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Mikel Labastida

El síndrome de Darrin

Todos hemos deseado viajar al futuro (y al pasado)


 

Estamos a punto de alcanzar la gran fecha y nuestros sueños y anhelos siguen sin cumplirse. El 21 de octubre de 2015 está a la vuelta de la esquina y todavía no hemos logrado uno de los propósitos que perseguimos desde que éramos críos…

 

Todos hemos querido montarnos alguna vez en un DeLorean, encender los circuitos de tiempo, inspeccionar los visores en los que se marca la fecha a la que vas, en la que estás y en la que estabas, registrar el tiempo de destino en el teclado. Digamos que quisiéramos ver cómo se firma la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, marcaríamos el 4 de julio de 1776; o el nacimiento de Cristo, para lo que pulsaríamos 25 de diciembre del 0000. O tal vez se nos ocurriría viajar al 5 de noviembre de 1955, el día en el que el doctor Emmet Brown, Doc, inventó el viaje en el tiempo. Lo hizo mientras estaba subido a la taza del váter colgando un reloj, se cayó, se golpeó en la cabeza, se dio contra el lavabo y al recobrar el conocimiento tuvo una revelación, una visión, una imagen en su mente, la del condensador de fluzo…

Es cierto que estamos en tiempos en que existen gafas inteligentes multiusos que permiten ver programas de televisión y películas, que las videollamadas están extendidas y desde cualquier dispositivo se pueden efectuar, y que el cine en tres dimensiones es una alternativa al alcance de cualquier amante del séptimo arte. Todos esos inventos se han instalado en nuestras vidas. Pero el que más nos interesaba, por el que más suspiros soltamos, el que mayores sueños nos producía continúa sin hacerse realidad: aún no podemos viajar en el tiempo. Seguimos sin poder emular a Marty McFly y no es posible trasladarnos a otras épocas ni regresar a determinados momentos para corregir errores o cambiar algunas decisiones poco acertadas. Quién no habría deseado hacerlo alguna vez. Porque en el fondo más que la sensación de cambiar de época en nuestro interior siempre reside la eterna duda, el constante “y si…”; algo que se resolvería si existiesen las segundas oportunidades que otorgarían los viajes temporales.

 

 

Han pasado 30 años desde que ‘Regreso al futuro’ se asomó a nuestras vidas y la aventura que en el filme se describe aún no está a nuestro alcance. Tenemos tablets, algún intento de skate volador, zapatillas que no necesitan abrocharse y puertas que se abren mediante reconocimiento táctil. Pero lo importante, lo que de verdad anhelábamos, se nos niega todavía: seguimos sin poder volver a los ochenta para impedirnos a nosotros mismos acudir a aquella fiesta de cumpleaños o a tomar la comunión con una vestimenta que continúa avergonzándonos treinta años después, seguimos sin poder reencontrarnos con aquel primer amor adolescente con quien no nos portamos bien y que fuese posible una reparación de daños, seguimos sin poder avanzar unos años para comprobar si el rumbo que estamos llevando a cabo es el apropiado, el que realmente nos va a hacer felices.

 

Por eso ‘Regreso al futuro’ es posiblemente la película de nuestra infancia-juventud que veneramos más, la que acapara nuestra atención aunque la hayamos visto cientos de veces, con la que nos identificamos años y modas después y la que mantiene nuestra admiración intacta. Porque todos hemos querido alguna vez salvar el reloj de la torre. O que ese reloj no se averiase nunca y no fuese necesario repararlo.

Hace tres décadas que se estrenó este título y desde entonces ha formado parte de la cultura popular. Cuatro años después llegó la secuela en la que McFly viajaba nada menos que a 2015, en concreto al 21 de octubre de este año, fecha en la que un almanaque deportivo está a punto de cambiar el destino de su familia.

La fijación por esta cinta se ha manifestado en las últimas décadas de innumerables formas. El DeLorean ha sido imitado, Hill Valley mil veces mentada y Marty y Doc se han convertido en iconos que nunca caducan. Existe una banda británica que se llama McFly, la productora de La Hora Chanante o Muchachada Nui tomó su nombre de la ciudad en la que se desarrolla la película y Christopher Lloyd ha realizado cameos en su papel de científico loco en decenas de videoclips o capítulos de series. El propio Robert Zemeckis ha incluido en trabajos posteriores pequeñas referencias a su trilogía, como la aparición del condensador de fluzo en ‘Polar Express’ o la elección de la fecha en la que el personaje de Goldie Hawn en ‘La muerte os sienta tan bien’ se bebe la pócima de la juventud.

