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Mikel Labastida

El síndrome de Darrin

Obsesivos o moderados: los distintos tipos de espectadores de series

“Si estás lo suficientemente comprometido, puedes hacer funcionar cualquier historia. Una vez le dije a una mujer que era Kevin Costner, y funcionó porque lo creía”

Saul Goodman

 

Ray Zapanta

 

No es lo mismo ir al gimnasio una vez al mes para practicar bicicleta y mirar de reojo el resto de máquinas que acudir cada día y seguir una rigurosa tabla para abdomen, espalda y piernas. Sí, los dos hacen ejercicio, pero de distinta forma. No son iguales las habilidades culinarias de quien pone una pizza congelada en el horno que el que es capaz de preparar cualquiera de las 1.080 recetas de Simone Ortega. Sí, ambos cocinan, pero de un modo diferente. No se pueden considerar semejantes al que lee de verano en verano en la playa y al que procura llevar al día las novedades literarias del mercado. Sin duda los dos son lectores, pero cada uno formaría parte de una clasificación.

Con los consumidores de series pasa lo mismo. No se reconocerían como iguales el que de vez en cuando ve en la TDT capítulos repetidos de ‘La que se avecina’ y el que espera que llegue el lunes para disponer de los últimos episodios de ‘Juego de tronos’, ‘The good wife’ y ‘Mad Men’. Incluso entre los que coinciden con la misma serie hay diferencias y distancias. Habrá quien se acerque de vez en cuando a ‘CSI’ para entretenerse con un caso de los forenses de Las Vegas y quienes la vean analizando los pormenores de este exitoso procedimental. No, no es lo mismo. En lo de ser espectador también hay clases, siguiendo criterios como el tiempo que cada cual dedica a sus series o el modo en que las consume y las disfruta. Y teniendo en cuenta estos aspectos y otros he aquí una clasificación de comportamientos frente a la televisión. Pasen e identifíquense.

 

 

Los que pasaban por allí: Son esos que de vez en cuando ven capítulos sueltos de series con historias autoconclusivas, como ‘Castle’, ‘Mentes criminales’ o ‘El mentalista’. Nunca las buscan, se las encuentran de casualidad mientras menean el mando. Rara vez se dedican exclusivamente a seguir el episodio, sino que aprovechan para cenar o realizar otras tareas a la vez. Pueden ser una especie peligrosa para otros seriéfilos. Como no sacralizan las series no son conscientes de la importancia para el resto y por eso no tienen problema en compartir sofá con alguien mientras ve ‘Juego de tronos’ o ‘House of cards’ e interrumpirle constantemente para que le aclare aspectos de una trama que ya lleva unas cuantas temporadas a sus espaldas. “Pero éste ¿no estaba casado con la rubia que ha gritado antes?”, “Pero, ¿cuántos reinos son exactamente?”.

 

Los consumidores de producto nacional: Algunos lo de la Marca España se lo toman al pie de la letra y en cuanto a series solo consumen las que se producen en casa. En su día se engancharon a ‘Médico de familia’, después fueron fans de ‘Los Serrano’, y más tarde de ‘El internado’ y de ‘Águila Roja’. Ahora no hay semana que se pierdan las aventuras de ‘El príncipe’. La mayoría de éstos reniegan de las series americanas (como mucho siguieron ‘Homeland’ en Cuatro) porque las encuentran más complicadas. Curiosamente luego en el cine solo escogen títulos americanos, porque “las películas españolas son muy raras”. Excepto ‘8 apellidos vascos’, por supuesto.

 

Los sin compromiso: Son los que buscan aventuras, rollos o coitos ocasionales sin compromiso. Lo mismo están un mes con la misma que al siguiente se han pasado a otra o alternan un par. Les sale urticaria de escuchar la palabra compromiso y continuidad, por eso jamás se engancharían a títulos que acumulen varias temporadas o que exijan demasiada atención cada semana. Esos matrimonios no están hechos para ellos.

