LOS SECUNDARIOS DE LA TELE (CAPÍTULO 1)
De niño siempre imaginaba cómo se sentirían los hijos de un astronauta cuando en el cole les preguntasen a qué se dedicaban sus padres. O los de los cantantes, o los de los políticos (en mi infancia esta profesión todavía gozaba de buena reputación). Siempre he sentido cierta envidia de los críos cuyos progenitores desempeñaban un oficio que se escapaba a lo común. Las reminiscencias de aquel asombro pueril me sobreviven hasta hoy en día, y no puedo evitar hacerme los mismos planteamientos ahora con retoños de personas que ejercen nuevos oficios que la televisión ha alumbrado. “Mi mamá es gancho en ‘Mujeres y hombres y viceversa’”, probablemente diga alguien en alguna escuela. No puedo imaginar cómo reaccionarán sus compañeros. O con los hijos de tronistas, polemistas y pretendientes.
En el súmmum de profesiones catódicas singulares está la de poligrafista. Hasta hace unos años los polígrafos se relacionaban con investigaciones policiales, puesto que estos aparatos se usaban para registrar cómo reaccionaba el cuerpo de una persona cuando se la interrogaba. En la actualidad lo primero que nos viene a la mente al mentar el trasto es un personaje de cuarta del corazón sentado ante él para someterse a la prueba para demostrar que se acostó o no con otro personaje.
Todo cambió cuando Julián Lago trasladó el polígrafo a los platós de televisión en los noventa con la mítica ‘Máquina de la verdad’ por la que pasaron Lola Flores, Ruiz Mateos, Amparo Muñoz, el Dioni, Carmina Ordóñez, Jesús Gil y Gil y las niñeras, chóferes y criados de todos estos. Y fue así como los poligrafistas alcanzaron notoriedad, empezaron a formar parte del panorama televisivo y las cadenas se los disputaban para contar con ellos en sus programas.
Ha habido muchos que ante las cámaras se han encargado de registrar las fluctuaciones en la presión sanguínea, el pulso y la respiración , pero la que al final se ha llevado el polígrafo al agua ha sido Conchita Pérez, ama del aparato en ‘Sálvame’, que ha sido responsable de someter a interrogatorios insólitos a la flora y fauna de este espacio de Telecinco. Y lo hace con una solemnidad absoluta, sin pestañear ni dar muestras de asombro ante los temas que se plantean. De ahí su éxito. No es sencillo. ¿Cómo puede alguien permanecer inalterable al preguntar a una invitada si “se arrepiente de haberse dejado grabar practicando sexo mientras freía unas croquetas”? Conchita pudo. Evitó cualquier mohín y determinó, por cierto, que la susodicha mentía. Vamos, que freirá más croquetas de ese modo.
La poligrafista de Telecinco llegó a la cadena hace cinco años para poner orden en el chiringuito de Jorge Javier y dictaminar quién mentía y quién decía la verdad. Empezó en el oficio en 2007 de la mano de José Antonio Fernández Landa, el que era poligrafista de Antena 3 en el difunto ‘DEC’ (antes ‘Dónde estás corazón’) y con el que acabó a palos con demandas entre ambos. No tiene hijos por cierto, por lo que nadie podrá decir aquello de “mi mamá es poligrafista”. No con ella, al menos.
Dirigió un hotel y estuvo vinculada a negocios petrolíferos. Su curiosidad por la poligrafía se despertó cuando tuvo que demostrar un hecho en el que no había habido testigos. Estudió en la American Poligraph Association (sí, existe) y es propietaria de Grupo Verity, desde donde ofrece servicios a empresas y particulares. A los seres mundanos les ayuda a recurrir a él para resolver “infidelidades, engaños, dudas en pareja, amistades y familia, acoso y abuso sexual, hurtos y robos, denuncias falsas y descréditos”. A las grandes firmas les informa de que pueden aplicarlo en casos de “robos y fraudes, filtraciones de información sensible, seguimiento y control de socios y empleados, selección de personal de confianza, acoso laboral y sexual, simulación de bajas, falseamiento de gastos”. Ponga un polígrafo en su vida, viene a decir.
Mientras tanto ella ejerce cada viernes de secundaria imprescindible de ‘Sálvame’, de personaje que no protagoniza ninguna trama relevante, pero acaba siendo fundamental en las resolución de los conflictos. La verdad está en sus manos. O en sus cables.
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Artículo publicado en los diarios de Vocento el 19/07/2015