Se ha señalado en los últimos días la coincidencia entre lo ocurrido en las elecciones de Estados Unidos y uno de los capítulos de la segunda temporada de ‘Black Mirror’. El episodio gira en torno a un programa de televisión en el que aparece un dibujo animado que triunfa entre la audiencia por el descaro con el que entrevista a los políticos. Para hacernos una idea podría ser similar a ‘El hormiguero’, sólo que el oso de la serie es mucho más soez e incorrecto de lo que son las hormigas de Antena 3. Soraya Sáenz de Santamaría no se hubiese ido tan contenta si la llega a entrevistar Waldo.
El éxito del personaje animado va en aumento y se convierte en un símbolo para los espectadores, posiblemente porque se atreve a verbalizar lo que todo el mundo piensa sobre los políticos y nadie tiene ocasión de decirles. Los productores, henchidos de vanidad, deciden ir más allá y presentan al oso como candidato a las próximas elecciones. Y para sorpresa de muchos Waldo arrastra a un buen número de personas detrás de él. ¿Por qué? Por su carácter populista, por su verborrea, por su desparpajo frente al encorsetamiento de sus contrincantes. El dibujo animado basa su campaña en la descalificación y en la ridiculización de sus oponentes. ¿Les suena? Sí, la historia se parece bastante a la vivida en los últimos meses en Estados Unidos. Y el carácter de Waldo recuerda al de Donald Trump.
El episodio hacía dudar y temer al espectador, como sucede casi siempre con esta ficción. ¿Podría suceder algo así en la realidad? Trasladándolo al caso español imaginemos que Pablo Motos pierde la cabeza y presenta a unas elecciones a Trancas y Barrancas. ¿Conseguirían las hormigas algún tipo de representación en el Congreso? El sentido común invita a pensar que no, pero la arbitrariedad con la que se están tomando algunas decisiones en la sociedad actual hace tambalear esta afirmación. Nada nos gusta más que ir en contra de lo ‘establecido’. Si a esto se une la desafección que existe con la clase política las consecuencias podrían ser imprevisibles. Quizá Trancas y Barrancas diesen el temido sorpasso al PSOE.
No se puede comparar, pero cabe recordar cómo Rodolfo Chikilicuatre (un humorista sin ninguna capacidad para cantar) fue elegido por la audiencia para representar a España en Eurovisión. Eva Hache en los inicios de Cuatro hizo un experimento de este tipo. Comandaba un ‘late-night’, ‘Noche Hache’, y el equipo se constituyó como un partido y se presentó a las elecciones generales de marzo de 2008. Inicialmente presentaron una lista al Congreso por Madrid con una decena de candidatos (la propia presentadora, Eva Hache, como número uno y el resto de colaboradores del programa), pero después tuvieron que completar la candidatura hasta rellenar los 35 diputados que se eligen en Madrid. Tres días antes de las elecciones retiraron su candidatura, por lo que no se sabe qué podría haber pasado. Eva Hache no contaba, no obstante, con una enorme popularidad, ni el programa marcaba datos de audiencia extraordinarios. Otra cosa, posiblemente, hubiese sido que los que se presentasen fuesen personajes con el tirón de Bertín Osborne o Belén Esteban. Mejor no imaginar esa tesitura.
Volviendo a ‘Black Mirror’, la serie no fue tan allá como ha ido la realidad. Se quedó corta. Waldo, el dibujo animado, lograba un buen número de votos, que lo situaba como el tercer candidato más votado. En ningún caso ganaba, como sí ha hecho Donald Trump, en contra de los pronósticos.
‘Black Mirror’ se estrenó en Reino Unido en 2012 con una temporada de tres capítulos cuyo nexo era la incidencia de la tecnología en la sociedad. Se presentaba como una propuesta de ciencia ficción y situaba sus tramas en un futuro aparentemente lejano. Luego nos hemos percatado de que ese futuro no era tan, tan lejano. Ha pasado el tiempo y hemos sido testigos en nuestra realidad de acontecimientos similares a los que nos mostraba la serie. Alcanzábamos el futuro antes de lo que imaginábamos.
