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Mikel Labastida

El síndrome de Darrin

El placer de traspasar los límites

“Qué mala, pero qué mala soy”

La bruja Avería

 

Nos gusta lo clandestino, lo complejo, lo arriesgado. Nos atrae lo que se esconde tras la puerta que nos han pedido que no abramos, el camino en el que hay una señal de prohibido, el texto censurado. Deseamos aquello que sabemos que no podremos tener, coqueteamos con lo ilegal, tropezamos mil veces con la piedra que nos dañará.

Los malos siempre nos despiertan interés. Los buenos dan más pereza.

Comprendemos y justificamos a un asesino incapaz de profesar sentimientos, a un padre de familia infiel e egoísta, a un mafioso despreciable que mantiene su negocio a costa de quien sea o a una enfermera borde adicta a las drogas.

 

En la pequeña pantalla siempre ha habido héroes y villanos, mezquinos y santos, seres honrados y ruines. La cabeza nos indicaba que nos aliásemos con los primeros, pero el corazón vibraba con los segundos. Hemos escondido nuestros bajos instintos porque quienes traspasaban los límites eran finalmente castigados. Los perversos, indecentes e impúdicos terminaban señalados, aislados y defenestrados.

La televisión dejó un día de ser maniquea. Se acabaron los blancos y negros. Bienvenidos los grises. Decidió no imponer morales ni actuar como juez y permitirnos disfrutar con personajes imperfectos, sin escrúpulos u oscuros. Nos explicó que ni los malos son tan malos ni los buenos tan buenos. Que los tipos despreciables también se mueven por razones para actuar cómo lo hacen, también tienen una familia, también son capaces de enamorarse, también dudan, tiemblan y lloran.

La complejidad del antihéroe ha acampado con fuerza en las series y nos ha atrapado. ¿Por qué? Porque en el fondo nos identificamos más con ellos que con alguien angelical e impoluto como Jonathan Smith o Laura Ingalls. Nosotros también nos equivocamos, nos dejamos llevar, ocultamos rostros. Tal vez nunca lleguemos tan lejos como muchos de ellos pero por momentos les entendemos, compartimos su forma de ver la vida. A veces los detestamos, otras los compadecemos. Y esa dicotomía nos impide apartar nuestra atención.

 

Walter White cruzó la línea hace mucho tiempo. Tanto que ya es difícil que pueda volver atrás. Tampoco creo que quiera. Lo conocimos como un profesor de química anodino cuando comenzó ‘Breaking Bad’. Es bueno en su trabajo pero no destaca por nada. Alguien grisáceo que pasa por la vida sin pena ni gloria.  Pero su forma de encarar el futuro cambia al descubrir que padece cáncer de pulmón. Ese será el punto de partida de una transformación, la más enorme que jamás hemos visto en televisión. Esa es una de las grandezas de esta serie, habernos hecho partícipes de la evolución de Walter White, habernos dado la opción de asistir a la construcción del monstruo.


A Dexter nos lo presentaron ya como un criminal en serie. No sabíamos por qué lo hacía pero desde el principio nos indicaron que no podía reprimir su necesidad de matar. Tony Soprano está metido en los negocios de la mafia desde que comienza su historia. Desconocemos sus miedos, su vulnerabilidad, sus pasiones, pero no nos cabe duda de que no tiene ningún problema en cargarse a quien sea necesario para retener su poder en Nueva Jersey. Don Draper es infiel y sólo mira por él al iniciarse el relato de ‘Mad Men’. Aún no nos han contado que es un ser atormentado, que pese a disponer de todo lo que puede otorgar la felicidad a cualquier persona (éxito laboral, inteligencia, belleza…) él vive insatisfecho. Lo único que observamos es que engaña una y otra vez a su esposa y utiliza a cualquiera para amortiguar su desdicha. 
En ‘Dexter’, en ‘Los Soprano’, en ‘Mad Men’, en ‘Nurse Jackie’ o en ‘Daños y prejuicios’ la trama comienza con unos protagonistas que ya han traspasado los límites. Lo que nos van a contar es por qué lo hacen y cómo han llegado a esa situación.