 

 

Los del Síndrome de Los Soprano: Son los que de pequeños vieron ‘Raíces’ y ‘Kung Fu’ y luego ya no volvieron a toparse con nada, por lo que siempre han creído que todas las series eran de ese tipo. Hasta que alguien les prestó ‘Los Soprano’ y, como le pasó a Stendhal al llegar a Florencia, quedaron maravillados. Y solo de pensar en Tony, Carmela y compañía sufren vértigo y se les eleva el ritmo cardiaco. De ahí pasaron a ‘The wire’ y fliparon también. Tanto que creyeron que todas las series eran como aquellas y al comprobar que no, que de todo tiene que haber en esta viña catódica, se frustraron y son incapaces de enfrentarse a otros títulos. Hicieron una excepción con ‘Breaking bad’, les gustó, pero nunca la alzarían a su particular olimpo.

 

Los exclusivos: Son aquellos que consumen los últimos estrenos antes que nadie. Fueron los primeros que vieron ‘Mad men’, los que adivinaron que ‘Perdidos’ sería un fenómeno antes de que se estrellase el avión o los que ahora ya se han hecho fans de ‘Silicon Valley’ y de ‘Fargo’. También son los primeros que luego las abandonan. ‘Homeland’ la dejaron en cuanto empezó a recibir premios. La versión yanki de ‘Shameless’ les espanta porque ya han visto la británica. Critican ‘The Walking Dead‘ porque no respeta el cómic en que se ha basado. Y ‘Girls’ les parece que no es lo que era porque Lena Dunham se ha doblegado a la industria. Ellos que bailaron como locos el “Dancing on my own”… Your girl! Todo lo tildan de comercial, odian lo mainstream y consideran que la mayoría de productos acaban vendiéndose al mejor postor. Adoran ‘Portlandia’ como en su día lo hicieron con ‘Bored to death’. Veneran títulos malditos que casi nadie conoce como ‘Tell me you love me’, ‘Rubicon’ o ‘Deadwood’ y se golpean la cabeza cada día que recuerdan que ‘Carnivale’ no fue renovada. Han hecho su lema de la famosa frase de David Simon: “que se joda el espectador medio”.

 

Los ochenteros: Se quedaron con que ‘El coche fantástico’ era un serión. Tragan sin discriminar reposiciones de ‘El equipo A’, de ‘MacGyver’ o de ‘Corrupción en Miami’. Su dios era (y es) Jonathan Smith (el de ‘Autopista hacia el cielo’). Su diosa, Diana, la de ‘V’ (pero por motivos distintos). Aseguran que nunca se reirán tanto como lo hicieron con ‘Cheers’, ‘Las chicas de oro’ o ‘Juzgado de guardia’, ni sufrirán como con ‘La casa de la pradera’ o ‘El pájaro espino’. Aún sueñan con volar al estilo de ‘El gran héroe americano’, con bailar como los de ‘Fama’ y con conducir una moto similar a la de ‘El halcón callejero’.

Existe una versión similar pero de noventeros, que son los que a estas alturas siguen adorando ‘Los vigilantes de la playa’, ‘Ally McBeal’ y ‘El príncipe de Bel Air’.

 

 

Los de San Pedro: Negarán tres veces (o seis o diez) haber visto algunas series que luego en la intimidad de su hogar, cuando nadie les observa, no se pierden. Ocultan que se ríen con ‘Friends’, que lloran con ‘Downton Abbey’ y que se emocionan con ‘24’. Nunca lo reconocerán. También en este grupo se incluyen los seriéfilos refinados (que no siguen nada que no sea francés o danés) pero que luego disfrutan con placeres culpables (tipo ‘Nashville’ o ‘Pretty little liars’) que jamás se atreverían a revelar en público.