 

 

En la series de televisión de las últimas décadas los guiños y las referencias han sido constantes, demostrando la adoración por ‘Regreso al futuro’. El filme, por cierto, llegó a tener su propia serie de animación, que se emitió a principio de los años 90 y constó de dos temporadas en las que se centraba en Doc, su esposa, sus dos hijos, Julio y Verne, y por supuesto, su perro, Einstein. La diferencia en los viajes en el tiempo es que en vez de efectuarse a bordo del DeLorean se hacían en una locomotora, ya que el vehículo se destruyó en el final de la tercera película de la saga.

 

 

El guiño de Fringe

La serie incluyó en su segunda temporada un guiño a ‘Regreso al futuro’ en un ‘flashback’ en el que se mostraba un universo paralelo en el que la popular película había sido protagonizada por Eric Stolz en vez de por Michael J. Fox. No dejaba de ser un tributo de fan verdadero porque en realidad ese actor fue con el que se comenzaron las grabaciones y con el que se rodaron algunas secuencias, pero su mal carácter y las dudas sobre su idoneidad para la cinta provocaron su salida y sustitución.

 

 

Regreso al pasado en Perdidos

La serie anterior no fue la única de J. J. Abrams que en algún momento recordó las aventuras de McFly. En la célebre ‘Perdidos’, cuando los protagonistas regresan a 1977 en la quinta temporada, Hurley se mira la mano asustado para ver si está desapareciendo, como ocurría en ‘Regreso al futuro’, donde en una fotografía en la que posaban los integrantes de la familia McFly iban desapareciendo cuando el devenir de los acontecimientos cambiaba y la madre del protagonista se enamoraba de su propio hijo.

 

 

Homenaje en Raising Hope

Divertidísimo es el tributo que le rinde la familia Chance y en el que participó el mismísimo Christopher Lloyd, que interpretaba a un empleado de un banco con el que deben saldar las deudas. Finalmente han de regalarle a él, precisamente, un DeLorean que acaban de adqurir.

 

 

La pasión de Seth McFarlane

El creador de ‘Padre de familia’ y ‘American Dad’ ha realizado en sus series varias referencias al filme. Stewie se montó en un DeLorean y Stan construyó el suyo propio en otro de los episodios.

 

 

La teoría de ‘The Big Bang Theory’

Para Sheldon y sus amigos la trilogía es una referencia constante que citan en varias ocasiones. En una reunión incluso utilizan una pizarra para intentar explicar cómo funcionan las líneas temporales y los posibles fallos que estas pueden tener.

 

 

Hay más, muchas más, el espíritu McFly nos ha marcado durante años y es difícil distanciarse de él. Es imposible ver, por ejemplo, ‘El Ministerio del Tiempo’ y que cuando el personaje que interpreta Rodolfo Sancho se hace llamar Curro Jiménez no recordar a Marty en la tercera parte del filme en el lejano oeste en una pelea tomando por nombre el de Clint Eastwood. También es complicado no encontrar similitudes entre Marty y Doc con los protagonistas de ‘Rick y Morty’, una serie de dibujos animados sobre un niño aficionado a los experimentos y su abuelo, un científico loco. Para la edición especial en DVD y de Blu-Ray que se ha preparado de la saga se grabó una especie de cortometraje protagonizado por Christopher Lloyd, y un documental (Back in time) para el que se buscó financiación a través de la red pretende destapar todos los secretos en torno a las películas.

 

En el fondo todos llevamos un Marty McFly dentro, todos hemos querido asistir al baile del ‘encantamiento bajo el mar’, todos detestamos que nos llamen gallina, a todos nos molesta que nos gasten la broma del zapato desatado, todos deseamos liderar una banda como los Pinheads, y todos, todos, querríamos tener un amigo que nos brindase la oportunidad de teletransportarnos en el tiempo para quitarnos de encima esas espinitas que de vez en cuando te clava la vida.

 

 

 

Títulos de crédito: Para quejas, sugerencias y otras necesidades humanas mi correo es mlabastida@lasprovincias.es

 

 

 

 

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Sobre el autor

Crecí con 'Un, dos, tres', 'La bola de cristal' y 'Si lo sé no vengo'. Jugaba con la enciclopedia a 'El tiempo es oro' imitando al dedo de Janine. Confieso que yo también dije alguna vez a mi reloj: "Kitt, te necesito". Se repiten en mi cabeza los números 4, 8, 15, 16, 23, 42. Tomo copas en el Bada Bing. Trafico con marihuana en Agrestic y con cristal azul en Albuquerque. Veo desde la ventana a mi vecino desnudo. El asesino del hielo se me aparece en cada esquina y no me importaría que terminase con mi vida para dar con mis huesos en la funeraria Fisher.


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