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Mikel Labastida

El síndrome de Darrin

Series que generan debate

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Nunca he entendido esa necesidad de deslegitimar una cosa para defender otra, ese recurso de quitar valor en un lado para aumentar en otro, la continua manía de argumentar menospreciando. Le tele (y por ende todos los contenidos pensados para ella) siempre han sufrido este tipo de desplantes. Nadie se atrevería a hacer generalizaciones con otra clase de productos culturales, como los libros (“todos los libros son una porquería”) o las películas (“ninguna película merece la pena”), pero sí con las producciones televisivas. Ahí sí que se suele tomar la parte por el todo sin miramientos.
 
Digo esto a propósito de unas declaraciones leídas hace unos días a Isabel Coixet. “La series son meramente para quemar el tiempo”, señalaba. ¿Todas? Cabría preguntarse. De veras no ha encontrado la directora de cine ningún título que le haya impactado, o le haya hecho reflexionar, o le haya suscitado preguntas. Me sorprende.


“El cine es comunión con la pantalla, cuando lo ves solo haces eso. En casa, siempre hay 50.000 cosas que te distraen (…) y a mí aunque siga ‘Twin Peaks’ y esté pendiente de los siguientes episodios, al final no me traspasan, porque la cotidianidad ha impregnado la experiencia”, continuaba. No me puedo creer que un título como ‘Mad Men’ no le traspase a Coixet. O ‘A dos metros bajo tierra’, o ‘American Crime’, o ‘Breaking Bad’, por citar algunas. Tampoco entiendo lo de que en casa hay 50.000 cosas que te distraen. Ni que fuese un desafío encontrar concentración en nuestro hogar. Es como si alguien dijese que no se puede cocinar y comer una buena paella en casa porque hay 50.000 cosas que te distraen. O que no se puede tener sexo en casa porque hay 50.000 cosas que te distraen. Y que por eso hay que ir a restaurantes u hoteles. Y no digo yo que las escapaditas estén mal, ni mucho menos, pero eso no quita para que uno pueda lograr en su propia casa satisfacción plena consumiendo cine, películas, comiendo un plato de paella o echando un polvo. Lo uno no quita lo otro.
 

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Se mete Coixet en un jardín sin sentido para defender el cine. Como si el problema del cine fuesen las series y no el propio cine y los que hacen (o algunos) que se niegan a adaptarse a los tiempos cambiantes y a darse cuenta de que se puede vivir la experiencia de varios modos, sin desmerecer algunos. Cuando ella o Almodóvar instan a que se “respeten las reglas del cine de siempre” me pregunto qué opinarían si se aplicase esa máxima a otros ámbitos, si alguien les espetase que respetasen las reglas de la política de siempre, de la tecnología de siempre, de la educación de siempre.
 
Y a todo esto, que para proteger al cine (algo que se debe hacer, eso no lo discuto) no es preciso restar valor a las series. No hace falta ni mencionarlas. Porque si no se incurre en descalificativos y en muestras de ignorancia. De eso creo que pecan quienes no se den cuenta de la relevancia de la ficción televisiva y de cómo está influyendo en la actualidad en el debate social.
 
Es más, tal y como están las industrias, el cine tiene las de perder si establecen comparaciones. En el último episodio del podcast ‘Laboratorio de investigación de series’, de Podium Podcast, Conchi Cascajosa comentaba algo al respecto: “Las series están ocupando un espacio que el cine está abandonando. Las mujeres, por ejemplo, están encontrando hueco en televisión. Una cosa que está sucediendo este año es que todos los relatos que ponen sobre la mesa la situación de la mujer en la sociedad contemporánea no vienen del cine, están viniendo de las series de televisión. Es muy significativo. Porque probablemente hace unos años la novela de Liane Moriarty en que se basa ‘Big Little Lies’ hubiese sido adaptada en forma cinematográfica, hubieran rejuvenecido a los personajes para que los interpretasen actrices de treinta y pocos años o de veinte y muchos y hubiese sido un proyecto diferente. Y ahora encuentra acomodo como una serie de televisión de siete capítulos. Se está produciendo un desplazamiento entre la relevancia y el liderazgo que podían tener los relatos procedentes del cine por parte de las series de televisión”.

 

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Efectivamente, el relato protagonizado por Nicole Kidman ha dado que hablar, ha generado controversia y ha sido aplaudido por el modo en que expone el maltrato en el matrimonio, entre otros temas. Este asunto, desde luego, se ha colocado en el punto de mira por lo delicado que es, por la vigencia que tiene (desgraciadamente) y por atreverse a descontextualizarlo de los parámetros habituales en que se suele ubicar. ¿Sirven para concienciar las series? Tal vez eso sea cargarles con demasiado peso y responsabilidad, otorgarles un papel que no les corresponde. Dejémoslo con que hagan pensar, con que generen conversaciones, con que despierten alguna alarma o algún sentimiento encontrado. Porque si no les daremos importancia de más y surgirán movimientos más radicales.
 
