) servía de apoyo a los distintos presentadores.

En ocasiones en los programas la mascota era el objeto preciado que los concursantes querían llevarse a casa porque simbolizaban premios importantes. En ‘Juego de niños’ quienes ganaban conseguían gallifantes, extraño cruce entre gallo y elefante que ideó Miquel Obiols para el concurso por el que pasaron Amparo Soler, Ignacio Salas, Tina Saiz y Javier Sardá. En ‘Waku, Waku’, con Consuelo Berlanga, Nuria Roca y Rosa García Caro, quienes acertaban atesoraban pequeños sanbernardos de nombre don Nicolás.

 

 

A Ibáñez Serrador se le ocurrió la idea de cargar a la mascota con un componente negativo. En el ‘Un, dos, tres’, los concursantes que en la subasta se quedaban finalmente con la tarjeta que guardaba a Ruperta se iban con una calabaza. Ni coche, ni dinero ni apartamento en Torrevieja. Y hasta aquí puedo leer.

Chicho reivindicó siempre a la mascota. Todas las que pasaron por su concurso fueron importantes, aunque quizá Ruperta se convirtió en la más conocida y querida y la que más tiempo fue titular (de 1972 a 1983 y desde 1991). El merchandising sobre ella y sobre las figuras que más tarde la relevaron era impresionante. Desde manteles hasta gomas de borrar, pasando por cromos, reproducciones de pvc o libretas.

 

 

A la calabaza le siguió Botilde (1983-1984), una bota viaje que tampoco traía consigo ningún presente relevante para quien se topase con ella. Pobre Botilde, tan morada y humilde. El Chollo (de 1984 a 1986) fue la primera mascota positiva del ‘Un, dos, tres’. Los participantes que se encontrasen con ella obtenían el privilegio de elegir el premio que quisieran de cuantos hubiesen salido en la subasta. Para contrarrestar más adelante se inventó el Antichollo, que dejaba sin nada a los que  lo escogiesen. Idéntico cometido asumieron el Boom y el Crack (1987-1988), símbolos del concurso hasta que regresó Ruperta.

 

El veterano programa de TVE era tan proclive a inventar mascotas, que incluso se sacaban de la chistera algunas de manera ocasional, como cuando tuvieron que promocionar el ordenador Spectrum (qué maravilla) y se comercializó incluso un juego basado en el concurso y protagonizado por Spectronio.

 

Algunas mascotas viajaron a los distintos países en los que se realizó una versión de este espacio. Y en otros adoptaron sus propios personajes. En Portugal un payaso llamado Gordo Sempre en Pé fue el encargado de animar el show, mientras que en Londres un cubo de basura, Dusty Bin, desempeñó esa función.

 

Y de pronto un día las mascotas cayeron en desgracia. Nadie les reía las gracias, ni les hacía carantoñas, ni les daban tregua para nada. Las que otrora habían acaparado las miradas eran ninguneadas y se quedaban simplemente como objeto de merchandising de comercios vintage. Quizá tuvimos mascotas por encima de nuestras posibilidades.

 

 

Títulos de crédito: Para quejas, sugerencias y otras necesidades humanas mi correo es mlabastida@lasprovincias.es  

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Sobre el autor

Crecí con 'Un, dos, tres', 'La bola de cristal' y 'Si lo sé no vengo'. Jugaba con la enciclopedia a 'El tiempo es oro' imitando al dedo de Janine. Confieso que yo también dije alguna vez a mi reloj: "Kitt, te necesito". Se repiten en mi cabeza los números 4, 8, 15, 16, 23, 42. Tomo copas en el Bada Bing. Trafico con marihuana en Agrestic y con cristal azul en Albuquerque. Veo desde la ventana a mi vecino desnudo. El asesino del hielo se me aparece en cada esquina y no me importaría que terminase con mi vida para dar con mis huesos en la funeraria Fisher.


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