 

Los que inventan lo que ven: “‘True Detective’ es la sorpresa del año”, “Lo mejor de ‘American Horror Story’ es Jessica Lange”, “Todo lo que hace Aaron Sorkin merece la pena”. Éstas son frases socorridas cuando no has visto la serie del momento y los que están a tu alrededor la ponen sobre la mesa para una conversación. El ritmo de novedades es tan acelerado y la aparición de canales, tan sorprendente que para muchos resulta complicado llevar al día todas las series. Saben que seguirlas está de moda y que no eres nadie si no controlas entre 15 y 20 a la vez.  Por eso hay quien prefiere morir antes que reconocer que no han visto algo. Antes muerta que desactualizada.

 

Los ciberseriéfilos: Casi tan importante como ver algunos momentazos de series es contar que los has visto. Todo el mundo debe saber que YA has asistido a la Boda Roja. O que YA conoces lo que ha pasado en ‘The good wife’. ¿De qué sirve consumirlo si nadie lo sabe?, se preguntan los ciberseriéfilos, que se llevan la palma en esta imperiosa necesidad. Enseguida tuitean sus impresiones sobre determinados capítulos porque los siguen con el móvil en la mano, cuelgan gifs en su tumblr con los momentos más relevantes del episodio, o recomiendan posts en los que se analiza lo sucedido. Se debe andar con cuidado con ellos porque sueltan spoilers por la boca cuando menos te lo esperas.

 

Los fetichistas: No es que les guste una serie, ni que la admiren, no, ellos encabezan el club de fans y lo han convertido en una secta. Les pasó en el cine con ‘Star Trek’ y con ‘Star Wars’ y después la historia se ha repetido con la televisión. Cuántos de los hijos de esta gente se llaman Noah, Sydney o Veronica por culpa de ciertas ficciones. Cuántos de ellos llevan tatuados los números 4, 8, 15, 16, 23, 42, el símbolo de los Ángeles del Infierno o la tabla periódica de los elementos a modo de homenaje. Desayunan con tazas en las que aparecen los rostros de sus personajes favoritos, su casa está decorada con pósters promocionales y se visten con la misma ropa que llevarían los protagonistas. Aunque la serie se desarrolle en Miami y ellos vivan en Medina del Campo.

 

 

Los moderados: Les gustan las historias catódicas pero sin llegar a la obsesión. Se entretienen pensando en los argumentos pero sin rozar la paranoia. Procuran estar al día con los episodios de cada temporada pero sin renunciar a llevar una vida social.

 

Los pejigueros: Ven las series pero únicamente para buscar gazapos, sacarles fallos y poner en tela de juicio la verosimilitud de sus secuencias. Son capaces de desconcertar a cualquiera y de minar la ilusión y la paciencia del más entusiasmado. Solo ellos pueden menospreciar a los dragones de la Khaleesi por la longitud de sus alas o de fijarse en una escena en que los chicos de ‘Cómo conocí a vuestra madre’ han cambiado sus bebidas en el Maclaren’s.  

 

Los teóricos: Se encargan de estudiar las pistas que se dejan caer en los argumentos para descubrir detalles de lo que sucederá en el futuro. Creen más en la lógica que Aristóteles y por eso tratan de hallar teoremas por internet y a través de lecturas relacionadas con cada episodio. Releyeron a Locke y Rousseau por culpa de ‘Perdidos’, a Dante por ‘Mad Men’ y a Sun Tzu por ‘Los Soprano’. Vislumbran dobles fondos donde nadie los percibe, segundas intenciones que ningún otro detecta, y guiños del director de los que ni el propio director es consciente. Están dentro de grupos de whatsapp con personas similares a ellos con lo que cada semana intercambian hipótesis, y son los reyes de cualquier foro en el que se debata asuntos relacionados con la ficción.

