La última polémica seriéfila la ha protagonizado el periodista y escritor Isaac Rosa, que el fin de semana se atrevió a poner en duda la calidad y el valor cultural de las series. Hacer eso hoy en día debería considerarse un deporte de riesgo. Más peligroso que el bungee jumping, que el montañismo o que el parapente es menospreciar algunos títulos televisivos. Si osas a algo así te salen ‘haters’ de donde menos te lo esperas. Ya lo comprobó hace unas semanas Diego A. Manrique cuando escribió en El País una crítica negativa sobre ‘Narcos’ (dijo que era un insulto a la inteligencia) y le llovieron sopapos por tierra, mar y aire. Descerebrado fue lo más bonito que le soltaron unos cuantos… Ni al mismísimo Escobar se le hubieran ocurrido algunos insultos.
Rosa encendió las redes sociales el pasado sábado calificando ‘Black Mirror’ como entretenida pero olvidable. No contento con eso cargó contra las series en general: “Con la de pelis y libros buenos que quedan, y vosotros echándole tantas horas a la tele”. Y remató lanzando dardos a los consumidores de este formato: “Cuando dentro de años os entre un ataque de Ubi Sunt y os preguntéis en qué desperdiciasteis vuestra juventud, ya os digo: viendo series”. Y se lió. El autor de novelas como ‘El vano ayer’ y ‘La mano invisible’ recibió por todos los lados. Al día siguiente le tocó ofrecer una docena de explicaciones para matizar su postura y esto propició un debate, que aún podía haber dado más de sí: ¿se pueden criticar hoy en día las series?
Yo diría que no. Es cierto que en general en este país cada vez se discute y se debate menos. O estás conmigo o estás contra mí, o te gusta el rojo o el azul, o eres de un partido o de otro. Con las series pasa un poco igual. Pobre del que se atreva a criticar el fenómeno o algún título. Y lo digo yo que invierto mucho tiempo en el asunto. Este fin de semana, sin ir más lejos, ocupé seis horas en ver la tercera temporada de ‘Black Mirror’. Que me disculpe Isaac Rosa.
Hace unas semanas escribí un post analizando el valor cultural que habían logrado las series en los últimos años. Se hacen tesis sobre sus personajes, se toman citas de determinados guiones, las tramas han entrado en el discurso político… Es imposible no reconocer esta realidad. ¿A qué se debe el nuevo estatus de las series? No hay duda de que se producen mejores productos y de que estos han atraído hasta el formato a nuevos públicos, lo que ha animado a que cadenas y productoras inviertan más en ello. Más dinero, más riesgo y más mercado han sido los causantes de ello. El otro motivo para conceder este valor cultural a las series ha venido de la necesidad de justificarse por ver la televisión.
La televisión nunca ha tenido buena prensa. Pese a que en ella se han realizado productos excelentes (no sólo en este siglo, también en el pasado) siempre se observa con cierto menosprecio. Habrá quien diga que esto se debe a que antes y ahora se ha producido en ella mucha bazofia. No digo que no, pero también se publican libros insufribles y se estrenan películas infumables y no se carga de la misma manera contra la literatura o el cine en general. Si uno escribe una columna diaria de televisión (sé de lo que hablo) le preguntarán a menudo que de dónde saca tanto tiempo para ver televisión. En realidad, por el tono que se emplea en esta pregunta, lo que quieren decir es: ¿cómo tienes tanto tiempo libre para perderlo de esa manera? Si la columna es de libros el tratamiento es diferente, implica cierta admiración: ¿cómo eres tan máquina para organizarte tan bien el tiempo y poder leer tantos libros?
Los propios críticos y opinadores de televisión se han ensañado durante mucho tiempo contra ella. Leías a algunos y pensabas que estaban escribiendo allí por obligación y sin ningún gusto, porque en realidad lo que querían eran abordar otros temas y, sobre todo, saltar a otras páginas de los periódicos.
Y de pronto llegaron las series. O, mejor dicho, las series de última generación. Porque en realidad series buenas siempre ha habido (‘Canción Triste de Hill Street’, ‘Yo Claudio’, por citar dos), pero en los últimos años se han estrenado muchas más y, sobre todo, el acceso a ellas ha sido más sencillo. Y la tele comenzó a perder un poco ese estigma que tenía. O casi. Porque enseguida comenzaron a proclamarse espectadores de primer y de segundo nivel: los que veían series y los que veían el resto de televisión. Tal vez el eslogan de HBO hizo más daño del que creemos. “Esto no es televisión, es HBO”, decía. Después vinieron otras exageraciones y comparaciones sin fundamento, como que la televisión era el nuevo cine o la nueva literatura. Qué necesidad tenemos siempre de hacer de menos a una cosa para dar valor a otra. Qué necesidad de buscar enfrentamientos gratuitos…
La sobrexaltación de las series beneficia poco al debate. Hay series buenas y series malas. Y ninguna serie tiene por qué gustar a todo el mundo: ni ‘Stranger Things’, ni ‘Narcos’, ni ‘Mad Men’, ni siquiera ‘The Wire’. No eres ni más ni menos por ello. Se debería decir que tal título no es de tu agrado sin que una pandilla de seriéfilos se te lance a la yugular. A mí ‘The Good Wife’ no me parece gran cosa, y ‘The Walking Dead’ hace tiempo que dejó de interesarme. Apedreadme.
En muchas de sus sentencias Isaac Rosa (búsquenlas en twitter) tenía razón. “La indiscutible calidad de las series es el gran consenso cultural de nuestros días, y pobre del que lo cuestione”. Cierto. No todas pueden ser buenas. Como no son buenas todas las obras de teatro, todos los montajes operísticos, ni todos los libros. “Claro, entre quienes consumen series no hay esnobismo cultureta, ¿verdad?”. Lo hay, es verdad. No es lo mismo decir que ves ‘Masters of sex’ o ‘The leftovers’ que confesar que sigues ‘Castle’ o ‘Scandal’. “Me parece estupendo q os entretengáis viendo TV. Yo también, pero no necesito intelectualizar la experiencia para q parezca algo más q TV”. También es verdad. Basta ya de buscar equivalentes para las series. Son series, y ya es suficiente.
El problema de Rosa fue el punto de partida de la discusión, cuando hizo de menos a las series en general, situándolas por debajo de los libros y las pelis. ¡¡De todas las pelis y de todos los libros!! Cabe recordar que Belén Esteban ha escrito un libro y Paulo Coelho acaba de publicar otro. Esa afirmación ayudó poco al debate, desde luego.
Y es una pena. Lo mejor después de ver las series es debatir sobre ellas, descubrir nuevos puntos de vista, intercambiar ideas, incluso variar de opinión. Benefician poco los totalitarismos o que cualquier título se eleve a los altares a la mínima de cambio. Beneficia poco hablar de series sin verlas (esto también va por Rosa, sí). Beneficia poco que no se respete la disparidad y que se busque el enfrentamiento gratuito. Y beneficia muy poco que no se respete que a alguien no le gusten las series. No pasa nada. No merece ir a la hoguera por ello.
PD 1: De ‘Black Mirror’ tenemos mucho que hablar. Y variado, espero.
PD 2: Una vez escribí un post en el que comparaba a Isaac Rosa con el escritor que aparece en la tercera y en la cuarta temporada de ‘House of cards’. Espero que sepa perdonarme algún día por ello.
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