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Mikel Labastida

El síndrome de Darrin

Los clásicos (XIII): The Shield

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A menudo cuando pensamos en esos personajes de moral deplorable que han caracterizado a las series de nueva generación de este siglo suelen venirnos a la mente Tony Soprano, Walter White o Dexter Morgan. Meditando un poco más nos acordaríamos de Omar Little, Don Draper o Frank Gallagher. Suele olvidarse -incluso hay quien desconoce su existencia- Vic Mackey, líder del equipo de asalto de uno de los departamentos de Policía de Los Ángeles. Él es el motor y esencia de ‘The Shield’, título imprescindible para conocer los entresijos y métodos de actuación de las fuerzas del orden americanas y las reglas no escritas de la calle. Se habla mucho de ‘The Wire’ y poco de ‘The Shield’. Y no es justo.

Mackey lo tiene claro. «Nadie que viva en este país puede estar limpio». Y lo dijo antes de que Trump accediese a la Casa Blanca, que conste. Para hablar de suciedad y de corrupción hay que empezar por él, por sus métodos cuestionables, por sus formas violentas, por sus trampas ilegales. Es excesivo en su trabajo y eso repercute en su vida personal. Lee la ley como le conviene y se proclama juez para dictaminar lo que se debe hacer o no y el castigo que se ha de tomar. Y es un superviviente, capaz de adaptarse a las circunstancias que sean necesarias y de acometer cualquier atrocidad con tal de salvar su cuello. Aunque haya sangre de por medio. No es un policía cualquiera. «Lo del poli bueno y el poli malo se acabó por hoy. Yo soy un tipo de policía diferente», exclamó en un episodio.

Y, a pesar de todo, el espectador se pondrá del lado de este investigador en ocasiones, le disculpará mucho, incluso llegará a sentirse identificado aunque no lo confiese abiertamente. Como ocurre con el mafioso de New Jersey, y con el profesor de Química, y con el forense de Miami. Pero de Mackey se habla menos. Y eso tenemos que remediarlo.

Entre 2002 y 2008 se mantuvo ‘The Shield’ en antena. En su primera temporada ganó un Emmy y su protagonista también fue reconocido con varios galardones. Ya hemos dicho que Vic no es un poli cualquiera, igual que ‘The Shield’ no es una serie de polis cualquiera. Va más allá de ‘Canción triste de Hill Street’ o de ‘Homicidio’. La cadena estadounidense FX quiso demostrar que no sólo HBO podía dar golpes sobre la mesa. Y a más de uno dejó KO.

El centro neurálgico de la trama está en The barn -La Cuadra-, que es como se conoce a la comisaría ubicada en The Farm -La Granja-, por el ‘ganado’ que vive en la zona. A partir de ahí se monta un grupo especializado en desarticular bandas, formado por, además de Mackey, el racista, descerebrado y temerario Shane Vendrell; por Curtis Lemansky, el único que duda de las líneas rojas que continuamente traspasan; y por Ronnie Gardocki, un mosquita muerta que va tomando nota de sus compañeros, creciendo como personaje y termina ‘matando al padre’. Y esto no es literal, no hay espoiler en esta expresión. Que la comisaría desde la que operan esté construida en una antigua iglesia solo se puede entender como una enorme metáfora de Shawn Ryan, creador de la producción.

A lo largo de siete temporadas y de 88 capítulos además de a policías agresivos, ambiciosos o desleales este título fue presentando, en medio de una estética adusta, las distintas bandas que patrullan por las calles y luchan por hacerse con el control del tráfico de drogas. Los Toros, Los ‘Mags’ Magníficos, o Los King Rats fueron algunas de las representantes latinas. En cuando a las afroamericanas se toparon con Los One-Niners, Los Johnny o Los 12 de Fartown. A estos se unen mafias como el Cártel Colombiano. El abanico de personajes sirve para trazar un mapa preciso de la delincuencia.

Si algo destaca en ‘The Shield’ es la construcción de personajes, que van destapándose y revelándose a medida que avanzan las tramas. Pocos son los que a lo largo de los años no se enfrentan a nuevos retos o evolucionan, aunque no siempre a mejor. A la ficción no le temblaba el pulso a la hora de mimarlos con casos compejos o de liquidarlos cuando la historia lo pedía. Ryan siempre miró por el interés general y por los consumidores de su título y eso se nota en los esfuerzos del guión por no dejar de sorprender y por el ritmo desenfrenado de cada episodio.

Hay dos formas de analizar ‘The Shield’, a través de la fauna que va, viene y se retiene en la comisaría, o a través del periplo de Vic Mackey, al que conocemos desde la furia y al que lo vamos a ver transitar por todo tipo de estados, y al que le estallarán en la cara muchas de sus formas de proceder. Merece la pena recordar la participación de dos intérpretes de prestigio que con sus papeles fueron capaces de dar un nuevo impulso a las tramas. Glenn Close llegó el cuarto año como nueva jefe de policía y Forest Whitaker lo hizo al final para servir de contrapunto de Vic.

 

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Sobre el autor

Crecí con 'Un, dos, tres', 'La bola de cristal' y 'Si lo sé no vengo'. Jugaba con la enciclopedia a 'El tiempo es oro' imitando al dedo de Janine. Confieso que yo también dije alguna vez a mi reloj: "Kitt, te necesito". Se repiten en mi cabeza los números 4, 8, 15, 16, 23, 42. Tomo copas en el Bada Bing. Trafico con marihuana en Agrestic y con cristal azul en Albuquerque. Veo desde la ventana a mi vecino desnudo. El asesino del hielo se me aparece en cada esquina y no me importaría que terminase con mi vida para dar con mis huesos en la funeraria Fisher.


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