 

 

Las pareja-series: Son esas parejas que ven las series juntos. En la salud, en la enfermedad, en la adversidad, en la prosperidad. Y en la ficción. Ambos se ponen de acuerdo en cada título que quieren seguir, en el momento en que comienzan cada temporada y en el instante en que las consumen. Si uno de ellos se duerme, el otro no tiene más remedio que acostarse también para no avanzar con la trama. Si uno de ellos está de viaje, el otro ha de reprimir sus impulsos para no ponerse un capítulo. La ventaja de esta práctica es que una serie une mucho, permite compartir teorías, risas o lamentos. Pero también puede convertirse en una tentación imposible de resistir, que empuje a uno de los miembros de la pareja a cometer una infidelidad… y ver un capítulo más sin que el otro se entere. Cuidado, lo que Dios ha unido que no lo separe ‘Mad Men‘.

 

Los licenciados: Saben cualquier dato por ridículo que parezca sobre la ficción que pidas. Conocen el número de zapatos que usaba Carrie Bradshaw, la fecha de nacimiento de Nancy Botwin o la cifra exacta de relaciones sexuales que ha mantenido Hank Moody en los siete años de ‘Californication‘. Si alguien le pregunta en qué capítulo Ross mostraba una cinta de vídeo para demostrar cómo Rachel ligó con él, le responderá rápidamente que fue en el cuarto de la octava temporada de ‘Friends‘ y añadirá que es el mismo en el que Chandler y Mónica regresan de su luna de miel felices porque han conocido a una pareja de la que creen que son amigos. Su cabeza es una enciclopedia televisiva en la que es posible localizar el detalle que se desee por insignificante que resulte. A este grupo es al que recurren sus amigos no solo para salir de dudas sino para recibir recomendaciones cuando el mono les pide ficción y no cuentan con previsiones a la vista.

 

Los sibaritas: Disfrutan de cada título que descubren como si de un producto gourmet se tratase. Saboreando cada giro, degustando cada menudencia, relamiéndose con cada escena. Normalmente no consumen una temporada hasta no tenerla completa para poder repartir el visionado como mejor dispongan, poco a poco o en plan maratón durante un par de días. No se rigen por modas, confían en su criterio. No suelen visitar blogs sobre el tema, por lo que no temen los spoilers.

 

 

Los anti: Prefieren el cine que las series y no están para nada de acuerdo en que últimamente toda la creatividad (o al menos la mejor) va destinada a la pequeña pantalla. Ellos desean disfrutar de una historia que empiece y acabe y no de una que les mantenga en tensión durante años. No quieren engancharse a nada. Posiblemente tuvieron una mala experiencia en el pasado, siguieron alguna serie que les decepcionaría al final y ya no quieren ni oír a hablar de intentarlo de nuevo.

 

Los obsesivos: En Estados Unidos los adictos ya han recibido su propia denominación, los bingers, seres capaces de dejar de dormir y de comer con el fin de consumir los capítulos que existen de sus series favoritas, que son todas. Realizan calendarios para saber cuándo empieza cada una, se bajan aplicaciones que les avisan en el momento en que hay disponible material inédito, descargan episodios en dispositivos de todo tipo (en el iPad, en el teléfono…) para poder verlos en cualquier momento (mientras esperan al autobús, mientras orinan, mientras guardan fila en el supermercado). No cae en el olvido ni un solo libro, reportaje o blog que hable sobre el tema. 

 

¿Y tú? ¿Cuál de ellos eres?

 

Títulos de crédito: Las fotografías son de Getty Images. Más información de Ray Zapanta en The Illustration Room. Para quejas, sugerencias y otras necesidades humanas mi correo es mlabastida@lasprovincias.es

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Sobre el autor

Crecí con 'Un, dos, tres', 'La bola de cristal' y 'Si lo sé no vengo'. Jugaba con la enciclopedia a 'El tiempo es oro' imitando al dedo de Janine. Confieso que yo también dije alguna vez a mi reloj: "Kitt, te necesito". Se repiten en mi cabeza los números 4, 8, 15, 16, 23, 42. Tomo copas en el Bada Bing. Trafico con marihuana en Agrestic y con cristal azul en Albuquerque. Veo desde la ventana a mi vecino desnudo. El asesino del hielo se me aparece en cada esquina y no me importaría que terminase con mi vida para dar con mis huesos en la funeraria Fisher.


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