En el capítulo ‘Tu historia completa’ los protagonistas contaban con un mecanismo que les permitía grabar todos sus recuerdos y volver a ellos cuando quisiesen. En ‘Ahora mismo vuelvo’ una joven pierde a su pareja y recurre a una especie de clon para llenar su vacío. Pues bien, Samsung ya ha patentado unas lentes de contacto que van tomando fotografías en cada pestañeo que da la persona que las porta y esa información la envía a un ‘smartphone’ para que se almacene. Y Martine Rothblatt, una de las mujeres más ricas de Estados Unidos, ha ideado un robot, Bina48, que copia la memoria y los sentimientos de una persona para luego reaccionar a los estímulos de una forma semejante a como lo haría “su clon”.
Más allá de las coincidencias tecnológicas lo que asusta de ‘Black Mirror’ es la anticipación en los comportamientos de la sociedad y el análisis de las costumbres que imperan en el siglo XXI, en el que por supuesto la tecnología tiene un papel primordial. El aparato que se usa en cada episodio es una mera herramienta para ofrecer una visión sobre la clase de relaciones que entablamos, sobre nuestra forma de ser ante determinadas situaciones, sobre las conductas que adoptamos para enfrentamos a la adversidad.
A la última temporada de ‘Black Mirror’ se le ha acusado de situarse más cerca del presente que de un hipotético futuro. La capacidad de sorprender de los artilugios usados en la nueva tanda de episodios es menor que en anteriores entregas. Es cierto. Porque lo importante en ‘Black Mirror’ más allá de los ‘inventos’ es la reflexión en torno a ellos y al uso (o abuso) que les damos. Temas como la presión en las redes sociales, los juicios sumarísimos que se realizan de la nada camuflados tras ‘hastags’, la superficialidad con la que nos gusta o no nos gusta algo, las inhibiciones psicológicas para sobrevivir ante el mal ajeno son algunos de los temas sobre los que se posiciona la producción de Charlie Brooker. Esos asuntos se tratan en los seis episodios que se pueden ver ya en Netflix.
La serie ha perdido en parte su capacidad anticipatoria y se dedica ahora a abordar la propia realidad que nos rodea, las tendencias que imperan, las pautas que se suelen seguir en determinados ámbitos. Para ello hace uso de metáforas, de escenarios que no existen pero se parecen a otros que existen, de tecnologías que todavía no están en nuestro ámbito cotidiano, pero que no tardarán. La exageración es un recurso literario para expresar el punto de vista del autor. En uno de los capítulos la sociedad se vertebra a través de una aplicación que permite a las personas puntuarse entre sí y del número de estrellas que tenga cada cual dependen determinadas ventajas. Esto, por supuesto, obsesiona a los usuarios. ¿No es una tesitura bastante similar a la obsesión que a muchos les provoca hoy en día conseguir likes? ¿No reciben determinados privilegios los que más followers tienen? Lo que cuenta “Nosedive”, título del episodio, no pasa tal cual en la actualidad, pero no cuesta demasiado establecer equivalentes. Lo mismo ocurre con el capítulo dedicado a los videojuegos (y la necesidad de sentir riesgos extremos), o con el de los chantajes a partir de grabaciones privadas realizadas con webcams en nuestra intimidad.
‘Black Mirror’ ha decidido analizar la realidad, posicionarse ante ella, pero no intentar superarla ni buscar realidades paralelas (‘San Junipero’ es tal vez la excepción). Se han rendido en este intento. Superar o prever lo que va a suceder, a la vista de los últimos acontecimientos, es imposible. No hay guionista al que se le hubiese ocurrido giros y vueltas de tuerca como los que hemos visto últimamente, atónitos, sentados en la primera fila.
PD: La tercera temporada de ‘Black Mirror’ será analizada de manera pormenorizada, capítulo tras capítulo, en el LIS (Laboratorio de Investigación de Series), del que formo parte junto a David Brieva y Aurea Ortiz. Se trata de un podcast en el que vamos a desgranar las ficciones televisivas más recientes de manera individual o temática intentando exprimirle todo el jugo a cada serie. Para saber quiénes somos y qué queremos hacer os invito a que escuchéis el capítulo 0 en el que confesamos nuestras filias y fobias.
Títulos de crédito: Para quejas, sugerencias y otras necesidades humanas mi correo es mlabastida@lasprovincias.es