La gran protagonista de ‘The Wire’ no es una detective de homicidios, ni uno de narcóticos, ni un político corrupto, ni un camello, ni un periodista sin escrúpulos. La gran protagonista es Baltimore. La ciudad se convirtió en el principal personaje de una serie que se encargó de inspeccionar el esqueleto, las arterias y los músculos de la sociedad. Y lo que ocurre cuando estos se atrofian. La producción se acercó a las calles de una urbe trufada de conflictos y amenazas y lo hizo para cuestionar la justicia, el aparato burocrático, los medios de comunicación o el sistema educativo. Resultaba absolutamente local a la hora de describir los problemas que aún deben solucionar los americanos, y tremendamente genérica para aplicar en cualquier lugar del mundo lo que sucedía en los recovecos de Baltimore.
Iñaki Gabilondo aseguró hace unos meses que en la actualidad lo que mejor contaba la realidad eran las series. “Me permiten entender lo que pasa y lo que no pasa”, decía. En ese sentido ‘The Wire’ funciona como un documento periodístico incuestionable. No es extraño si tenemos en cuenta que la trayectoria de su creador había estado ligada hasta ese momento al periodismo. David Simon trabajó durante más de diez años en ‘The Baltimore Sun’, un periódico en el que se ocupaba de las crónicas más negras en la sección de sucesos. Dicen que el Watergate despertó su vocación y que los vaivenes de los dueños de los medios de comunicación acabaron con ella, hasta el punto de cuestionar una profesión que siempre había venerado. Un vistazo a la última temporada de ‘The Wire’ permite comprender su visión sobre este oficio, que no sale precisamente bien parado.
En la serie, de todos modos, pocos son los que consiguen un retrato impoluto. Jueces, policías, políticos o técnicos son diana de las críticas de una producción que bebe de la realidad con la que Simon estuvo en contacto en los años en que ejerció de periodista.
En la primera temporada se nos presenta al detective McNulty y a otros policías –no muy bien considerados en el cuerpo– a los que se les destina a un habitáculo inhabitable, sin apenas recursos, para que investiguen lo que sucede en una de las barriadas más marginales de la ciudad, en las que la venta y el consumo de drogas es el hábitat natural. En la segunda tanda de capítulos el relato se traslada a la zona portuaria, donde los sindicatos de estibadores utilizan métodos más propios de la mafia para lograr sus objetivos. Los despachos de alcaldes y asesores se convierten en el escenario de la tercera temporada. La serie entra en ellos para descubrir ante el espectador la manera en que sus ocupantes despreocupan sus labores para centrarse en labrar su propio bienestar. Simon puso al curso siguiente el foco de atención en una escuela pública ubicada en una zona no demasiado próspera de Baltimore y en especial en un grupo de jóvenes que han de ser muy cabales para huir de un destino aciago. La redacción del periódico ‘The Baltimore Sun’ es la última parada de este recorrido por la ciudad y sus vicios. Se cerraba así un círculo que había iniciado su curvatura en el año 1986.
“La Nochebuena de 1986, Simon acompañó a una brigada de detectives de homicidios que hacía el turno de noche, con la esperanza de que la yuxtaposición de festividad y homicidio saliese una historia reveladora”, narra en ‘Hombres fuera de serie’ el escritor Brett Martin, que cuenta cómo al final de aquella velada alguien exclamó: “con toda la mierda que tenemos aquí, si alguien escribiese lo que pasa en un año tendría un libro de la leche”.
A Simon se le debió de encender una bombilla porque dos años después pidió una excedencia para escribir. En 1991 publicó ‘Homicide’, que después se convirtió en serie para la NBC. Le siguió ‘The Corner’, que HBO llevó a la pantalla a través de seis capítulos.
En esta cadena recaló ‘The Wire’, que tardó en ser aprobada, pese a las buenas críticas que habían obtenido sus anteriores trabajos. Finalmente se estrenó en junio de 2002. Nunca logró audiencias millonarias, pero su consistencia ha permitido que no pierda la vigencia. Posiblemente en ello también influya que el creador desafíase mecanismos habituales de la ficción y del género policiaco, lo que en su día provocaba que para muchas personas no fuese sencillo enfrentarse y en engancharse a este título. Curiosamente eso lo ha elevado también a los altares de las mejores producciones del siglo XXI.
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