 

La grandeza de ‘Breaking Bad’ es que somos testigos del cambio de Walter White. Cómo deja de ser White, el triste profesor de instituto, y se convierte en Heisenberg, un capo sin piedad.

Cuando le diagnostican la enfermedad él sólo piensa en resolver el futuro de su mujer y de su hijo, en evitarles el dolor. Es consciente de su insignificante existencia, de su sombría personalidad, de su falta de liderazgo. Ahora le queda poco tiempo para demostrar que es capaz de más. Necesita un atajo. Las drogas se lo proporcionarán. Así inicia una contrarreloj fabricando metanfetamina para conseguir dinero.

Y obtiene un cristal azul perfecto, de asombrosa pureza, de calidad exquisita. Walter White triunfa. Destaca. Sorprende. Y eso es algo nuevo en su predecible y aburrida vida. No es sencillo renunciar a los laureles, aunque te conduzcan a derroteros cada vez más peligrosos.

En unos días comenzará la quinta temporada de ‘Breaking Bad’. Ocho capítulos de los dieciséis que faltan para que concluya la serie.

En este tiempo hemos visto cómo Walter White ha dejado atrás sus miedos, se ha enfrentado a sus fantasmas, ha plantado cara a la amenaza, ha arriesgado. Ha mutado en alguien respetable y temible. La ambición y la necesidad de un reconocimiento le nublan, le hacen asomarse al precipicio en innumerables ocasiones, le impiden detenerse aunque cause daños irreparables.

Nos aproximamos al final. Y en estas historias uno nunca sabe cómo terminará el viaje. ¿Qué ocurre con estos personajes con comportamientos poco éticos? ¿Recibirán su merecido? ¿Pagarán por sus acciones? En la vida real no sucede. Muchos asesinos se libran de la cárcel pese a la sangre derramada, hay ladrones que evitan ser descubiertos, y políticos que no rinden cuentas por sus actos de corrupción.

La televisión de nuestros días intenta aproximarse a la realidad. Y en la vida real los buenos no siempre ganan ni los malos pierden. Por eso es posible que Dexter no purgue sus crímenes o que Draper triunfe pese a las desgracias que ha provocado.

Se acabaron las moralejas. Aunque el asunto que se trate en las tramas sea políticamente incorrecto como el negocio de la droga, como sucede en ‘Breaking bad’. Somos meros espectadores, tal vez nos solidaricemos, quizá nos escandalicemos. Los guionistas lo dejan en nuestra mano. Nadie dicta sentencia.

El destino de Walter White está prácticamente escrito. En unos días comenzaremos a compartirlo con él.

 

Breaking Bad’ es una de las mejores joyas que ha parido la televisión en los últimos años. Si la has visto estoy seguro de que comprenderás lo que digo. Si aún no lo has hecho no deberías perder la oportunidad. ‘Breaking bad’ te angustiará, te alterará, te asustará pero, difícilmente, te decepcionará.

Breaking bad’ es un espejo en el que reflejarnos. Quizá no nos guste lo que vemos pero no podremos dejar de mirar.

 

Títulos de crédito: Otra aproximación a ‘Breaking bad’: Alicia y Walter White:  http://blogcomounaviador.blogspot.com.es/2011/08/locos.html

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Sobre el autor

Crecí con 'Un, dos, tres', 'La bola de cristal' y 'Si lo sé no vengo'. Jugaba con la enciclopedia a 'El tiempo es oro' imitando al dedo de Janine. Confieso que yo también dije alguna vez a mi reloj: "Kitt, te necesito". Se repiten en mi cabeza los números 4, 8, 15, 16, 23, 42. Tomo copas en el Bada Bing. Trafico con marihuana en Agrestic y con cristal azul en Albuquerque. Veo desde la ventana a mi vecino desnudo. El asesino del hielo se me aparece en cada esquina y no me importaría que terminase con mi vida para dar con mis huesos en la funeraria Fisher.


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