Esto ha pasado, por ejemplo, con ‘Por 13 razones’, otro relato con notoriedad del que se ha hablado en medios, entre colectivos y en las escuelas. Su relevancia ha sido tal que ha sido prohibida en institutos, denunciada por organizaciones de salud y criticada por distintas asociaciones. ¿La razón? Retrata el suicidio de una adolescente y las acciones que le motivaron a hacerlo. Y se teme que se imite la conducta. En primer plano, el tema del bullying que ha sido eje de conversaciones, discusiones y exposiciones a favor y en contra. Para el público más joven era casi una obligación verla, más allá del mensaje que fueran a recibir y cómo lo iban a gestionar. ¿Puede alguien decir que las series no traspasan con casos así? Poder puede, pero no debería.
 
Aunque la producción televisiva que ha propiciado más alegatos últimamente y se ha puesto de ejemplo en distintas movilizaciones ha sido ‘El cuento de la criada’. Curiosamente, como en las anteriores, basada en una novela, de Margaret Atwood, publicada en 1985, y que ya tuvo una adaptación cinematográfica en los años 90. Ahora se ha convertido en serie de diez episodios (ya ha finalizado la primera temporada), se ha trabajado en el guión para actualizarlo hasta nuestros días. El resultado final es un relato que pone de relieve la necesidad de la lucha feminista, que advierte de los peligros que existen, aunque no lo parezca, en el mundo occidental –por razones de género o de opción sexual- y denuncia la opresión femenina en otras sociedades. Este título ha llegado además en pleno debate sobre la gestación subrogada y ofrece nuevos argumentos en torno a la cosificación de la mujer en su papel reproductor y las limitaciones que este acarrea.

 

The Handmaid's Tale -- "Birth Day" -- Episode 102 -- Offred and her fellow Handmaids assist with the delivery of Janine's baby, prompting Offred to recall her own daughter’s birth. Offred draws closer to Ofglen while dreading a secret meeting with the Commander. Offred (Elisabeth Moss) and Commander Waterford (Joseph Fiennes), shown. (Photo by: George Kraychyk/Hulu)
 
‘El cuento de la criada’, con una estupenda Elisabeth Moss como protagonista, ha sido producida por Hulu y está generando debate, claro que sí. Pone en la diana el patriarcado y advierte de los excesos que se cometen (en presente) en torno a él. Y habla de otros excesos, de los de la religión, sobre todo cuando se utiliza para justiciar crímenes (‘The Leftovers’ que acaba de cerrarse también tiene mucho que aportar a este tema).
 
Para quien todavía no lo sepa, lo que plantea esta historia es un país (Estados Unidos) tomado por fundamentalistas que instauran una teocracia en la que la mujer está completamente al servicio del hombre. Puede serlo como esposa, a su servicio por supuesto, o como criada, en cuyo caso puede ser usada para concebir hijos si el matrimonio no puede. A través de una ceremonia en la que la esposa participa como observadora los comandantes de las distintas casas abusan de sus criadas hasta que ellas quedan embarazadas. “No somos concubinas, somos úteros con patas”, dice una criada. Lo hacen en el nombre y con el beneplácito del señor. Y en su palabra se amparan.
 
“Y viendo Raquel que no daba hijos a Jacob, tuvo envidia de su hermana, y dijo a Jacob: ‘Dame hijos, o me moriré’. Y Jacob se enojó con Raquel, y le dijo: ‘¿Soy yo, en lugar de Dios, quien te niega el fruto de tu vientre?’ Y ella dijo: ‘He aquí a mi sierva Bilhá; únete a ella y parirá sobre mis rodillas, y yo también tendré hijos de ella’. Génesis, 30: 1-3” He ahí la coartada para el crimen.
 
¿Un cuento fantasioso? No del todo. Enseguida hay quien ha apuntado –con razón- que en distintos puntos geográficos muchas mujeres viven en parecidas situaciones. Y luego mucho se ha escrito o hablado –también con razón- sobre el peligro de justificar la pérdida de derechos civiles amparándose en razones de seguridad o por mantener o recuperar tradiciones. Y este peligro se respira en países occidentales.
 
La serie ha sido mentada para hablar de discriminación femenina, de irregularidades con las mujeres, de abusos amparándose en la condición de madre. De esos temas tan de actualidad se habla con una novela escrita en 1985, pero bien revisada, y en un medio como la tele, que afortunadamente también ha sido revisado y se ha descubierto todas las posibilidades que arroja. Quien no lo vea se pierde un escenario que está dando unos frutos estupendos y una herramienta que cada vez llega a más gente y mete un ruido interesante. Y con esa herramienta conviene hermanarse en lugar de enfrentarse. Aviso para navegantes. Y para directores y directoras que siguen amparándose en “las reglas de siempre”. Habrá quien les conteste: Nolite te Bastardes Carborundorum.

 

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Sobre el autor

Crecí con 'Un, dos, tres', 'La bola de cristal' y 'Si lo sé no vengo'. Jugaba con la enciclopedia a 'El tiempo es oro' imitando al dedo de Janine. Confieso que yo también dije alguna vez a mi reloj: "Kitt, te necesito". Se repiten en mi cabeza los números 4, 8, 15, 16, 23, 42. Tomo copas en el Bada Bing. Trafico con marihuana en Agrestic y con cristal azul en Albuquerque. Veo desde la ventana a mi vecino desnudo. El asesino del hielo se me aparece en cada esquina y no me importaría que terminase con mi vida para dar con mis huesos en la funeraria Fisher.


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